En estos días leía acerca de ese diálogo interior que tenemos constantemente en nuestra cabeza y que lamentablemente la mayoría de las veces versa sobre aspectos negativos.
Diálogo que algunos llaman cháchara mental: un perenne parloteo y escenificación de dramas inexistentes que lo que hace es llenarnos de basura la cabeza y que vamos acumulando en ese armario que llamamos mente.
En la reflexión que invita una lectura que disfrutas, recordé que mientras más calles la razón, más te conectas al corazón. Y es que, ¿saben qué? Callar ese diálogo es vital para conseguir paz y poder disfrutar de la vida tal y como lo deseamos; pero también hay otro factor que va llenando día a día nuestro clóset mental de basura que, no solo es inservible, sino que es altamente perjudicial para nuestra vida: los sentimientos y pensamientos atragantados… Me imagino sus caras en este momento… Realmente les digo que ésta es la forma en que los veo y déjenme decirles que la imagen no es muy bonita.
¿Qué son estos pensamientos atragantados? Son esos que surgen en determinado momento con la necesidad intrínseca de salir, van del cerebro a nuestro aparato fonador y ¡zas! por una u otra razón, se quedan atorados en nuestra garganta. Tose un poquito, pero qué va, ahí se quedan.
¿Cuántas veces hemos puesto una sonrisa forzada y asentimos con la cabeza cuando alguien nos está comentando algo, a pesar de que no estamos de acuerdo? Muchas veces, ¿verdad? A más de uno nos ha pasado que vamos a un restaurant y, por ejemplo, el mesonero no nos presta atención, o el vaso que nos trajo está sucio, o no nos trajo lo que ordenamos, y en vez de expresar nuestro desagrado (con educación porque tampoco es necesario que lo hagamos de mala manera) nos quedamos callados para evitar un “mal rato”… Jajaja… Ya sonrió, lo sé… Seguramente recordó un episodio similar. Piense cómo se sintió y el porqué ni siquiera se expresó de manera educada.
¡Expresarse siempre, la mejor opción en su momento!
Los sentimientos que nos tragamos, los pensamientos que dejamos que se nos queden en la garganta, van llenando nuestra cabeza, y se van colando, poco a poco, como el café, hasta que la taza se derrama. Es el momento en que explotamos por cualquier cosa y no sabemos por qué, es igual a esas cosas que nos han regalado y que no nos gustan para nada y van llenando nuestro clóset, convirtiéndolo en un verdadero contenedor de elementos inútiles.
Claro, hay casos de casos. No es que vas a aguarle la fiesta a esa amiga que recién salió de la peluquería y le vas a plantar en su cara un: ¡¿Quién te hizo ese desastre, mujer?!
Cuando hablo de no atragantarse sentimientos me refiero a los importantes, a esos que le atraviesan como una lanza, pero que estoicamente los calla y le van amargando un poquito cada día.
Motivos para callarnos hay muchos: evitar una discusión innecesaria (porque “supones” que la otra persona va a discutir); no herir los sentimientos de la otra persona (porque “supones” lo que ella va a sentir); no quedar mal con la otra persona (porque “supones” que te va a juzgar); en fin, razones hay muchas, pero cada ocasión es diferente y si lo piensa un poco verá que muchos de esos motivos no tenían razón de ser.
No deje que su clóset mental se llene cosas que no le sirven, no guarde sentimientos atragantados. Analice bien las razones que le llevaron a no dejarlos salir y seguramente encontrará que la mayoría son excusas que nos ponemos para no enfrentar ciertas cosas… Vamos, tosa un poquito, dese unas palmaditas en la espalda y a despejarse de ese atragantamiento.
Si es posible olvidarlo porque fue realmente algo absurdo que no vale la pena guardar, deséchelo. Si es algo que considera debe conversar, calme sus emociones primero, aclare qué desea expresar para sentirse mejor y busque el mejor momento para manifestarlo, bien sea en un diálogo interno que le anime a “enfocarse más” o háblelo con esa o esas personas involucradas.
Eso sí, nunca pero nunca se quede con sentimientos y pensamientos que le atraganten el alma, el corazón… Siempre, saber expresarlos en el momento adecuado será la mejor decisión… Así de sencillo es!