El pasado 21 de Noviembre durante una transmisión televisada, el Presidente Nicolás Maduro, en un nuevo pero infructuoso intento por articular alguna idea coherente, o alguna frase alejada de las consignas o el balbuceo de una nueva promesa ilustrativa de su inexorable fracaso, arremetía contra Administradores y Contadores. Daba a entender el Presidente Maduro, algo así como que ya estaba bueno de graduar Administradores y Contadores. En realidad, arremetió contra varias carreras o disciplinas universitarias, y lo hizo, paradójicamente, durante la inauguración de una nueva Universidad.
Declaraciones del referido talante, evidencian, entre otras cosas, la osada ignorancia del Jefe de Estado acerca de cualquier tema sobre el que, en teoría, debería tener alguna mínima noción o idea, en especial sobre la educación universitaria; el profundo desprecio, con espíritu salpicado de resentimiento y dogma izquierdoso, por todo aquello que suponga meritocracia, preparación, estudio, formación, esfuerzo, conocimiento, calidad. La política educativa “revolucionaria”, si acaso existe y puede recibir ese nombre, se limita a una recurrente obsesión por la masificación, la adaptación de cualquier plan curricular a los paradigmas pre-modernos que defienden, y que justifiquen la necesidad de un Estado interventor, caudillesco y clientelar-populista, sometido al influjo eterno y benévolo de la clase militar.
Esta “súbita” preocupación del Presidente Maduro, por el perfil de los egresados de nuestras universidades, revelan su olímpica y patética ignorancia y disociación de una realidad en la cual, la devastación hiperinflacionaria y miserable que su inacción y la de la élite militar-civil que lo sostiene ha generado, ha obligado a estudiantes, profesores y personal administrativo y obrero de las instituciones universitarias del país, o a abandonar dichos recintos, o a no poder sufragar los gastos mínimos para mantenerse en sus aulas, con presupuestos risibles y hace décadas deficitarios, o a realizar grandes sacrificios para poder continuar o bien su escolaridad, o bien una carrera administrativa o académica, devenida ya una suerte de voluntariado.
En mi condición de profesor de estudiantes que cursan, precisamente, Administración y Contaduría Pública en nuestra UCLA, me permito afirmar que cualquiera de los jóvenes que día a día van a clases, en la idea de prepararse, estudiar y recibir su título profesional, en un país cuyo gobierno aspira seguir gobernando para destruir cualquier idea de futuro así como el tejido empresarial y productivo en el cual les correspondería ejercer su profesión, posee más lógica, coherencia, conocimiento y capacidad para gerenciar y tomar decisiones que quien, tristemente, ocupa hoy la primera magistratura de la nación.
Jóvenes, profesionales que, estoy seguro, desearían tener condiciones económicas, sociales, en su país, para trabajar con salarios dignos y suficientes, gestionando organizaciones, dando cuenta de su funcionamiento contable y financiero, para no tener que irse a otras naciones a ofrecer su talento.
Seguro estoy de que serán no sólo Administradores y Contadores, sino Ingenieros, Arquitectos, Médicos, Enfermeras, Economistas, Educadores, Músicos, Pintores, los que ofrecerán su formación, su conocimiento y entrega por Venezuela cuando, al final de esta noche trágica que gobierna nuestra nación, toque empezar su reconstrucción.
@alexeiguerra
