Este gobierno, consecuente con su lógica perversa de dividir el país en dos bandos en guerra y negar una cívica contienda política, secuestró desde hace varios años al Consejo Nacional Electoral, para fortalecer una de sus ficciones más rentables: la de presentarse como un régimen que permite la consulta democrática, que hace elecciones, y que, de paso, las gana con una sospechosa holgura, permitiendo una que otra excepción que burla de inmediato mediante nada sutiles fórmulas antidemocráticas como “protectores”, “autoridades”, “anulación de proclamaciones”, “desacato” y un ilegítimo “poder constituyente”.
Tal es la posición dada a través de un documento por el Grupo Armonía, que señala claramente que la intención del Gobierno es manipular la voluntad popular y, desde luego, desconocer los resultados cuando gana la oposición. Considera que se debe votar para recuperar el espacio de Iribarren.
Desnaturalización de las instituciones
Señala que la lógica del régimen lo lleva a desnaturalizar todas las instituciones republicanas y a algo igualmente grave (o más): la corrupción del lenguaje. Así, ha despojado al vocablo “elegir” de su contenido, que –como dice el filósofo Fernando Savater- no es otro que la libertad. Es decir, el valor de elegir libremente. Cuando las palabras pierden su sentido original y se designa con ellas algo que las contradice, estamos en presencia de una comunidad enferma. Sanarla es posible, si advertimos el mal y adquirimos conciencia de la calamidad.
En realidad, con la convocatoria a “elecciones” la verdadera intención del régimen no es someterse a la voluntad de la mayoría, sino más bien, manipularla o desconocerla a posteriori. Si bien contó con gran apoyo popular durante varios años, es innegable que desde el primer momento, el gobierno (llámese de Chávez o de Maduro) mostró una vocación hegemónica, al activar todos los mecanismos y tretas posibles que le facilitaran el control del máximo organismo electoral, para que en el momento de la pérdida de ese respaldo, siguiera “ganando” elecciones. Así, erigió un sistema que le permitió en una ocasión, con menos votos, contar con un número mayor de diputados que el obtenido por la mayoría. También, hacer pasar como normal el ventajismo y un diverso abanico de medidas clientelares (“Puntos rojos”, Carnets de la Patria, etc.) que ejecuta sin rubor alguno hasta el mismo día de los comicios, frente o muy cerca de los centros electorales.
El fraudulento “sistema” exhibió su máximo nivel de eficacia (y de descaro) el pasado 15 de octubre en las elecciones de Gobernadores. Abundaron las prácticas tramposas señaladas por diversos expertos. Entre otras, recordemos la exclusión de testigos en las mesas, la votación a puertas cerradas sin supervisión, las reubicaciones masivas de electores a última hora y hasta el burdo forjamiento de actas manuales, como ocurrió en el estado Bolívar.
Bien sabemos que frente a la conmoción producida por los resultados de ese día, algunos factores de la oposición democrática anunciaron la no postulación de candidatos en las próximas elecciones de Alcaldes. Entendemos y respetamos sus razones. Es más, compartimos -como lo revelan los párrafos anteriores- su visión acerca de la falta de condiciones y garantías para un proceso electoral equilibrado.
La defensa del voto
Sin embargo, el Grupo Armonía piensa que la defensa del voto debe hacerse votando, aun a sabiendas de la parcialidad del árbitro y de la ilimitada capacidad para hacer trampas que posee el gobierno, cuyo costo político crece en la misma medida en que se incrementan nuestros votos. Enfrentarlo debe ser una actividad en el propio terreno y no sólo una justificada retórica de la queja y la denuncia, máxime cuando los procesos electorales, en algunos municipios, ofrecen posibilidades ciertas de preservar espacios para las fuerzas democráticas o de recuperar algunos. Eso, precisamente, es lo que observamos en el Estado Lara.
Por otra parte, el Grupo Armonía estima que a pesar de las diferencias ventiladas (a veces con excesiva emoción) entre los diversos factores democráticos, hay algunos puntos básicos en los cuales parece indudable el consenso. Uno de ellos es la necesidad de dignificar y rescatar la libertad del voto. Otro, reivindicar la unidad desde sus bases primarias y abrirle un cauce amplio a la participación de todos. Hacer esto desde cada municipio nos parece que es hoy lo más idóneo y conveniente. Así, en medio de tantas dificultades, nos satisface que las bases y algunos dirigentes regionales de la oposición, al margen de sus partidos (nunca en contra de ellos) hayan decidido participar en las elecciones del próximo 10 de diciembre.
También saludamos el respeto con que las direcciones de esos partidos han convivido (y conviven) con esa circunstancial diferencia. Creemos que se trata de una lección democrática que, más temprano que tarde, sabremos valorar mejor.
A las elecciones se concurre, desde luego, para ganar. Pero no sólo para eso. La Venezuela de hoy nos impone nuevos retos y, también, nuevos modos de asumirlos, para dejar permanente testimonio de conducta democrática y de defensa de nuestros derechos en esta oscura etapa de la historia, Asimismo, para poner aún más en evidencia la delictiva acción perpetrada desde el gobierno.
El llamado a votar
Con fundamento en esas razones, llamamos a votar el próximo 10 de diciembre por los candidatos a Alcalde inscritos por los factores democráticos de la unidad opositora larense.
En el municipio Iribarren se trata –por eso lo destacamos- de recuperar un espacio arrebatado por la dictadura mediante el uso de la fuerza. Cada voto en Iribarren por Macario González, será también un voto a favor de la libertad de Alfredo Ramos.
Hoy, en dictadura, votamos por la democracia para que en un futuro cercano, en democracia, sigamos votando unidos contra toda forma de dictadura y rescatemos plenamente el valor de las instituciones republicanas y de las palabras que las nombran, concluye el documento.
