Desde mi ventana: Hacer y abrir caminos. Dedicado a Lía Bermúdez

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En una oportunidad,  conversando con mi admirada y querida Lía Bermúdez acerca de la dedicación y el entusiasmo que ella ha puesto en todos sus planes, ella me comentó: “Es que uno viene al mundo a hacer caminos  y… -añadió con risa franca- venimos también para abrírselos a otros”.

La intimidad de la conversación en su acogedora casa de Maracaibo no me permitió transcribir lo que platicamos en aquel momento, cosa de la que hoy me arrepiento. Entre Lía y yo hay muchos años, pero su permanente y vigorosa jovialidad la convierten en cercana interlocutora de niños, jóvenes y adultos.

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Rodeada de sus obras y sus recuerdos, continuó el tema urdiendo una metáfora de la vida como una permanente construcción de caminos.   Me ilustró así con unos ejemplos despampanantes que iban desde los caminitos más cotidianos hasta los senderos más trascendentes.

Pienso que su percepción sensible del mundo, de las formas, volúmenes y colores le ha permitido transitar por procesos mentales muy propios de los artistas y así como planificaba su clase en la Universidad del Zulia, planeaba su ajetreo doméstico y se concentraba en los rasgos, bocetos y pasos para dar a luz sus esculturas y sus permanentes proyectos.

Hacer y abrir caminos. Piedra a piedra. Día a día. Gozo a gozo.  Dolor a dolor. Golpe a golpe, como dice Antonio Machado… Algunos son fáciles.  Otros muy complicados. Pero todos han de recorrerse con devoción y sin desmayo. De esta manera Lía  que, paradójicamente es realista y  práctica, pasaba revista por su siempre agitada agenda y yo iba añadiéndole las decenas de programas y planes que había liderado, directa o indirectamente. Terminar un asunto no significaba detenerse para disfrutar la satisfacción porque al culminarlo ya había comenzado otro.

-¿Y cómo haces para no cansarte? –le interrogué.

-Porque todos los caminos están hechos de sueños. Y cuando uno sueña no se cansa.

Tengo siempre presente las palabras de Lía en relación a la vida,  los caminos y los sueños pues cada iniciativa que nos planteamos solo es posible consolidarla si le agregamos pasión y perseverancia.  No basta una sistematización o una metodología  estricta y académica.  Claro que ayudan, pero lo más importante es la conciencia de los que nos exige el corto plazo y la convicción de lo que alcanzaremos a largo plazo, que no es otra cosa que pensar en grande y que lo grande es posible.

La concepción de la vida como caminos que se viven, que se hacen, que se abren, que se construyen con y para otros, nos acerca a  poetas y pensadores.  Debo acotar que para mí todos los artistas son poetas y pensadores.

Siendo apenas una adolescente leí la Odisea como tarea escolar.  Disfruté su lectura porque me la apropié como una película de suspenso, donde Ulises (llamado también Odiseo) fue capaz de superar heroicamente todas las vicisitudes de una enrevesada travesía marítima para volver a Ítaca, su ciudad. La fijación de una meta,  su astucia y su perseverancia lo condujeron finalmente al abrazo de su hijo Telémaco y a los brazos de su esposa Penélope.

Años más tarde,  en Literatura Comparada, tuve que volver a leer La Odisea, contrastándola con el Ulises de James Joyce.  Llegaba el día del examen y el libro de Joyce se conocía los rincones de mi cuarto y de mi casa, pero no los de mi cabeza, pues me resultaba un rompecabezas impenetrable.  Hasta que una discusión en clase modificó mi percepción de ambas lecturas ante la propuesta de analizar -como un símbolo de la vida-  las  siete horas en Dublin de la novela de Joyce  y el larguísimo viaje de Ulises,  el personaje de Homero.

Vale confesar que cuando la profesora mencionó las nociones de viaje exterior (Homero) y de viaje interior (Joyce) se me revelaron las vías, los atajos, los pasadizos de la literatura que hacen posible la construcción de los caminos de los que habla Lía.  Me fue permitido atisbar la existencia de sus múltiples enfoques y tratar de entender a través de la lectura, no solo el pensamiento del autor y sus personajes,  sino las pasiones que el lector termina haciendo suyas.

Siempre he dicho a mis alumnos que la lectura de un mismo texto varía de acuerdo a la edad en que se lea y añado: y al camino que en ese momento se esté recorriendo.  Y es que la vida es un viaje continuo a través de periplos enmarcados en diferentes dimensiones. Desde las más superficiales hasta las instancias profundamente emocionales, intelectuales y espirituales.

Quiero volver –como Lía-  al orden práctico del viaje de la vida, es decir a la visualización o pre-visión de nuestros planes personales o colectivos. No se puede andar por la vida regodeándose en  esa frase que tanto daño ha hecho  a los venezolanos y a Venezuela: “como vaya viniendo, vamos viendo”.

La vida nos invita a hacer y a abrir caminos con pasión, con devoción, con ilusión y con perseverancia.  Sí se puede.

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El complemento para este artículo no podía ser otro que el poema Cantares, de Antonio Machado (Sevilla, 1875/ Colliure, 1939). Perteneció a la Generación del 98.  Gerardo Diego,  dijo que Machado hablaba en verso y vivía en poesía.  Este poema fue musicalizado e interpretado por Jean Manuel Serrat y se hizo muy popular.

Cantares

Todo pasa y todo queda pero lo nuestro es pasar

pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar.

Nunca perseguí la gloria ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción

yo amo los mundos sutiles

ingrávidos y gentiles como pompas de jabón.

Me gusta verlos pintarse de sol y grana volar

bajo el cielo azul temblar, súbitamente y quebrarse…

Caminante, son tus huellas el camino y nada más

caminante, no hay camino se hace camino al andar

Al andar se hace camino y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay caminos, sino estelas en la mar.

Hace algún tiempo en ese lugar

donde hoy los bosques se visten de espinas

se oyó la voz de un poeta gritar:

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Golpe a golpe, verso a verso…

Murió el poeta lejos del hogar

le cubre el polvo de un país vecino, al alejarse le vieron llorar

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Golpe a golpe, verso a verso…

Cuando el jilguero no puede cantar

cuando el poeta es un peregrino

cuando de nada nos sirve rezar

caminante, no hay camino, se hace camino al andar.

Golpe a golpe, verso a verso…

 

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