Editorial: Nochebuena

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Esta noche es Nochebuena, víspera de la Navidad.
Suena hueco, e insincero, hablar de esta conmemoración, que hace referencia a la fecha históricamente imprecisa en que vino Jesús al mundo, en la etapa postrera del reinado de Herodes el Grande, sin aludir a la cruz que padecen los venezolanos, lo teñido de tristeza que se tornan estos días.

Tanto el recogimiento espiritual del cual suele impregnarse la Navidad, como el acto de pasar revista al año que termina e insuflarnos de esperanza de cara al que está próximo a iniciarse; y especialmente el reencuentro familiar, el compartir con los seres más queridos; esos tres factores que distinguen esta época de redención, conforman una agenda cargada de crueles añoranzas, de impedimentos, y hasta de imposibles, en la Venezuela actual.

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Según una encuesta realizada recientemente por la UCAB, seis de cada diez compatriotas estima que 2017 fue el peor año de sus vidas. 60 % de los consultados confiesa que al menos un amigo, o un familiar, se marchó del país en los últimos 12 meses, por dificultades económicas o políticas. 48 % se vio forzado a vender algún artículo del hogar, o de uso personal, ante el apremio de pagar deudas.

La necesidad inducida desde el Estado como estrategia para ejercer el control social, con la destrucción del aparato productivo, la quiebra del empleo, y hasta de la “soberana” Pdvsa, fuente del 90 % de las divisas que ingresan a la nación; la rapiña descomunal que secó las arcas de la República; y la evaporación de la moneda, toda esa delirante y caótica destrucción deliberada ha dejado como secuela una población no ya al borde sino en las entrañas mismas de una crisis humanitaria como no se tenga memoria.

Una inflación que al cierre de año los cálculos de Econométrica ubican en el 2.000 % (la más alta del mundo, aunque ya resulte cansón recordarlo), deja sin aliento a la mayoría de la población frente los mostradores del comercio, y, en el caso de los fármacos, condena a muerte a quien pase por la desdicha de contraer una enfermedad seria, o quizás no tan seria pero susceptible de agravarse sin el tratamiento adecuado. En un pronóstico que hubiésemos preferido omitir, la citada firma advierte sobre un escenario peor hacia el 2018, que pudiera concluir con un retroceso económico del 12,3 % y una inflación (se recomienda leer esto sentados), por el orden de 29.100 %.

Las escenas que se ven en las calles de las ciudades no reflejan, por ningún lado, la Navidad anhelada, no por la ausencia de lujos y excesos, sino a causa de la generalizada y extrema pauperización de los ciudadanos. Qué decir, por ejemplo, de la ausencia de la hallaca, del arbolito, del juguete en la ilusión de los niños. Colas para surtirse de gasolina y gasoil en once estados, problemas con el gas doméstico y, además, apagones. No obstante todo esto, no nos corresponde imitar a la mujer de Job, frente a la fe inconmovible del hombre que, aún cubierto su cuerpo de furúnculos, ve desmoronarse su casa y sufre el asesinato de sus hijos, pero sigue creyendo en Dios. Ante eso, ella lo increpa de esta manera: “¿Todavía perseveras en su entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!”.

Los venezolanos estamos obligados a seguir aferrados a la fe, y unidos, es decir, solidarios. El sentido de humanidad no debe ser barrido por los enfermizos vientos que soplan. La imagen del Niño Jesús al nacer en un pesebre, en Belén, convoca a la paz, a la reconciliación. En la más poderosa muestra de moderación, sacrificio y amor que se haya registrado jamás sobre la faz de la Tierra, el Creador envió a su hijo, nacido del vientre de una mujer, para que se hiciera semejante a los hombres. Y, sin extraviar su propia divinidad, predicó el Evangelio, nos acercó a su Padre celestial, y ofrendó su vida en el atroz sacrificio de la cruz, para nuestra redención.

Es una enseñanza que, pese a todas las adversidades y pruebas a las que somos sometidos, debe permanecer vigente, inalterable. Próximos como estamos, en EL IMPULSO, a cumplir, el 1° de enero, 114 años de la fundación en Carora, y a recibir, el domingo 14 de enero, la visita número 162 de la Virgen María, en su advocación de la Divina Pastora, tenemos motivos para abrigar esperanzas y no desfallecer. Es nuestra decisión no ceder a la perversidad. Contamos con sobradas razones para sostener, cada día, la búsqueda de ser buenos, y dignos, a los ojos de Dios.

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