Asdrúbal Aguiar: El diálogo es parodia, falacia, engaño

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El diálogo en República Dominicana, entre el Gobierno de Nicolás Maduro, quien lo ha promovido al verse aislado, y una representación de la oposición es parodia, falacia, engaño.

Tal es la apreciación que tiene el Dr. Asdrúbal Aguiar, secretario ejecutivo de Iniciativa Democrática de España y las Américas (IDEA), la organización que aglutina a ex mandatarios de ambas partes, al ser consultado por EL IMPULSO.

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El profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad Católica Andrés Bello y de varias universidades del continente, dijo que el Gobierno es el que propició el encuentro “para bajarle la candela que lo quema; pero también para debilitar a la oposición”.

Al analizar estas conversaciones, tomando en consideración que el propio cardenal Jorge Urosa Savino afirmó que Maduro se había burlado del Vaticano y que el régimen ha llegado a sentarse con la oposición por las sanciones que pesan sobre sus funcionarios por violación de derechos humanos y la imposibilidad de obtener dinero fresco por las condiciones deplorables en que se encuentra Venezuela, que prácticamente ha sido declarada en default, el Dr. Aguiar duda del resultado que se espera.

Una vez como el régimen de Maduro queda aislado internacionalmente, de forma plena, y a raíz del golpe de Estado que significara la instalación de una Constituyente dictatorial y corporativa, que burla para integrarse el principio del voto universal, directo y secreto, las posibilidades de acceder al crédito internacional se le han cerrado de modo abrupto; lo que provoca el conjunto de sanciones internacionales, que debieron dictarse antes, en modo de castigar individualmente a los miembros del gobierno vinculados a violaciones sistemáticas de derechos humanos y a los crímenes de narcotráfico y terrorismo.

Lo que cabe preguntarse es porqué dichas sanciones no llegaron antes, siendo que el régimen mudó en un cártel criminal desde hace mucho, y aquí las posibilidades pueden reducirse a dos, a saber, que hasta entonces la revolución no había pasado la línea roja.

Lograba simular el respeto a la democracia hasta que acaba con el voto abiertamente, una vez como descubre haber perdido todo apoyo popular, luego de diciembre de 2015. Y, a la par, las contradicciones de la oposición en cuanto a caracterizar sin concesiones al mismo régimen. Unos arguyendo que tenemos una democracia deficiente y no una dictadura, en especial los socialistas de la MUD, más preocupados por la aparición de una suerte de Macri como opción política que de acabar con la dictadura, y otros acusando al régimen de narcotraficante y corrupto, pero que la misma oposición se ocupa de descalificarlos, coincidiendo con el gobierno, de radicales. No se le puede pedir al mundo internacional, entonces, que haga por los venezolanos lo que nosotros no hacemos por nosotros mismos, más allá de las protestas.

Y en cuanto a lo que más preocupa, la transformación del aparato estatal en una empresa de narcotráfico y al servicio del delito, que pudo concitar una reacción internacional anticipada, mucho antes del golpe constituyente, cabe decir que ello obedece a la laxitud moral –si acaso puede llamarse moral a la laxitud– de las democracias en América Latina, incluido el gobierno de Obama. Favorecieron un entendimiento entre el crimen y la sociedad democrática y decente de Colombia, y les sorprende que en Venezuela no tenga disposición la oposición más combativa –no hablo de la coludida y secuestrada como chantajeada por Maduro– para entenderse y negociar con los jefes del cártel oficial.

Obviamente que el gobierno es el que propicia el diálogo, para bajar la candela que lo quema, pero también para debilitar a los actores políticos de la oposición que la atizan, y lograr así disminuir su gravosa situación internacional, que le impide obtener más dinero para sus tropelías. ¿Por qué no usa Maduro el dinero de sus cómplices para resolver la crisis humanitaria, por qué no les pide que se metan la mano en el bolsillo?

-De concretarse un acuerdo con la oposición, ¿podría esperarse que haya igualdad de condiciones electorales, libertad de presos políticos y un canal humanitario?

-Lo primero que cabe decir es que la negociación de República Dominicana es no sólo una parodia sino una falacia, un engaño. ¿Cómo pueden negociar dos partes, una de las cuales le mantiene el revólver sobre las sienes a su contraria? ¿Tiene la oposición, acaso, fuerza para negociar, cuando sus actores están en la cárcel o perseguidos, o amenazados de cárcel sino se avienen con el régimen? Lo grave es que, al paso, está sentado en la mesa el primer vocero de los chantajes y amenazas a la oposición en nombre del gobierno, el expresidente Rodríguez Zapatero, famoso por sus negocios de armas con el chavismo.

Mientras hayan presos, no estén habilitados todos los venezolanos para ejercer sus derechos políticos, todavía más, mientras los votantes sean presas fáciles para el chantaje por carencias de alimentos y medicinas, no habrá elección libre, justa y equitativa en Venezuela. Tiene que cambiar el régimen, tienen que abandonar el poder los criminales que lo han secuestrado y tienen bajo secuestro al país, es indispensable un cambio pleno de la orientación política y económica, para que regrese la libertad y la democracia al país. No cabe duda.

-¿Cree que el Gobierno que irrespetó la voluntad popular al desconocer la Asamblea Nacional sustituyéndola por el TSJ y por una Constituyente, acceda a aceptar que sí existe un Poder Legislativo?

-No ha aceptado ni aceptará una legislatura autónoma e independiente, y eso está probado. Y su constituyente corporativa es, cabe tenerlo presente, la primera pieza del andamiaje constitucional cubano que nos amenaza. De allí que el régimen haya puesto como condición a la oposición aceptarla. Ya veremos qué hace ésta y sobre todo qué hacen los Cancilleres del Grupo de Lima que la han condenado.

-¿Cuáles son sus expectativas sobre el país con esta hiperinflación y crisis que no van a resolverse en días?

-La hiperinflación durará, cuando menos, un año. Y lo que se avizora es la explosión social. Pero esta historia pronto acabará, por razones generacionales, se cierra fatalmente un ciclo político generacional que ya dura 30 años, que ha sido doloroso y transicional, y que se inicia con El Caracazo, en 1989. Y aquí la comunidad internacional -sobre todo los cancilleres que se han involucrado con nuestra cuestión- debe entender que su responsabilidad no es sólo la de amainar la turbulencia venezolana que le quita tiempo y le preocupa por la amenaza de migraciones masivas hacia el extranjero, importándole sólo que los venezolanos dejemos de protestar así nos quedemos en cuarentena, presos con nuestras desgracias. Tienen el deber de ayudar a la reconstitución de la democracia y de la vida decente en Venezuela, a menos que poco les importe la vigencia de la democracia profunda en la región y el avance del narcotráfico sobre las estructuras políticas.

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