Nada más tortuoso que intentar describir la realidad que vive el país. La pretensión de continuar imponiendo a sangre y fuego un modelo económico fracasado y que nos ha traído a la actual devastación, dan cuenta del nivel de enfermiza disociación de lo que padecen a estas horas los venezolanos, y de una crueldad que desde el poder, parece alimentarse del silencio y la pasiva espera en una cola.
Las distorsiones acumuladas luego de décadas de regulaciones, corrupción e impune saqueo rojo del tesoro nacional, cerco y destrucción del tejido empresarial privado, expropiaciones, sequía de divisas y distorsiones monetarias y cambiarias, han ido alimentando en silencio a un monstruo hiperinflacionario que hoy sale a la superficie con el ruido de la queja y desesperación ciudadana a la que el dinero se le evapora en sus manos, y un ritmo demencial de subida de precios, que no tiene que ver ni con guerra económica ni con sanciones del imperio, sino con la percepción extendida en los actores económicos de que la escasez empeora cada vez más, mientras no se corrijan los desequilibrios estructurales de la economía, y mientras no se den señales de un cambio político en Venezuela.
La lentitud de las reuniones en el llamado proceso de “negociación” que se realiza en República Dominicana, contrasta con la velocidad en la cual se deterioran las condiciones de vida de los venezolanos. Aun cuando pretendan ocultarse o disimularse, vía propaganda “revolucionaria”, los niveles de hambre, de desnutrición, de empobrecimiento, de ausencia de medicinas, de la imposibilidad creciente para millones de compatriotas para alimentarse así sea una vez al día, la fragilidad de la infraestructura tecnológica que soporta las telecomunicaciones y los pagos electrónicos, la progresiva paralización del transporte a todo nivel, configuran un cuadro en el cual, la palabra inviabilidad emerge en el panorama del más corto plazo, sin alguna decisión, anuncio o hecho que suponga un retorno a niveles mínimos de cordura e institucionalidad.
Sí, todo escasea, hasta la cordura. Ninguna crisis es eterna. Cualquier sistema, económico, político, o social, en medio de una aguda crisis o convulsión, genera sus propios mecanismos para salir de ella y restituir el orden, o crear uno nuevo.
Aun cuando se perciba una ausencia de liderazgo, o un enrarecido clima en el que el descreimiento y la desesperanza en el futuro sean las constantes, sin duda los venezolanos están refugiándose en las redes familiares y de amigos, durante estos días decembrinos, para poder sobrevellevar la dureza de unas tradiciones navideñas, que intentan mantenerse a duras penas en la mesa de cada hogar.
Pocas veces como hoy, muchos han entendido el verdadero valor de aquello que se posee, y que no radica en bienes físicos o materiales. Nunca como hoy, hay tanta nostalgia venezolana esparcida por el mundo. Nunca como hoy, en medio de tanta incertidumbre, los venezolanos han entendido que deben buscar el sentido a su quehacer en el trabajo, en el hogar, en la familia, y en aquellos valores de ética, respeto, bondad, solidaridad y unión, sobre los cuales, deberá reconstruirse tarde o temprano a nuestra Venezuela.
@alexeiguerra