Quiero que el mapa nacional se trastoque con los colores diversos del atrevimiento y el coraje. No deseo más rostros sombríos por el desencanto, pálidos por las sorpresas de los malandrines del poder, sino se cuente con una bocanada decidida para resolver esa encrucijada diaria que ya no escatima en malignidad y actuar con un plan sin reservas.
Quiero ver estómagos resueltos, con un presupuesto amplio para los gustos, adquiriendo en la diversidad de los anaqueles de la bonanza, todo lo que pueda caber en los carritos del supermercado.
Quiero un saludo amplio en las calles, sin los estigmas de los partidos, ni los complejos de las malas sensaciones. Sólo deseo la hermandad de aquellos años sin divisiones, en los que el color de la piel o la raza eran una caracterización, no una separación social.
Quiero que la gente vuelva a soñar, reír y charlar sobre verdaderos logros; a crear chistes de lo cotidiano y a inaugurar los avances tecnológicos, como lo hicimos siempre, por ser cabecera de Sudamérica.
Quiero volver a ver esa sonrisa irremplazable, ese abrazo de bienvenida al extranjero; esa capacidad insaciable para la broma y para inventarse fiestas de las situaciones más inverosímiles.
Quiero reír por los triunfos patrios y enlutarme por los decesos de nuestras personalidades ejemplares. Que entendamos la historia independista como los nuevos pasos y asumamos el compromiso impostergable de redibujar los contornos de la lucha por una nación para el orgullo.
Anhelo los niños robustos, atestados de caprichos y despreocupados de las dificultades. Ver carteles publicitarios atiborrando los periódicos, carentes de noticias abrumadoras y con encartados enormes y membrudos sobre las rebajas trastornadas de los grandes centros comerciales.
Espero el retorno de la televisión moderna, los espectáculos fastuosos por todo el territorio y las telenovelas inigualables como emblema de una industria sin vacilaciones.
Quiero que regrese la compasión por el prójimo, la fe distribuida en las iglesias y el respeto por los valores ancestrales. Que la familia sea el centro del entendimiento y Dios el precursor de los cambios del espíritu.
Quiero un país sin saltos mortales, dirigido con la mente fresca de los estrategas eficaces. Que el político tenga un compromiso férreo por hacer de esta nación la mejor de las empresas, para distribuir las riquezas con severidad y justicia. Que la pobreza sea una excusa para generar oportunidades y no la burla amarga del engaño.
Me cansó la vacilación de este país de excusas y de enfrentamientos sin la verdad en las manos. No más la fábrica de culpables imaginarios para no reconocer el quebranto programado.
Hoy quiero el despertar de un pueblo, armado de su amor por salvar a una Venezuela sacudida por la desolación. Debemos cambiar los titulares internacionales leídos en el todo el planeta, apareciendo la patria de Bolívar como el ejemplo de las ironías, por estar sumida en una desgracia incompresible, pese a tener una riqueza sin medida en todos sus ámbitos.
No más zombis desesperanzados que arrastran su confusión y sufren sin emitir respuesta. Es la hora de cambiar los abusos por satisfacciones. Quiero que desmembremos las cadenas impuestas, que atosigan a esta tierra inconmensurable; a la mejor del mundo… a esta amada “cuna de la libertad”.
MgS. José Luis Zambrano Padauy