Con la aspiración de que esto no siga sucediendo en nuestro país, con el permiso de mis lectores quiero compartir un cuento que le sucedió a una familia que muchos de ustedes conocen y que aún sigue sucediendo en nuestra patria; nada agradable ni esperado por familias que sólo se ocupan de ser parte de la solución y jamás del problema.
Los eventos tan lamentables que se registran en el país no logran ni lograrán quebrantar la férrea voluntad con la que nacen quienes vienen a este mundo a servir, a ser útiles, a trabajar, producir y compartir sin ningún egoísmo, actuando como los músicos a quienes les quiebran la guitarra, los corren y arrancan de nuevo sin ningún complejo. Aunque dolidos, su voluntad los lleva a perdonar a quien lo agredió, sin odio ni rencor y mucho menos venganza.
Por ellos a esos a quienes no le falta la esperanza y la fe en Dios están conscientes de que todos los problemas traen incluidos las soluciones; por ellos invitamos a no desmayar y seguir cada día con la fe más renovada y no darle el gusto a aquel o aquellos cuya mente sólo produce destrucción.
Les cuento lo que le pasó a esta familia hace hoy 37 años. Recién casados adquirieron una finca o un predio muy bueno pero abandonado, había la buena voluntad de recuperar con urgencia de los nuevos dueños, con todo el amor y esfuerzo a pulmón propio, trabajando sin pensar si es domingo o Navidad o Semana Santa.
Fue tanto el amor por aquella adquisición de los nuevos propietarios que en tiempo récord el predio se convirtió en una finca modelo y con el deseo de que fuese su vivienda en poco tiempo.
Una vez aquella finca abandonada pasó a ser una finca modelo empezaron los problemas. Le sobraban los enamorados y aquel paraíso que cruzaban dos ríos y una quebrada, con todas sus instalaciones de primera, arboleada, con buenos pastizales, todo tipo de bellas aves como garzas, corocoras y patos, sobrevolando las sabanas; el cantar de los gallos, el trinar de los pájaros, el llanero con sus coplas pastoreando aquel hermoso rebaño, las vacas cuidando a sus crías y una de las cosas más hermosas: ver una yegua pariendo y su forma de actuar ante su potrillo, yo diría conmovedor. En ese pedacito de cielo después de muchas luchas le parecía a los dueños que era un regalito de Dios y Dios vivía en la misma casa y de ahí jamás salían, aparte de que estaban tan cerquita de la Virgen de Coromoto; pero después se dieron cuentan de que estaban más cerca los delincuentes que acabaron con la paz, el sueño, las ilusiones y la felicidad de tener aquel pedazo de paraíso.
Los recuerdos íntimos eran hermosos de verdad. Recordar a aquella bella mujer, al campo, ella con un saco de semilla en el hombro detrás de su marido campesino, que ya venían de la civilización de Europa y Estados Unidos, sobre un tractor a toda lluvia arando las tierras y ella con sus cachetes bien rosados y el barro hasta las rodillas, lanzando las semillas del pasto; después vinieron dos hijos que fueron formando y viendo solo trabajo y cómo se labora en el campo y lo divino que es ser útil y no una carga para nadie. La esposa del campesino se sintió tan feliz hasta el extremo de aprender a jinetear un hermoso caballo, como por primera vez pararse de madrugada a cocinar para la peonada, con aquel amor que lo hacía; bueno como son todos los primeros años, pero en fin hay que aceptarse.
En la próxima entrega les contare cómo duele perder nuestro trabajo y unas de las cosas más preciosas en convivir con la naturaleza.
Ahora más que nunca el campo es la solución, unidos todos por la paz, la convivencia, el respeto y la prosperidad de nuestro país
Reflexiones en Positivo – Que a más nadie le pase esto
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