Acogido por miles de birmanos con atuendos tradicionales, el papa Francisco inició este lunes en Birmania una visita particularmente delicada a este país de mayoría budista, acusado recientemente de «limpieza étnica» contra la minoría musulmana de los rohinyás.
Muchos católicos llegaron de toda Birmania, con banderas birmanas y del Vaticano, con la esperanza de ver al pontífice. Los católicos representan poco más de 1% de la población de este país asiático.
«He visto al papa. Estoy tan feliz que he llorado», exclamó Christina Aye Aye Sein, joven católica, empleada de banco, poco después de que pasara el convoy del papa, tras aterrizar en Rangún.
En este 21º viaje, el pontífice argentino también visitará Bangladés, otro país con fuertes tensiones religiosas al que numerosos rohinyás han emigrado, huyendo de la violencia.
Unos 620.000 de ellos escaparon desde finales de agosto de sus aldeas en el estado de Rakáin (oeste de Birmania), donde el ejército llevó a cabo una dura campaña de represión que Naciones Unidas no dudó en calificar de «limpieza étnica».
Las palabras del sumo pontífice sobre los rohinyás serán cuidadosamente analizadas en un país bajo fuerte tensión interreligiosa.
Francisco no ha dudado en denunciar en los últimos meses el trato que reciben quienes califica de sus «hermanos rohinyás», a riesgo de molestar a la mayoría budista del país.
Durante su estancia, Francisco se reunirá con el jefe del ejército, Min Aung Hlaing, al que las organizaciones de defensa de los derechos humanos acusan de ser el principal responsable de la campaña de represión.
La semana pasada, Birmania y Bangladés anunciaron un acuerdo para el retorno de refugiados rohinyás, pero el jefe del ejército se declaró opuesto a que regresen en masa.
El papa también se reunirá con la dirigente birmana y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, cuya reputación a nivel internacional quedó empañada por la falta de empatía mostrada hacia los rohinyás.
La opinión pública birmana, en la que reina un fuerte sentimiento nacionalista budista y ampliamente antimusulmán, está indignada con los cuestionamientos de la comunidad internacional sobre la manera como el gobierno gestiona el conflicto.
No atizar tensiones
«La gran mayoría de la gente de Birmania no se cree el discurso internacional de los abusos contra los rohinyás ni el éxodo de un gran número de refugiados a Bangladés», explicó Richard Horsey, analista independiente establecido en Birmania.
«Si el papa viene y trata de forma insistente ese asunto, se atizarán las tensiones», añadió.
¿Evitará, en este contexto, pronunciar el término «rohinyá», tabú en Birmania, como le recomienda la Iglesia local, temerosa de que pueda despertar la ira de los extremistas budistas?
Este viaje suscita esperanza entre los refugiados rohinyás, que desde Bangladés han denunciado las violaciones, asesinatos y torturas del ejército birmano.
Nur Mohammad, imán de 45 años en un campo de refugiados en Cox’s Bazar en Bangladés, espera que el papa pida el retorno de los rohinyás «con la ciudadanía y el fin de todas las discriminaciones».
Antes del brote de violencia de agosto, alrededor de un millón de musulmanes rohinyás vivían en Birmania, muchos de ellos desde hacía varias generaciones. Pero desde la ley de 1982, no gozan de la nacionalidad birmana y constituyen la mayor población apátrida del mundo.
Por su lado, los aproximadamente 700.000 católicos de Birmania -algo más del 1% de los 51 millones de habitantes del país- tienen muchas expectativas puestas en la visita papal.
Hla Rein, que llegó a Rangún en tren desde el estado Kachin tras un largo viaje, asistirá a la gran misa del miércoles y espera mucho de esta visita.
«Hay una guerra civil en nuestro estado», explica a la AFP, en alusión al conflicto étnico entre los rebeldes Kachin y las fuerzas gubernamentales. «Creemos que el papa traerá paz con él a nuestro país», agrega.
Francisco es el primer papa que visita Birmania, donde se espera que unas 200.000 personas acudan a la misa al aire libre que celebrará en Rangún.
El pontífice otorga una gran importancia al desarrollo del catolicismo en Asia, donde solo un 3% de la población pertenece a esta confesión, en pleno crecimiento en la región (+9% entre 2010 y 2015). Ya ha viajado a Corea del Sur, Sri Lanka y Filipinas.
Y El Vaticano, que reforzó lazos diplomáticos con Birmania, está negociando ya poco a poco un acercamiento con Vietnam y China, dos estados comunistas.