El goce de la vida debe provenir de un criterio que considere al universo (de la infancia) como un lugar de recreación, de manera que todos los seres puedan vivir según su naturaleza en armonía; y grande en verdad es tal la felicidad que al crecer se convierte lo vivido en el hermoso recuerdo que llanto nos hace verter al evocarlo. Los cambios son algo natural en la vida de los seres. Tanto más sutil sea el color, el brillo, el encanto, las alegrías y el amor que se desarrolla en la niñez, que quien disfrutó todo aquello, desde el fondo del sentimiento recordará como un pasatiempo hermoso, imposible de olvidar.
De allí parte la razón de la importancia que representa para el ser humano vivir una niñez despreocupada y feliz. Así vive la naturaleza sus épocas. Si sembramos flores, tendremos la visita de las mariposas, si plantamos árboles invitaremos las nubes y los vientos, también a los otros cantores naturales, si tenemos una terraza siempre vendrá la luna a acompañarnos.
Lo mismo ocurre con el ser humano si le damos un espacio para sus pasatiempos en la niñez, a la vuelta de los años recogeremos los frutos de un hombre sano, recto, afectuoso, bueno, pensante y servicial.
Buscando algo en mis cosas, de pronto tropecé con un escrito que en algún momento escribiera en una hoja mi hijo David evocando tiempos de su niñez y la respuesta de su hermana Ivette en otra hoja, respecto a las vueltas que da la vida.
El hombre empieza a recorrer su camino a partir del momento en que empieza a dar sus primeros pasos. El hijo es una hoja en blanco en la que escribiremos su destino, hoja en la que él mismo narrará su vida, sus aprendizajes y experiencias, terreno en el que él mismo sembrará los árboles, de los que recibirá el fruto de su consagración.
Estas son las palabras escritas por David:
“A veces divagando en mis pensamientos me voy sumergiendo en un sueño profundo y muy grato.
Regreso en mi memoria uno de mis momentos favoritos…Me veo allí a mis ocho años, siempre corriendo detrás de mis hermanos, como todo hermano menor que empieza a vivir. Siempre admiré en ellos la asombrosa manera divertida de vivir la vida como una aventura y reírse de casi todo. Recuerdo a mamá dibujándome en una hoja de papel su visión de nuestro hogar. A pesar de los años nunca olvidé lo que ella plasmó en ese trozo de papel, quizás ella sí lo olvidó. Recuerdo trozos de mi niñez como si fueran fotos instantáneas, colocadas una sobre otra, fotos que nunca pasan de moda ni pierden nitidez en mi memoria…
Sin darme cuenta me empieza a embargar una tristeza como si no quisiera despertar de ese sueño…pero me doy cuenta que ya no soy un niño; soy un hombre, tengo un hermoso hogar y una familia propia, sin embargo no dejo de sentir nostalgia por aquel precioso lugar que hoy parece tan distinto, tan bizarro, tan ajeno, tan triste. Hoy ya mis hermanos están muy lejos, uno de ellos más allá del Atlántico. Cada uno viviendo sus propias historias, la misma suerte de muchos amigos y conocidos que poco a poco han ido dejando espacios vacíos en nuestra tierra. Con tantas cosas en mi mente solo puedo imaginar dónde estaré en unos años. Seré uno más de los que toman el boleto sin retorno, con destino a cualquier lugar o seré ese testigo de un renacer que hoy parece más producto de una ilusión sin sentido que el de una realidad palpable. Solo Dios dirá la última palabra…mientras tanto seguiré aquí haciendo de mi vida una oda a la perseverancia que solo nace del verdadero amor, amor a mi país”.
Continúa la próxima semana
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