La celebración de la Navidad gira en torno a ceremonias, adornos, música, comidas especiales y regalos, pero su verdadera esencia es renovar lazos y expresar los afectos en familia y entre amigos. Independientemente a las tradiciones de cada cultura y a la utilización de símbolos como el pino, el pesebre y San Nicolás (y más allá de las perversiones de mercantilismo oportunista) está presente el deseo de hacerse grupo para compartir penas y alegrías, ya que las circunstancias particulares determinan el estado de ánimo de estas fechas.
Para Venezuela, estas serán unas navidades inolvidables, pero no precisamente por el disfrute y goce de las mismas. La situación general está plagada de carencias de toda índole. Vivimos en medio de una guerra de rabias, atropellos y violencia. Reina entre la población una atmósfera de impotencia y frustración pues no hay soluciones al alcance de las manos. Para quienes creemos en la Providencia, nos consuela saber que es por algo y para algo que nos ha correspondido vivir esta experiencia tan inusitada. Personalmente pido a Dios fortaleza, pero que -por favor- no me la rime con tristeza.
Inmersa en este caos, ruego porque la alegría se manifieste en alguna sonrisa, algún abrazo o algún gesto de buena voluntad para sentir y creer que la vida sigue su curso en su cauce hacia la trascendencia, tanto para quienes profesan una religión como para los agnósticos, a quienes les corresponde por igual responder al legado que dejaremos las nuevas generaciones.
Los niños son los grandes protagonistas de esta época del año. Por ellos y para ellos debemos hacer esfuerzos para modificar favorablemente el ambiente. Éste ha de ser nuestro gran regalo para una Navidad sin precedentes pues hasta en las guerras más cruentas se hacen treguas en respeto a la Navidad.
Mucha literatura se ha escrito para ilustrar el significado de estos días festivos y casi todas están pensadas para que lleguen a los niños. Quiero apelar a la bondad de padres, abuelos, tíos, hermanos mayores, vecinos y amigos de la infancia para que iluminen la oscuridad que nos arropa contando a los pequeños fábulas, cuentos y poemas alusivos a la Navidad.
Hay muchísimos. Si no encuentran libros pueden acudir a las pantallas de las plataformas tecnológicas donde encontrarán montones de narraciones, videos y películas. El tiempo de dedicación a los pipiolos complementará el insustituible regalo del amor.
No voy a recomendar ningún texto en particular, pero quiero referirme a uno que se ha hecho universal: El Cascanueces. Se trata de un cuento adaptado por Alejandro Dumas (padre) de la obra original de Ernst Hoffmann. Esta fábula se popularizó, desde Rusia, luego de representarse, a finales del siglo XIX, como un ballet con la música compuesta por Tchaikovsky.
Su argumento tiene todo el sentido y la estructura de un cuento de hadas y posee además códigos multivalentes que llegan por igual a niños y adultos.
Va el resumen, como regalo para los lectores. Espero que les despierte curiosidad y se acerquen a la obra original traducida al ballet. ¡Es preciosa!
Es 24 de diciembre y la familia Stahlbaum celebra su fiesta de Navidad. Clara y Fritz, hijos de los Stahlbaum, esperan ansiosos sus regalos. Drosselmeyer, el tío favorito y un ingenioso artesano, se aparece con una gran caja de música de la que salen mágicamente un soldado bailarín, una muñeca y un oso polar. Clara pide la muñeca, pero su madre le explica que no es posible porque es parte de la caja.
La niña llora desconsoladamente y Drosselmeyer le regala un cascanueces de madera y le da el Rey de los Ratones al hermano de Clara. En una trifulca entre los dos niños se rompe el Cascanueces y Drosselmeyer logra arreglarlo. Al finalizar la fiesta, los invitados se van y el Cascanueces se queda junto al árbol de Navidad.
A la medianoche Clara va a dar una vuelta a su Cascanueces, pero vuelve a quedarse dormida y sueña que los juguetes cobran vida a su alrededor. El malvado Rey de los Ratones y su banda de roedores la aterrorizan, pero llegan en su auxilio los soldaditos comandados por el Cascanueces.
Fritz se les suma como capitán de artillería, pero comienzan a perder la batalla. Clara se arma de coraje y lanza una de sus zapatillas al Rey de los Ratones. Lo derriba, el Cascanueces lo desaparece y los ratones huyen.
En ese momento, el Cascanueces se transforma en un hermoso príncipe e invita a Clara y a Fritz a un viaje a través del bosque encantado. Allí se encuentran con el rey y la reina de las nieves quienes bailan para ellos junto a los copos de nieve.
La danza se va convirtiendo en un torbellino que impulsa al trineo, donde van el príncipe, Clara y Fritz, hacia un lugar lleno de magia que es nada menos que al reino de las chucherías. Son recibidos por un hada que pide al príncipe que le cuente sus aventuras como Cascanueces. Se da inicio a una fiesta maravillosa que culmina en un baile entre el príncipe y el hada. Clara y Fritz vuelven de regreso a la realidad en su trineo.