Hoy es Navidad y la Navidad en Venezuela siempre ha sido no sólo muy celebrada, sino vivida con auténtica alegría. Ésta no es así. No se parece en nada a las otras. Tal vez sólo se pueda comparar a otra Navidad tristísima, la de 1999, días después de la tragedia de Vargas. Todavía no se sabía la magnitud del desastre y aun así estuvieron llenas de pesadumbre y melancolía. La de 2017 no se queda atrás. La tragedia es otra, con dimensiones mucho mayores. No es una catástrofe natural, como fue aquella, sino el producto de la corrupción, la desidia y la mala administración de un grupo de personas a quienes el país les importa poco o nada. Lo vieron simplemente como la caja chica de sus negocios personales. Y la mayoría del pueblo lo está padeciendo.
¿Qué decirle a alguien que busca esperanza cuando uno sabe que lo que viene es más desesperanza? No es momento de mentiras piadosas. Cualquier cosa que diga sobre el tema de cómo vamos a estar el año que viene tal vez se quede corto, por lo terrible que anticipo. Tendría que “decir la verdad por amarga que fuera” como canta Joaquín Sabina.
Entonces me puse a pensar en que, a pesar de que avizoro un panorama difícil, hay muchas razones que me hacen sentir bien. Como la gente que sigue emprendiendo a pesar de lo engorroso que se ha vuelto todo. Personas que trabajan duro, que no se rinden. En los jóvenes que han decidido quedarse con todas las expectativas en contra, porque quieren construir un país distinto. En los periodistas -que a pesar de las crecientes amenazas y represiones- continúan denunciando, investigando, señalando. En los artistas que trabajan literalmente con las uñas y siguen enriqueciéndonos con su arte. En los médicos que no dejan de luchar para salvar vidas, con todas las circunstancias en contra. En los que enseñan, porque su profesión en la Venezuela de hoy es todo un apostolado.
Pienso en quienes trabajan como voluntarios en ONGs que se ocupan de todo lo que el gobierno ignora. En quienes comparten sus alimentos y sus medicinas, aunque les hagan falta.
Y pienso en quienes se han mantenido honestos a pesar de que los valores se fueron al estricote. Una gran sonrisa se asoma a mi rostro y me digo “tenemos remedio”. La reserva moral es grande. Feliz Navidad para todos.
@cjaimesb