La historia como reflexión y escritura es básicamente una mentira encuadernada. Desde los gobiernos se organiza un recuerdo conveniente que permite que unos pocos engatusen a la inmensa mayoría de los dirigidos. Y esto sin importar si se vive en una esplendorosa democracia o en un brutal socialismo. La Plutocracia es la que manda: forma de gobierno en que el poder está en manos de los más ricos o muy influido por ellos.
Luego están los mitos que el Poder se encarga de convertir en símbolos y colores. El mito más dañino en los tiempos más recientes ha sido el nacionalista que incubó las dos guerras mundiales y sus millones de muertos. Después viene el religioso desde una fe militante, más guerrera que espiritual. Es por ello que libros como “La Otra Historia de los Estados Unidos” (1980) de Howard Zinn (1922-2010) representa un acto de rebeldía historiográfica sobre unos recuerdos que mancillan a la inmensa mayoría de sus actores, en este caso: indios, negros, mujeres, trabajadores y pobres.
Poco sé de la Historia de los Estados Unidos, pero luego de revisar los contenidos que Zinn repasa muy críticamente, uno puede concluir que su historia nacional posee una lógica ideológica idéntica a la venezolana. La Independencia de los Estados Unidos fue en 1776 y la nuestra en 1811. Inicios paralelos de una andadura distinta. Estados Unidos se engrandeció mientras que la Gran Colombia se empequeñeció. Thomas Jefferson (1743-1826), uno de los Padres Fundadores de la Nación Americana, fue esclavista y propietario, de la misma manera que lo fue nuestro Simón Bolívar (1783-1830).
La fiesta más popular en los Estados Unidos es el Día de Acción de Gracias, el famoso: “Thanksgiving” que se celebra el cuarto jueves de cada mes de noviembre. Se rememora el encuentro “amistoso” del año 1620 entre los peregrinos y los nativos. Cuando en realidad las relaciones entre los recién llegados de Inglaterra en el barco “Mayflower” y los originarios propietarios de esos territorios terminaron en una masacre. Sólo basta referir a Wounded Knee en 1890.
Otro mito muy querido gira en torno a la muy popular historia del “Tío Tom”: “la triste historia de un esclavo bueno y su familia, quienes a pesar de las múltiples desgracias que les acontecen siguen siendo buenos cristianos y aceptan su destino y su situación con respecto a los blancos”. Cuando en realidad los 4 millones de esclavos africanos negros vivieron en el Infierno. Abraham Lincoln (1809-1865) es conocido como el adalid que abolió el odioso sistema de la esclavitud en el contexto de la Guerra de Secesión, el Norte contra el Sur (1861-1865) y uno de los grandes héroes estadounidenses. En realidad, el tema de la esclavitud no es lo que estaba en juego sino la integridad territorial de los Estados Unidos alrededor de los intereses de las elites blancas con dos modelos de sociedad en disputa.
Sostiene un reputado historiador europeo de hoy, Jordi Canal: “La tarea del historiador es mucho más modesta: separar el mito de la historia y poner de manifiesto las perversiones que genera su confusión”. Casi nada. Esto implica poner de cabeza la mayoría de los supuestos con que vivimos la mayoría: nuestra cordura imaginada. Aunque vale la pena el atrevimiento de formar parte de una “cultura de oposición permanente” como la que representa Zinn y que enfrenta quijotescamente la poderosa memoria trucada construida desde los todopoderosos Estados y sus elites.