Francisco Suniaga: Nunca pensé ser escritor de profesión

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Nació en 1954 en La Asunción y se crió en un barrio popular con 300 años de historia, situado en la capital de Nueva Esparta, llamado El Mamey.

Es conocido nacionalmente por su pluma pero también ha hecho carrera destacadamente en el Derecho Internacional y como profesor universitario.

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Su nombre es Francisco Suniaga, es el mayor de cuatro varones y fue el invitado de esta semana al Desayuno Foro de EL IMPULSO, en el que conversó amenamente con el director y el director/editor de esta casa editorial, Juan Manuel Carmona y José Ángel Ocanto, respectivamente.

La franqueza, el buen carácter, la sencillez y su jocosidad hicieron resaltar cada una de las respuestas que dio en la entrevista.

“Mi papá -Francisco Suniaga- era sastre y músico, era percusionista. Cantaba y bailaba mientras trabajaba en la sastrería muy modesta que estaba en la casa donde vivíamos (….) Mi mamá -Rosa Figueroa-, que había hecho su cursito de mecanografía, trabajaba como secretaria pero no era un trabajo permanente. Ambos estudiaron hasta sexto grado”, relató.

Infancia margariteña universal

Estudió primaria y secundaria en la isla. Se graduó como bachiller en ciencias en el Liceo Francisco Antonio Rísquez a los 16 años de edad con un solo objetivo: estudiar medicina para ser médico como su tío Rafael.

“La Asunción era una ciudad muy pequeña en donde todo el mundo se conocía. En la época en la que yo era niño no había la cultura de ir a la playa que existe hoy.

No había ningún problema en materia de seguridad y nosotros jugábamos en la calle. Era una época en la que la diversión de los hijos no era un problema de los padres. Hasta hace muy poco mis hijos me decían: ‘Mira, papá, estoy aburrido’.

La diversión y el entretenimiento lo organizaba uno mismo. Claro, podíamos estar en la calle porque había control social y cualquiera te llamaba la atención.

Yo escribí un libro que se llama Margarita infanta, que es un relato en el que se describe al maestro, la primera comunión, los juegos del Magallanes, cuando iba al circo; es decir, el libro es un mural de esa infancia. Y algunos lectores me dicen: pero bueno, yo soy de Trujillo y me pareció que estuvieras hablando de la infancia del pueblo mío.

De la medicina a las clases y después al Derecho

Su sueño de ser médico se vio postergado tras el allanamiento a la Universidad Central de Venezuela en los años 70 y fue allí que su voluntad vocacional dio un giro sumamente abrupto.

Terminó estudiando Derecho y haciendo un postgrado en Nueva York (Universidad de Columbia) de Derecho Internacional para después dar clases al respecto en la UCV y en la Santa María.

“Si se diera siempre eso de que tú te conviertes en lo que sueñas ser en la vida, yo habría sido pelotero del Magallanes. Eso no lo digo mucho ahora porque Chávez también quería serlo, pero es la verdad.

Al terminar el bachillerato yo hice todo lo que había que hacer para estudiar medicina. Tenía un héroe que era un tío. Mi familia era pobre, mi abuela era huérfana y tuvo cuatro hijos; pero mi abuelo no vivía con ella porque tenía dos familias.

De sus cuatro hijos yo creo que ella notó que el segundo, que se llama Rafael, era alguien especial. En principio se lo dio a una prima, que era maestra, para que lo criara; pero no funcionó el experimento a los 13 años de edad lo puso a estudiar primer grado.

Él estudia y se gradúa de médico en el año 55. Fue el primero de nuestro barrio que fue a la universidad y para todos nosotros él siempre fue una referencia.

“El idioma en términos generales siempre me interesó. Cuando estoy en Caracas allanan la universidad y entonces me metí a estudiar inglés en el Pedagógico”.

Entonces, cuando vuelven a abrir la UCV, iba por el quinto semestre y decido terminar la carrera en el Pedagógico, graduarme de profesor de secundaria. Cuando salí ganaba 1.000 dólares y me sedujo la posibilidad de pagarme cosas.

El primer día que di clases en el liceo supe que no iba a ser lo mío y me dije: ‘Ahora qué estudio. Qué hago. Bueno voy a estudiar de noche algo’. Opté por el Derecho porque era la única carrera que se estudiaba de noche en la universidad que quedaba más cerca de donde yo vivía.

En la vida serás lo que tienes que ser y si no puedes ser eso, serás abogado. Eso pasa.
Me casé muy joven. La primera vez que me casé tenía 25 años y esa edad todas las demás mujeres me parecían bonitas. Yo sufría. Me divorcié cinco años después. Ahora tengo 32 años de casado con mi segunda esposa.

-¿Y dónde nació su faceta de escritor?

-Siempre escribí. Desde que era niño agarraba un cuaderno y me ponía a escribir. Recuerdo que había un árbol que a mí me fascina, que es el apamate, y yo trataba de escribir sobre uno que había cerca de mi casa.

Siempre he leído periódico. En nuestra casa no había libros y ni siquiera compraban el periódico, pero yo tenía un tío que era albañil y él era lector a pesar de tener la misma escolaridad de mi papá. Nunca pensé en ser escritor de profesión.

Cuando regresé de Estados Unidos comencé a trabajar en el periódico recién fundado Economía Hoy. Yo era una especie de abogado de la empresa pero al mismo tiempo interactuaba mucho con los periodistas.

Fue ciertamente en Economía Hoy que salió mi primera publicación porque Sergio Dahbar y Hugo Prieto dirigían una sección que se llamaba Domingo Hoy, y un día me dijeron que escribiera una cosa sobre el cine en La Asunción para una serie sobre los cines. Era para la época en la que los pequeños cines empiezan a desaparecer.

Después comenzaron a pedirme artículos de opinión en Economía Hoy y terminé teniendo una columna semanal en la cual escribía de estos temas de la política venezolana siempre con una perspectiva internacional. Era mi especialidad académica y sobre eso escribía.
Luego me llamaron de El Nacional y escribía cada 15 días. Después me llamó Elides Rojas para escribir en El Universal.

Yo recuerdo que una vez en el Pedagógico me le acerqué a Gustavo Díaz Solís y le dije que me gustaba escribir pero que no sabía en qué corriente literaria ubicarme, que yo no entendía mucho de eso, y me dijo: ‘Eso no es problema tuyo. Tú escribe y el problema va a ser de los críticos que te quieran ubicar. Tú escribe y hazlo lo más sincero que puedas’. Oye, gran consejo.

Isleño en Frankfurt y Timor Oriental

Suniaga se mudó a Europa y África para vivir experiencias que le permitieron escribir la novela que lo llevó al éxito como un escritor de profesión: 14 ediciones de La otra isla y aproximadamente más de 70 mil ejemplares de El pasajero de Truman vendidos.

“Le dediqué tiempo a la política sobre todo en los años 90. Estuve muy activo en las candidaturas de Claudio Fermín pero una vez finaliza a debacle supe que tampoco era lo mío.

Mi esposa es diplomática de carrera y, a mediados del 98, tomaron la decisión de darle cargo en el exterior a personal de carrera, un poco para preservar el Servicio Exterior que tenía una visión un tanto autónoma. A mi esposa le ofrecieron el Consulado de Venezuela en Frankfurt, Alemania.

Ella se fue en el 98 y yo en el 99, después de la derrota porque Chávez había ganado. Allá presenté mis credenciales y comencé a trabajar en la Universidad de Frankfurt; pero se presentó la oportunidad de trabajar con Naciones Unidas en Timor Oriental, en Indonesia.
Ha sido de las experiencias más duras ese trabajo. Timor Oriental es uno de los lugares más calientes que tú te puedas imaginar. Es una islita que está a 600 kilómetros de Australia.

Trabajaba como abogado. La misión de Naciones Unidas allá era construir Estado.
Regresé de Timor porque me salió una úlcera estomacal que el médico que me vio en Alemania pensó que era cáncer.

Estando en Frankfurt se presenta una situación. Una señora que le mandó una carta a mi mujer diciendo que su papá se ahogó en playa El Agua y quería saber qué pasó porque su papá nadaba mucho, quería ver la autopsia. Había dos vuelos diarios de Alemania a Margarita y me fui a ver qué conseguía.

Al llegar me encuentro con los expedientes en el piso, el desorden que era imposible encontrar nada, no habían escrito la autopsia en el libro, era algo increíble.

Entonces regreso a Alemania sin respuesta para ella y mi esposa me dice: ‘Oye qué curioso. Hay otra señora alemana que le pidieron la fe de vida para seguir cobrando su pensión de seguro allá en Venezuela y me escribió porque necesitaba la partida de nacimiento original, pero que su pueblo quedaba en la frontera con Polonia y los rusos lo habían destruido en la Segunda Guerra Mundial’.

Entonces mi esposa busca el pueblito, llamó al alcalde, le dio los datos de la señora y a los dos días tenía la partida de nacimiento en el consulado.

Qué diferencia. Eso de verdad me impactó. Allí comencé a escribir La otra isla, pero no pretendía escribir una novela que es lo que normalmente los escritores venezolanos escribimos porque en Venezuela nadie vive de la escritura.

Escribí La otra isla y me cambió la vida. Dejé de ser abogado. Fue una sorpresa muy buena la crítica que tuvo.

-¿Cómo ve a Venezuela desde su punto de vista de internacionalista?

-En Venezuela no solo se ha deteriorado la economía, sino también la estética. No sé si ha pasado con Lara, pero los pueblos de Margarita los destruyeron.

Este es un proceso de quiebra del país, económico, moral, institucional, estético. Y lamentablemente no parece que eso vaya a detenerse. Las cosas siempre pueden ser peores por malo que parezca.

Como país estamos llegando a ese punto. En el que parece que no hay espacio para empeorar pero empeoramos.

Yo me conformaría con ver que estamos tomando las medidas que conducen al resultado y eso no está ocurriendo.

Eso da la impresión de que el mundo se nos viene encima y que hay un descalabro irreversible. Pero yo creo que no, que es un problema de liderazgo.

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