Era algo impensable hace apenas unos meses. La evaluación negativa de la gestión del presidente Nicolás Maduro y la consiguiente caída de su popularidad a menos del veinte por ciento a nivel nacional, hacían políticamente inviable la posibilidad que el chavismo como fuerza política le lanzara al ruedo electoral presidencial. Más aún luego del resultado de las parlamentarias nacionales de diciembre de 2015, donde el partido de gobierno sufriera una derrota humillante y se golpeara aún más la figura presidencial. No obstante, luego del resultado del pasado 15 de octubre, las circunstancias políticas han cambiado de tal manera, que el vicepresidente ejecutivo Tareck El Aissami ha lanzado al ruedo la figura de Nicolás Maduro por toda la calle del medio para optar por la candidatura del Psuv y con un detalle demasiado importante, lo ha presentado como candidato y no como pre-candidato; prácticamente dando por hecho que no existe ningún tipo de discusión interna ni sombra que pudiera disputar el liderazgo del presidente en el seno de su organización política. Frente a estos nuevos elementos de la política venezolana cabe preguntarse qué ha pasado en tan corto tiempo y en el marco de los peores registros de inflación padecidos por la población para relanzar el proyecto político de Nicolás Maduro Moros.
Acudimos al último estudio de Venebarómetro con cobertura nacional con trabajo de campo finalizado a mediados del mes de noviembre. Allí vemos con asombro cómo se recupera algunos puntos la valoración de gestión del presidente de la República comparativamente hablando frente a meses anteriores. Aunque en términos globales sigue siendo mal vista por la gran mayoría de venezolanos (74 %) opina que es mala o muy mala, llama poderosamente la atención que en alrededor de 12 puntos porcentuales haya mejorado y llegado casi al 25 % quienes le valoran positivamente cuando este mismo indicador estaba en 13 % en medio de una situación económica que se ha ido agudizando y cuya mayor responsabilidad le es atribuida al propio Maduro. Pareciera que se está dando un reposicionamiento del Psuv (que llega al 30 por ciento, convirtiéndose en la primera fuerza política, desplazando a la Mud como plataforma electoral) en medio de una descomunal inflación y recesión económica que ha empobrecido a la gran mayoría de la población. Esto ha abierto un campo de posibilidades a Nicolás Maduro que no se lo ha pensado dos veces para optar de nuevo a la presidencia. Sin embargo, el estudio citado da cuenta que en términos de intención de voto, la oposición sigue siendo mayoría con unos quince puntos de ventaja pero solo bajo criterio de candidatura única. En caso de existir dos o tres candidaturas de oposición, Maduro con un treinta y cinco o cuarenta por ciento de la votación y en un escenario de múltiples candidaturas, perfectamente pudiera ganar de nuevo la elección presidencial. Está claro que aunque el escenario actual en materia de desempeño económico reprueba abiertamente la gestión presidencial, sin un rumbo estratégico claro, definido desde la oposición, será imposible sortear la reingeniería electoral aplicada desde el Estado y desde el propio chavismo para seguir recuperando terreno e implosionar a la oposición venezolana.
Por tanto, si es posible una reelección del presidente Maduro si desde la oposición no se emiten señales claras que repongan la alineación entre la mayoría social del país que valora muy negativamente la actual gestión presidencial y el liderazgo político. Para ello es indispensable evaluar lo que significa una transición en medio de unas circunstancias económicas, sociales y políticas que requerirán criterios de amplitud y sostenibilidad para garantizar una ruta apropiada. No es una tarea fácil pero hay que emprenderla cuanto antes. Las condiciones de la cotidianeidad de la gente en Venezuela empeoran cada día. La hiperinflación se ha convertido en un fantasma que ronda cada hogar del territorio nacional y no respeta condición socioeconómica. Más allá del evento electoral municipal en curso y de las probables elecciones de diputados estadales y concejales supuestamente con ganas de ser convocadas para febrero, la mirada y el interés de la comunidad nacional e internacional está puesta sobre quién ha de regir los destinos del país a partir de 2019. En política hay que tener muy claro que no existen victorias ni derrotas absolutas y que el tiempo político difiere en mucho del tiempo real. Por tanto, a veces las ecuaciones de cálculo político se estrellan con las de cálculo económico.