Los nuevos partidos políticos no han formado dirigentes que conduzcan el futuro del país. Hicieron historia en ello, la Democracia Cristiana en Chile, Italia y Venezuela con el Instituto de Estudios Sociales (ORMEU), el Instituto Internacional Jacques Maritain y el IFEDEC e IRFES respectivamente. De igual forma el Partido Comunista con el Instituto Antonio Gramsci en Roma.
Por eso, muchachos con inquietudes políticas tuvieron que buscar, como lo hacían los griegos, maestros e historiadores que les ayudaran a encauzar el entusiasmo. Fue así como un día recibí en mi biblioteca a un joven que quería conocer a profundidad la Historia del Zulia, de Venezuela, las relaciones internacionales y el arte de la oratoria.
Ese joven era Juan Pablo Guanipa, que escuchó lo que podía enseñarle de los temas referidos, que dio rienda suelta a su deseo de servidor público desde el campo de la política y como pocos dirigentes zulianos fue haciendo camino al andar. Organizó conferencias sobre las necesidades de Maracaibo, visitó casi todos los barrios de la capital zuliana, se presentó en los pueblos más apartados de la geografía regional, para palpar la problemática de esta nación que es el Zulia.
Sobrevenida su candidatura a la Gobernación del Zulia, no corrí ni antes ni después, a engrosar la cola de los felicitadores, como los llamaba Pío Gil, que con alforjas llenas de lisonjas se precipitan sobre el futuro gobernante, muchas veces con terceras intenciones.
Juan Pablo ha ganado en buena lid, la gobernación de un Estado que desde el siglo XIX tiene una colección de injusticias desde el poder central,
siendo la mayor de ellas precisamente la hecha al vencedor regional del proceso electoral del próximo pasado. Se necesita ser un descarado dictador como Maduro, para por encima de la voluntad soberana del pueblo zuliano, obligar al gobernador electo a juramentarse ante un parapeto inventado por él llamado Asamblea Constituyente, que ni es Asamblea porque es una secta de incondicionales, ni constituyente porque a lo que menos se ha dedicado es a redactar una nueva constitución.
La decisión de Guanipa de no dejarse aplanar, de no darle al gobierno el gusto de colocar la rodilla en tierra como obliga a sus partidarios y a los militares serviles, es una actitud digna de todo aplauso, se inscribe en el tiempo más allá de los limites regionales, tiene trascendencia nacional e internacional. Ahora sí tiene sentido aquella frase de “el Zulia se respeta”.
El gobernador Juan Pablo Guanipa puso de lado la zalema, los ditirambos y las hipérboles que esperaba el dictador y sus secuaces y prefirió la senda de los principios, la honra, la espera. Quizás esto no lo entiendan ahora los que con prisa traspasaron los límites del elogio interesado en la mira de los cargos. Era Herodoto quien decía “La prisa engendra el error en todo y del error sale muy a menudo el desastre”. Enhorabuena Juan Pablo, vas por buen camino que te llevará más lejos de lo que imaginas.