Háblame de Maracaibo

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Una de nuestras gaitas emblemáticas, cantada por Ricardo Cepeda “Mi Nostalgia” tiene una estrofa que dice “Háblame de Maracaibo”. La letra tiene que ser aprovechada para expresar el dolor desgarrante que produce ver el desastroso estado en que se encuentra la capital del Zulia.

¿Qué nos queda realmente del castillo de naipes que levantó y sostuvo el petróleo? Tendríamos que respondernos con franqueza: una ciudad en duelo. Maracaibo está convertida en una ciudad oscura, llena de basura, calles sucias y enchiqueradas. Ha perdido su alma antigua. Aquella que Rafael Rincón González en sus pregones llamó “Divino Maracaibo”.
La que fuera llamada “La Atenas de Venezuela” por la calidad de su gentilicio en todos los géneros del saber, por la placidez de sus espacios, edificaciones emblemáticas, a saber templos, edificios públicos, plazas, hospitales, mercados, invita como dice la gaita de Cepeda a sentarnos a llorar.
Maracaibo está abandonada a la nostalgia de lo que fue y como afirmara Enrique Romero “Si algún dolor hay en nosotros es haber permitido que aquella esplendorosa ciudad se marchara, necesitamos aliarnos a lo que nos queda del espíritu que la habitaba”.

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No ha sido inocente este desmontaje de Maracaibo. Se planificó desde el poder central y desde el capital privado. Le tuvieron miedo al Zulia. Y así fue ocurriendo con el Banco de Maracaibo, la compra de la Cervecería Regional, la multiplicación de las candidatas a Miss Venezuela de diversas regiones del Zulia, la baja del control de calidad de los productos zulianos, hasta llegar en la hora actual a nombrar un lazarillo extraño como “Protector del Zulia”.

Como diría Jesús Enrique Lossada “lloramos el pasado de nuestra ciudad querida”. No podemos abandonarnos a la nostalgia. En palabras de Jorge Govea habría que reducir esto a “guardar los mendigos desnudos, como si se tratase de un mal sueño”.
Maracaibo necesita un nuevo aeropuerto, un puerto de lujo, terminal de pasajeros a la altura de las estaciones de trenes de Europa, se impone reorganizar su tránsito, una red de autobuses modernos que acabe con los camiones de pasajeros como si fueran ganado, iluminar sus plazas para darle esplendor a la ciudad, las calles necesitan ser reparadas de huecos, el centro de Maracaibo debe ser replanteado, taxis uniformados en color, el comercio informal de buhoneros reglamentado y prohibirles la producción de basura, mercados recuperados, las antiguas urbanizaciones deben ser remozadas, jardineras de las avenidas embellecidas, la iluminación de la ciudad es una prioridad.

Como dije en los dos tomos de mis libros Maracaibo debe recobrar “El Glorioso Ayer”. Está volviendo diciembre y el “feliz año 2018” debe convertirse en una promesa para rehacer el rumbo de la ciudad querida que debe resurgir de sus cenizas y escombros. Parodiando a Leopold Kohr diríamos entonces: Los zulianos no aman a Maracaibo porque es bella; Maracaibo es bella porque los maracuchos la han amado”.

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