Primeros días de 2018. Todo el país arrastra un descontento del viejo año cuyo final ha dejado más penas que alegrías, todas provocadas por una terrible crisis que parece no terminar nunca. Diciembre fue un mes sombrío en lo social y en lo económico,huérfano de ese espíritu navideño con el cual se nutre el ser humano. Los venezolanos se quedaron esta vez sin el pernil prometido, sin comida en los anaqueles de los supermercados, tampoco en los expendios de medicinas y menos aún sin dinero en efectivo como consecuencia de un extraño corralito bancario que se inició en el trimestre anterior, no precisamente por culpa de las instituciones financieras sino por la escasez de dinero bolivariano. Cerró 2017 con cifras inflacionarias nunca vistas en la historia de la República -al menos eso dicen los especialistas- Mientras llegaban los perniles desde Colombia los productos de la llamada cesta básica aprovecharon la ocasión para elevarse hasta las estrellas, haciéndose inaccesibles para los menos pudientes. Como remate, la gasolina comenzó a faltar en las estaciones de servicio. Las colas, un fenómeno al cual ya nos acostumbramos todos los que vivimos en este insólito país, se multiplicaron ofreciendo el triste espectáculo de un productor de petróleo donde resulta difícil pensar en una situación como la sufrida durante los festejos decembrinos. A todo este inventario de penas añadimos el ayayai del sector comercio y el industrial, sin posibilidades de resarcir daños del severo e inaguantable coletazo del huracán económico No hubo esta vez el movimiento esperado en estas fechas. En los centros comerciales pudimos observar poco compradores. Se convirtieron más bien en lugares para ver y ser visto, asombrados por los precios que suben a pasmosa velocidad con aumentos incontrolables, producto de una hiperinflación monstruosa que lo devora todo a su paso
II
Muy pocas ofertas de hallacas y pan de jamón y menos de perniles. Las multisápidas, cuando las hubo, estaba huérfanas de ingredientes tradicionales en su elaboración, mientras el pan de jamón superaba los 300.000 bolívares en las panaderías, inaccesibles para el bolsillo de millones. Muy poco alimento, propio de las fiestas de fin de año, adornaron los hogares populares de los venezolanos donde los niños se quedaron esperando la llegada del Niño Jesús, ausente también a causa de la crisis. La nochebuena, en consecuencia, no tuvo el calor ni el color de otros tiempos, La ciudad, al menos la nuestra, quedó a oscuras, Esta vez no hubo adornos alusivos a la navidad, como solía suceder. Apenas un asomo en la fachada en la sede de la Gobernación del Estado, cuyos alrededores fueron objeto de desalojo de buhoneros de todo tipo que afeaban el lugar. La música de la Billos no se escuchó en la noche buena; una que otra emisora intentaba animarla sin conseguirlo del todo, mientras los canales de televisión, regionales y nacionales prefirieron poner en pantalla viejas películas y evitar costosos espacios musicales. Así que la noche estuvo de lo más normalita . Muy rápido llegó la navidad el día 25 con pocos niños en los parques. El pequeño Jesús y San Nicolás se perdieron en el camino que conduce a las casas donde los chamos que se portaron bien esperaban su recompensan. No pocos adultos sintieron nostalgia por compañeros de muchos años, hoy ausentes en estas fiestas y en los momentos más gratos de nuestras vidas. Los mejores se quedaron en casa, en los bodegones esparcidos por el país, envejeciendo a la espera de nuevos y mejores tiempos para de nuevo decir ¡Salud!
III
La previa del 31 fue casi igual que la del 24 y 25. La diferencia estuvo en la llegada de la gasolina en algunas de las estaciones de servicio. Los automovilistas aprovecharon para llenar los tanques de los vehículos previendo otra escasez para los primeros días del mes de enero. Algunos restaurantes permanecieron abiertos hasta las 6 de la tarde .No hubo tampoco despliegue de fuegos artificiales como antaño en espera del año nuevo. La ciudad fue durmiéndose poco a poco hasta la llegada del 2018 saludada con mucha reserva e infinidades de buenos deseos entre familia y el recuerdo para quienes ya no están entre nosotros por diversos motivos, entre ellos los hijos que se marcharon en busca de nuevas oportunidades para sus vidas, esas que no encontraron en su propio país. En cada llamada una lágrima y una sonrisa, la una por la ausencia, la otra por saber que el ser querido disfruta de su libertad a plenitud, sin temores, con la esperanza y el anhelo de regresar a casa y volver a los brazos de los que aman.
IV
No sabemos hasta donde llega la paciencia del venezolano de hoy, bombardeado desde la atalaya del poder con constantes aumentos salariales que debían estar acompañado de políticas que permitan frenar en seco el continuo deterioro del salario nacional el cual viene acompañado de una galopante especulación responsable de la indetenible desintegración de nuestra moneda.
Entrémosle entonces al 2018…… y que Dios nos agarre confesados.
El Rincón de los Miércoles 03-01-2018
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