Va Pensiero – Adentrarse en la filosofía

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Mis primeros contactos felices con el saber filosófico ocurrieron años atrás cuando en una librería me llamó la atención un Diccionario de Filosofía, de un tal Fernando Savater, de quien no tenía mayores noticias. Este libro resultó ser totalmente distinto a los indigestos bloques de ladrillo que había intentado leer para saber de qué iba eso de la filosofía. Savater me demostró que era filosofar refiriéndose a hechos actuales, a personajes, a noticias, a los deportes, etc. Me demostró también que no es obligante acudir a un lenguaje oscuro, propio de quienes escriben solo para su secta. Si algo le urge al filósofo que quiera que lo entiendan,es que debe pensar y escribir de manera sencilla acerca de las cosas que interesan a la gente, a los que no tienen la suerte o el hábito de pensar filosóficamente, pero quieren informarse o tener una opinión comprensible, razonada, aun si las cosas que trata son, en si mismas, complicadas.

Los filósofos suelen trabajar como profesores pero con ello corren el riesgo de quedar enclaustrados y aislados del mundo; más simpáticos, por útiles, me resultan los que se dedican a escribir artículos y libros para el hombre de la calle para divulgar el hábito de pensar. Savater es uno de ellos.

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Para ser filosofo no necesariamente hay que tener un título académico, pero es esencial tener una actitud de curiosidad ante la vida, de buscar las razones por las cuales ocurren las cosas, de ser capaces de decir lo que sabe o cree y discordiar de las muchas tonterías que se dicen. Y cualquiera que tenga la voluntad de pensar y argumentar lo que piensa es un filósofo. Pero también puede ser un oficio peligroso: desde la antigüedad fueron muchos los filósofos que terminaron en la cárcel, tuvieron que huir a países más tolerantes, murieron en la hoguera, se tragaron sus pensamientos o, para su protección, arreglaron que sus textos se publicaran después de muertos… Y esto sigue pasando.

Por desgracia, esos encuentros cercanos de tercer tipo, entre algún lector y un libro, como el que me ocurrió con el Diccionario de Savater, supongo que son cada vez más raros: las librerías han ido cerrando por falta de libros y de lectores que paguen sus altos precios. Visitar una librería ya no es la aventura que solía ser.

Estamos dominados por una élite ágrafa, iletrada. Al menos el Insepulto hacía el aguaje, en sus programas de televisión, de hablar de los autores y títulos que, supuestamente, leía. Pero Maduro, que yo sepa, jamás se ha referido a nada que tenga el formato o el contenido de un libro. Un gobierno que no tiene ideas medianamente originales y que gobierna por dogmas marxistas que jamás ha sometido a critica, no puede estimar la filosofía y el libre pensar.Impedir la publicación de libros, provocar el cierre de librerías y perseguir intelectuales es una práctica rutinaria en los regímenes marxistas. La palabra crítica, escrita o apenas pronunciada, crea realidades que no le convienen a los gobiernos autoritarios o totalitarios.

La filosofía surge como un contrapoder a los discursos del poder, los desmitifica, muestra sus costuras y debilidades haciéndolos ver vulnerables, llenos de contradicciones y falsedades. Todo cambio viene precedido de un largo periodo en el que las nuevas ideas maduran y van minando los argumentos del poder. Son, ellas mismas, la vanguardia del cambio.Obviamente, la filosofía no excluye la controversia, al contrario: así como hay filósofos que denuncian al capitalismo salvaje, también hay los que denuncian los desmanes del socialismo salvaje, como el que estamos viviendo aquí y ahora. Lo democrático es que ambas visiones, sus propuestas y argumentos estén al alcance del público. Filosofar es justamente eso, participar en un debate público sin temor y permitir que las buenas ideas, buenas para todos, tomen cuerpo.

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