Una figura resplandeciente, vestida con una camisa blanca y parada frente a un atril en una pose propia de un predicador religioso.
Detrás de ella, el cielo parece sacado del Viejo Testamento: las nubes se agolpan como si prometiesen una revelación inminente. Los bordes de la imagen están desenfocados, lo que le da un aire onírico.
Es como si alguien hubiera visto esa imagen en una pesadilla y de alguna manera se las hubiera ingeniado para recrearla en una foto.
La imagen es del exvicepresidente estadounidense Al Gore y fue tomada durante la campaña presidencial del año 2000.
La captó el fotoperiodista David Burnett, que había seguido a Al Gore por buena parte del país. Y mientras la mayoría de sus colegas utilizaban cámaras profesionales tradicionales como Nikon, Canon o Leica, Burnett escogió otro camino.
Su herramienta de trabajo era una «cámara de juguete» con lente de plástico, inventada en China para que los obreros del país asiático pudieran comprarla barata y sacar fotos sin muchas dificultades.
¿Su nombre? Holga. Ese rectángulo macizo de plástico duro había salido al mercado en 1982, en un momento en que la fotografía amateur en la China comunista estaba en pañales y los rollos de 35 milímetros eran muy difíciles de conseguir.
Nadie por entonces podía anticipar que la tosca Holga se convertiría, décadas más tarde, en inspiración para una de las redes sociales más populares del planeta.
Limitada
El diseño de la Holga había sido pensado para rollos de 120mm, unas seis veces más grandes que los tradicionales 35mm que se usaban en las cámaras más populares en los países de Occidente.
Una de sus curiosidades era que su carrete era tan grande que no se necesitaba hacer copias, sino simplemente revelar un «contacto»: la imagen al mismo tamaño que está en el negativo.
Sin embargo, la Holga no comenzó bien su camino.
Cuando fue lanzada como marca, en Europa y Estados Unidos el mercado estaba inundado de cámaras funcionales, modernas y sofisticadas, que superaban técnicamente a la novedad china.
La capacidad de Holga era rudimentaria, casi la mínima exigida para tomar una foto estándar.
Y eso significaba que las imágenes que lograba siempre corrían el riesgo de tener alguna deficiencia: la luz se podía filtrar por la caja que contenía el rollo, lo que dejaba un rayón blanco por todo el negativo.
O el mecanismo para hacer correr el film algunas veces se atascaba, lo que producía que algunas imágenes quedaran expuestas encima de otras.
Sin embargo, esas deficiencias comenzaron a llamar la atención de fotógrafos y artistas.
Filtro rojo
Burnett llegó a Holga a través de un libro llamado «Ángeles en el Arno», del fotógrafo estadounidense Eric Lindbloom, quien incluyó en la publicación imágenes tomadas con una cámara similar llamada Diana.
«Entonces descubrí la Holga, que costaba US$20, y compré varias para probar cómo funcionaba», recordó Burnett.
«Me gustaba cómo se veían las fotos. Entonces, en el año 2000, la comencé a llevar junto a mis otras cámaras (no tuve una digital hasta 2003). No era mi cámara principal sino la cuarta o quinta colgada alrededor de mi cuello, sólo la utilizaba para escenas que consideraba apropiadas».
Como aquella imagen de Al Gore.
«Ocurrió en un acto de campaña en Filadelfia (el domingo antes del martes de la votación). Yo tenía un viejo filtro rojo marca Nikon y lo sostuve frente al lente de la Holga», recordó Burnett.
«Y tomé la foto. El resultado no fue utilizado por la revista para la que trabajaba en ese entonces (Newsweek), pero se convirtió en mi foto favorita de todas».
Todo gracias a una rudimentaria cámara china y un viejo filtro.
El año chino
Sin embargo, a pesar de su potencial artístico, el paso de la Holga por el mercado chino fue más bien breve.
El rollo de 35mm se popularizó en el país comunista, lo que aniquiló las cámaras de 120mm.
Entonces, con la idea de buscar nuevos horizontes y clientes, los fabricantes encontraron una salida hacia los mercados occidentales a través de Hong Kong.
Y descubrieron un nicho de fotógrafos que deseaban algo más experimental para sus imágenes.
En los años 90, el culto de esos fotógrafos por cámaras novedosas explotó con el advenimiento de Lomography, una compañía austriaca productora de películas alternativas que tenía como principio filmar o tomar fotos con cámaras sencillas.
Holga se convirtió en una de las marcas favoritas de Lomography.
«Para mí, la Holga es la madre de las cámaras de plástico», le dijo a la BBC Adam Scott, quien en el pasado manejó las operaciones de Lomography en Reino Unido.
«Es bastante sólida y, cuando aprendes a ver cómo ve la Holga, puedes comenzar a tomar muy buenas fotos con ella», agregó.
Lo cierto es que la escuela de Lomography logró sacarle varias ventajas a una máquina con muchas limitaciones.
El lente difuso y desenfocado era totalmente opuesto a las fotos nítidas y bien definidas que se esperan de una cámara.
Pero eso se convirtió en su principal atractivo. Y curiosamente, el equipo chino tuvo un renacer con la irrupción de las cámaras digitales, a medida que los usuarios comenzaron a buscar otras alternativas fuera de los pixeles.
A principios de siglo, un estudiante de la Universidad de Stanford llamado Kevin Systrom viajó a Florencia, Italia, para estudiar fotografía durante un semestre.
Allí, uno de sus maestros le hizo una oferta: cambiar su súper cámara Nikon SLR por una más sencilla. Una Holga.
Y Systrom quedó embrujado.
Cuando regresó a Stanford, se graduó de ingeniero y comenzó a participar en una start-up novedosa llamada Burbn, que ofrecía casi los mismos servicios de la reconocida aplicación Foursquare.
Allí Systrom y un compañero suyo, Mike Krieger, se centraron en una parte de la aplicación: las fotos.
La idea era crear un lugar para compartir imágenes que fueran tomadas con un teléfono celular, a diferencia de lo que proponían otros sitios de fotos como Flickr. Sin embargo, la mayoría de las fotos que se lograban por entonces -corría el año 2005- eran de baja resolución y poco vistosas.
Entonces vino la invención: construir un sistema de filtros que permitiera mejorar esas fotos, hacerlas distintas. Una aplicación que les añadiera bordes desenfocados, rayones de luz en medio de la imagen, contrastes extraños: todas las características que ofrecían cámaras como la Holga.
Inspiración
«Es muy difícil que ellos puedan negar que se inspiraron en la Holga o en el movimiento de las llamadas cámaras de juguete», apuntó Scott, de Lomography.
«Al final, una foto tomada directamente con un teléfono – y en muchos casos, incluso con una cámara digital- luce un poco sosa. No es sino una representación idéntica de lo que estás viendo. Cuando le añades los efectos, los filtros, le estás poniendo carácter, algo que mejora definitivamente la foto», añadió.
Sin embargo, a pesar de su influencia en una de las redes sociales más exitosas, la cámara Holga dejó de producirse en 2015.
Aunque aparentemente no por mucho tiempo.
A comienzos de este año aparecieron algunas nuevas versiones de la marca y, a pesar de la popularidad de Instagram y otras aplicaciones similares basadas en usar el teléfono como cámara, muchos fotógrafos siguen prefiriendo el tosco rectángulo de plástico.
«Las aplicaciones en tu teléfono lo que hacen es ahorrarte el trabajo duro», opinó David Burnett.
«No dudo que sea divertido usarlas, pero honestamente, la satisfacción que me da una foto tomada con una Holga de verdad (además de recordar todo el trabajo que me ha costado) supera por mucho la dicha efímera de una foto de teléfono o cámara digital», concluyó el fotoperiodista.