Este año ha sido particularmente activo en materia de desastres ambientales: a los gigantescos huracanes producidos en el Caribe, Texas y Florida, se han sumado grandes incendios en California y en el sur de la península Ibérica, terremotos en México, Centroamérica, Irán e Irak, sequias en el este de África, inundaciones monzónicas en India, Nepal y Bangladesh, fenómenos repetidos que, de acuerdo con los científicos, deberían intensificarse con las alteraciones climáticas: El programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que «probablemente será un año récord en términos del costo humano, social y económico de los desastres naturales».
La Organización Mundial de Meteorología (OMM) en su boletín anual sobre impacto de gases de efecto invernadero, revela que en 2016, la concentración atmosférica de CO2 aumentó a nivel record: el 145% de los niveles preindustriales. La agencia de la ONU responsabiliza directamente de este aumento record a las actividades humanas y al fenómeno meteorológico “El Niño”: El crecimiento demográfico, prácticas agrícolas más intensivas, mayor uso de la tierra y el aumento de la deforestación, la industrialización y el uso de energía procedente de fuentes fósiles han contribuido a una aceleración de la tasa de aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera desde el inicio de la era industrial. (Ver cuadro 1)
The Lancet Countdown, que agrupa 24 instituciones académicas y organizaciones intergubernamentales de todos los continentes para el estudio del impacto, exposiciones y vulnerabilidad del cambio climático, en su informe sobre salud de octubre 2017, concluye que los síntomas humanos del cambio climático son indiscutibles y potencialmente irreversibles. Estima que en 2016, hubo 125 millones más de personas adultas expuestas a las olas de calor respecto del año 2000, con un descenso de la productividad a nivel
mundial del 5,3% en esas poblaciones expuestas y pérdidas económicas estimadas en 129.000 millones de dólares en 2016 (LancetCountdown. Report Oct 19, 2017)
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que ya desde 2012, se produjeron 7 millones de muertes anuales prematuras, originadas por problemas derivados de la exposición a la contaminación ambiental. (WorldHealthOrganization- March 25,2014)
Recientemente, la Organización Medica India ha declarado a la ciudad de Nueva Delhi, capital del país, como “emergencia pública sanitaria” por los elevados niveles de contaminación. Sumándola a la lista de las ciudades con mayores índices de polución a nivel mundial.
El 13 de Noviembre, la revista BioScience publicó un manifiesto firmado por 15.364 científicos, –pertenecientes a todas las disciplinas de las ciencias experimentales– provenientes de 184 países. En el mismo, se advierte sobre la degradación catastrófica del medioambiente y la pérdida de la biodiversidad. (Ver Cuadro 2)
La COP 23 y la responsabilidad de la Administración Trump
La 23a Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, más conocida como COP (Conferencia de las Partes), celebrada entre el 6-17 de noviembre en Bonn, Alemania, copresidida por un pequeño estado insular, Fiji, pretendía adelantar una agenda técnica, centrada en la negociación de las reglas de aplicación del acuerdo de París, con prioridad en el área tecnológica, emisiones de gases de efecto invernadero y mitigación del cambio climático, pero la decisión de la administración Trump de retirar a EE.UU (segundo país generador de gases de efecto invernadero, después de China) del Acuerdo de Paris de 2015, ha reducido la viabilidad de concretar exitosamente las propuestas prenegociadas –cuyo objetivo central es evitar que el calentamiento global supere los 2°C en este siglo respecto a los niveles preindustriales – convirtiendo la COP 23 en un escenario de negociación política entre los Estados, en la búsqueda de la ratificación de lo acordado en 2015. De esta manera, el complejo proceso de reducir de manera paulatina el uso de combustibles fósiles – principales causantes del efecto invernadero– y del modelo productivo sobreexplotador de estas energías, se hará más cuesta arriba, llevando a la humanidad a un callejón sin salida desde la perspectiva ecológica.
En este ambiente pesimista, tres días antes de la puesta en marcha de la COP 23, se dio a conocer un informe emanado por agencias federales del gobierno de Estados Unidos, (desde la Nasa hasta los Departamentos de Agricultura, Transporte y Defensa, refrendado por la Academia Nacional de Ciencias) llama- do: Informe Especial sobre las Ciencias del Clima (CSSR). La Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), responsable de su presentación al público, lo reseñó como “una revisión autorizada de la ciencia del cambio climático”. En dicho informe, se reconoce el vínculo del cambio climático global y la contaminación creada por las actividades humanas: incremento de las temperaturas promedio sobre la superficie del planeta, del nivel global de los océanos, y de los fenómenos meteorológicos extremos,que han costado 1.1 trillones de dólares desde 1980 en los Estados Unidos. Este informe evidencia una posición contraria a las afirmaciones que el propio Donald Trump y miembros de su administración, –como Scott Pruitt director de la Agencia de Protección Ambiental–han manifestado sobre el cambio climático y sus efec- tos.
La batalla por el clima prosigue;su éxito dependerá de la disposición de instituciones y países en elevar el compromiso político global para el cambio de paradigmas, el uso de tecnologías alternativas para la descarbonización de los procesos productivos y la elevación de la conciencia colectiva, para reconocer las verdaderas magnitudes del problema, y poder abordar la defensa del medio ambiente y la biodiversidad, antes de que la catástrofe ambiental nos arrolle.
