“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma” (Julio Cortázar)
No siempre ponemos atención a lo que expresan los hijos cuando hablan entre ellos de lo que pasa, de sus anhelos, de sus problemas y momentos cruciales en los que hay que tomar una decisión respecto a sus vidas y futuro.
Cuando se lleva encima un cúmulo de años, se aprende a vivir sin tanta prisa pero activo, siempre activo incansablemente, si es preciso hasta el final. Amigo es el ahora, inseguro el mañana. Con el tiempo se aprenden a rumiar mejor las cosas, queremos vivir tranquilos sin presiones ni acosos, buscamos simplificarnos la vida, eliminar lo que no necesitamos, desarmar las cruces que nos impiden avanzar y tratando de derribar las barricadas que complican el paso. Ya no preguntamos tanto, porque en la vida son mejor las respuestas que vemos que las que antes esperábamos de los demás. Ahora somos una respuesta activa sobre el camino de la vida.
El tiempo, ese que necesitamos, rápido se va acortando como realidad, en cambio los hijos cuentan con él (como lo dice Benedetti) “Tienen el tiempo para esconderse en el canto de un gallo, para reaparecer en un relincho y para estar al día” Ellos planean, piensan que cualquier riesgo que corran es mejor que quedarse varado sin esperanzas, en un muelle sombrío. Tienen la confianza necesaria para seguir el camino que les dicta el corazón.
La semana pasada expuse en mi artículo lo que hace poco escribiera mi hijo David y hoy traigo a ustedes queridos lectores la respuesta que a su escrito diera su hermana Ivette:
Hermano querido: Pasará lo que tenga que pasar, déjate sorprender por la vida, cosas maravillosas siempre están a la vuelta de la esquina. Así pensaba yo en mis rudos momentos y mira a dónde me llevó el destino y con quién estoy ahora. A veces tenemos que atravesar el infierno para llegar al paraíso, esa siempre fue mi consigna y jamás desmayé en la búsqueda, esa que hoy tantos siguen, porque en la propia patria les niegan como profesionales el derecho de contar con un trabajo para vivir dignamente, cosas que muchos hemos logrado fuera de fronteras.
David: Sigue lo que te dicta el corazón, nunca te canses de escucharlo.
A todos los extraño mucho, igual que la casa, nuestras reuniones en familia, extraño a Venezuela mi país.
Te quiero bebé, algún día recordaremos de nuevo juntos, esos momentos inolvidables que nos hicieron buenas personas, gracias a esa guía que desde niños nos empujó a no desmayar en la búsqueda de ese sueño que hoy cada uno ha logrado y disfruta a plenitud”.
Leer una simple frase o un escrito invita a revivir momentos hermosos de los hijos que se fueron y no sabemos si volverán un día a reunirse, a reír a carcajadas, a llorar y a cantar hundidos todos en un mar de recuerdos.
Ellos con sus experiencias, su saber y sus sueños seguirán su marcha y su repertorio de cantos y de vida con paso firme sobre sus vastos espacios, en los que harán su propio camino sin detenerse jamás, ellos ya viven su propio sueño, escriben su propia leyenda…
Como dijera Whitman, los hijos cantan hoy el canto a sí mismos que terminará hasta la muerte. Ellos cumplen su misión, disfrutan sus logros, sus éxitos y felicidad, hacen de su vida cada uno, loas a su perseverancia, al amor, al lazo familiar, a la patria, a sus luchas.
Siempre bendeciré su manera de ser, de querer, de pensar y de actuar.
Por la puerta del sol – De la siembra al fruto (2)
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