Cien días cumple prisionero Alfredo Ramos, Alcalde de Barquisimeto, la ciudad donde nací y crecí, y quiero con este artículo dejar constancia de mi protesta como ciudadano, así como de mi solidaridad personal con él y con su familia.
Soy amigo de Alfredo Ramos, a mucha honra. No porque tuviéramos orígenes similares o porque estuviéramos de acuerdo en todo. El es ingeniero y yo abogado, él sindicalista y yo siempre político, él causaerrista y yo socialcristiano. La nuestra es una amistad nacida en medio de las diferencias. Compartimos trabajo parlamentario en esa escuela de convivencia democrática que fue el Congreso de la República. Cada uno sostuvo sus puntos de vista, defendió su modo de querer a Venezuela y su idea de lo que creía mejor para el futuro del país y su gente. Podría recordar debates importantes de aquellos años, en los cuales mantuvimos posiciones enfrentadas, como la privatización de CANTV, la apertura petrolera o la reforma del régimen previsional. Pero en medio de la divergencia surgió el respeto, la mutua valoración, la certeza de que cada quien puede ejercer su derecho honrada, noble, decentemente. Y que el país sale ganando al reconocer y aprender a sumar esa pluralidad.
Por eso fue un hecho natural cuando en el Congreso la bancada de Causa R me honró dos veces con su apoyo para presidir la Cámara de Diputados, y no me costó cuando me encontré de nuevo con él y con sus compañeros como Andrés, Lira, Matheus, De Grazia, el Chato Guédez y tantas y tantos otros, en la formación de la Mesa de la Unidad Democrática, experiencia y esperanza venezolana que puede y debe cambiar para mejorar, pero que no deberíamos dejar tirada en el pantano y los alambres de púa de una mala hora. Porque mucho ha costado y mucho vale.
Alfredo es un preso de conciencia. Ha defendido sus ideas cívicamente: En democracia, dentro de la Constitución, sin usar ni promover violencia. Fue inicuamente detenido en su despacho y despojado del cargo edilicio que le confiaron los ciudadanos del Municipio Iribarren, la capital de Lara. Su prisión ignominiosa ofende a la conciencia democrática venezolana. Debería estar en libertad.
Alfredo está preso como Ceballos de San Cristóbal y Guárate de El Limón, desterrados por la persecución Jiménez de Maturín, Marcano de Lechería, Muchacho de Chacao, Smolanski de El Hatillo, García de Mérida y Lares de Ejido, inhabilitado Scarano de San Diego y destituida Lumay de Guasdualito. Demasiada injusticia. Los recuerdo.