Luego de una breve interrupción, motivada por el deseo de reservar insumos para no dejar de estar presente en ocasión de la próxima visita a la ciudad de la Divina Pastora, se reanuda la edición impresa de EL IMPULSO, que el lunes de esta semana, primero de enero, arribó a su aniversario número 114
Quiso la Providencia que la fundación de nuestro diario coincidiera con el despuntar de un nuevo año, y casi junto al amanecer de un siglo.
Ya en 1890, Don Federico Carmona había sentado los cimientos para la concreción, catorce años después, de su ambicioso proyecto editorial. Fue cuando, luego de transportarla en arreos de mula, estableció una imprenta en Carora, comarca entonces tan apartada y conservadora en su relación social, como dada al vuelo intelectual, y pródiga en tesón, a la hora de acometer sus iniciativas, así se trate de domeñar las estrecheces o adversidades de la Naturaleza, a lo largo de generaciones enteras.
Antes, el fundador se cuidó de hacer circular una hojita entre los lugareños. Su idea era la de anunciar, con júbilo apenas contenido, que desde un taller presidido por el plomo y con capacidad para imprimir unos 60 ejemplares cada hora, vería la luz un diario, en momentos en que en el país apenas se apagaban los fragores de una larga, sangrienta y asoladora sucesión de guerras civiles. De allí la inspirada premisa: “Bajo el doble y halagüeño auspicio de la paz que se afianza y un año que se inicia, damos nosotros comienzo a la vida del periodismo diario en este heroico e importante distrito”.
La delicada situación que vive la República en lo económico, en lo político y en lo social, con un acelerado empobrecimiento de la población, una inflación de vértigo, el riesgo de incurrir en un impago de la deuda externa, bases inciertas para el diálogo entre el Gobierno y una oposición irreconocible, dispersa; y, de paso, de cara a un proceso electoral presidencial que pudiera ser apresurado luego de varios comicios acosados por el fantasma de la sospecha y de la abstención; todos esos elementos, ciertamente desquiciantes, demandan la búsqueda de una salida pronta y definitiva a tanto padecimiento e incertidumbre. Venezuela no puede seguir paralizada, dependiendo para subsistir de lo que otras sociedades producen, hundidos como estamos en un enajenante proceso de desintegración tanto en el aspecto físico, en la infraestructura y en los servicios públicos, como también en lo espiritual.
Por nuestra parte, 114 años después, en EL IMPULSO estamos decididos a seguir haciendo buen periodismo. Conscientes de los graves peligros en ciernes, somos, todos, una probada y sólida familia que, día tras día saluda el amanecer de la patria con la entrega de estas páginas, sedientas de debate, de esclarecimiento, y ajenas, conforme al dictado fundacional, a la sumisión rastrera, a doblar la cerviz, vacilación que nos volvería cómplices.
Nuestra fundación, pues, convergió con el florecer de un año y de un siglo que se adentraba en los pliegues de la paz. Este 114° aniversario, en cambio, nos sorprende en el torbellino de un período preñado de expectativas que presagian definiciones. Pudiera ser un año de quiebre. Pudiera ser un año crucial. Ojalá redunde en el rescate de la sindéresis como nación. Ojalá sea, éste, el año en que, empujados por tan dramáticas circunstancias, logremos ver la luz al final del túnel.