A nivel internacional Venezuela dejó de ser noticia, ya no hay fotos de jóvenes enfrentándose a fuerzas públicas en condiciones desiguales, ni el tricolor colgando de avenidas o pintado en rostros angustiados. El humo ya no llena las calles y avenidas de muchas ciudades, ni se escuchan consignas de una marcha sin retorno hasta que se logre el rescate de la Democracia. La perspectiva heroica del conflicto en el país dejó de estar presente, y por ello dejó de ser noticia. Para que algo sea noticia debe tener un componente de drama y espectáculo, hoy a simple vista eso dejó de estar presente en Venezuela.
Lamentablemente el drama sigue. La tragedia de cientos de familias con algún miembro recluido en alguna cárcel continúa, y quienes perdieron la vida no regresarán a sus casas. También se rompió la ilusión de muchos, quienes hoy intentan encontrar una luz al final del túnel oscuro en el que se ha convertido su cotidianidad. La sociedad ha quedado huérfana una vez más, cada vez sumergida en un lugar más profundo de deterioro social y una realidad económica que evita cualquier opción distinta a intentar sobrevivir.
Esa es la realidad que permite que unos pocos continúen llevando por un camino errado el destino de miles, distraídos en sobrevivir pocos se atreven a pensar que alguna solución es posible. Nada tan alejado de la realidad que esa afirmación. Siempre es posible encontrar una solución, quizás no la ideal, pero si la más factible. En este momento el principal llamado debe ser a encontrar una solución, no solo a nivel social sino colectivo. Para ello los protagonistas deben cambiar de paradigmas, o ser cambiados por las circunstancias.
Un primer cambio de paradigma pasa por comprender que no se trata de un cambio de gobernantes como fin último, sino un cambio en la manera como se conduce el Gobierno. Esto puede sonar a juego de palabras, pero tiene connotaciones muy importantes. Al grueso de la población poco le importa quién gobierne si al final de cuentas les permite contar con cierto bienestar. Comprender esto cambia completamente la perspectiva del conflicto actual en Venezuela, pues se pudiera pasar de exigir un cambio de Gobierno a exigir un cambio de Política.
Lo anterior sin duda tiene complejidades, pues en primera instancia implica una capacidad de perdón muy alta. Hoy en Venezuela hay familias separadas, personas que han fallecido, muchos más que han sido víctimas de acoso político, sin contar quienes han sufrido con mayor fuerzas años de malas políticas económicas. Por otro lado, los reiterados intentos de lograr que el Gobierno rectifique sus políticas no han sido oídos de manera consistente, lo que hace pensar que quienes dirigen el país no cambiarán su forma de actuar, de donde se infiere que deben salir.
Quizás no sea tarde para seguir intentando que el Gobierno rectifique sus políticas. Es una apuesta menos ambiciosa quizás, pero a la vez más realista. No se trata dejen el Gobierno porque sí, se trata de gobiernen bien. En esa línea es también posible que la comunidad internacional vuelva a encontrar un punto del cual agarrarse para seguir contribuyendo a que la situación de los venezolanos mejore, que es al final de cuentas la mayor urgencia en este momento. Sin duda esta es una perspectiva distinta, y por lo tanto debatible, pero al menos pudiera esperarse un resultado diferente.
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