Los Escenarios del País: La implosión de la MUD y sus consecuencias políticas

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Cuando Hugo Chávez ganó la presidencia por primera vez en diciembre de 1998, la oposición venezolana comenzó un proceso de desarticulación que permitió un avance significativo de la revolución bolivariana sin contrapesos estratégicos. Cuando se hizo el intento de organizar medianamente todos los factores que estaban en desacuerdo con las propuestas y ejecuciones en políticas públicas lideradas por el carisma y la voluntad de Chávez en la denominada “coordinadora democrática”, el ensayo fue catastrófico. El principal error político fue la reproducción de múltiples vocerías que opinaban sobre cualquier tema y cuyo objetivo central era “figurar” ante los medios de comunicación y ocupar espacios para luego cosechar aspiraciones personales. Esta multiplicidad de vocerías terminó generando una implosión y le permitió al proyecto político bolivariano y chavista consolidar su propia plataforma legal y de gestión sin contrapesos suficientes. En esas condiciones llegamos al año 2009. A partir de ese momento se crea la MUD (mesa de la unidad democrática) que desde la articulación de diferentes partidos de oposición unificados en una vocería central, que en un primer momento llevó adelante Ramón Guillermo Aveledo, luego Jesús Torrealba y últimamente el esquema de vocerías rotativas, pretendió encausar estratégicamente las fuerzas de oposición. En septiembre de 2010 la MUD tuvo su primera prueba de fuego: las elecciones parlamentarias nacionales. En ellas, la oposición logró una votación extremadamente importante. Prácticamente logró superar al chavismo en el voto popular aunque en la asignación de escaños haya resultado perjudicada por el mecanismo perverso creado en la ley orgánica de procesos electorales aprobada un año antes por la Asamblea Nacional de entonces, en la cual, se estableció formalmente el llamado “gerrymanderismo” en honor al inventor del mecanismo que pervierte la voluntad popular a través de la sistemática electoral, Gerry Mandering. A pesar de ello, el país comenzó a sentir una especie de equilibrio de fuerzas políticas más allá de los poderes públicos que seguían optados por el poder ejecutivo gracias a la coordinación política desarrollada desde esta novedosa plataforma opositora. Es importante destacar que la oposición venezolana tardó aproximadamente cuatro años en recomponerse para relanzarse al ruedo político.

La MUD evidentemente ha sido un experimento mucho mejor que su predecesora inmediata la coordinadora democrática. Logró encausar estratégicamente durante más de ocho años al variopinto mundo opositor y en un momento dado –diciembre 2015-  llegó a su clímax al conectar el descontento generalizado de la población venezolana por las severas restricciones en materia económica, con el anhelo de cambio y esperanza ofrecido desde la plataforma opositora. La MUD obtuvo una rotunda victoria que la llevó a controlar absolutamente el parlamento nacional venezolano. Lo demás es historia harto conocida. Luego de ese rotundo triunfo, las apetencias personales, el peso de los principales partidos (PJ, AD, VP y UNT) en la toma de decisiones de alto nivel. Las diferencias no procesadas correctamente en el seno de la plataforma opositora. Los procesos de diálogo y negociación mal llevados con el gobierno nacional. Las estrategias de siembra de desconfianza promovidas por los laboratorios del oficialismo y la reingeniería electoral desarrollada por un CNE alineado con el poder ejecutivo el pasado 15 de octubre, han dado al traste con la alianza opositora. Ha sido implosionada la MUD en estas últimas semanas. Se han desatado los demonios internos. Ya no importan los grandes problemas económicos que vive la población sino las ofensas y ataques que a diario se lanzan entre si los líderes políticos de la oposición. Las consecuencias políticas no se han hecho esperar. Se ha roto la confianza que la población descontenta no partidista había depositado en la MUD. Se ha desmovilizado la mayoría política del país y se ha reposicionado el chavismo con nuevo poder institucional (18 gobernaciones) y un crecimiento de su autoestima que se había diluido desde su derrota en 2015. Con el agravante de unas elecciones municipales en el horizonte inmediato (muy probablemente en diciembre de este año) y unas elecciones presidenciales el próximo año.

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Con esta implosión de la MUD el panorama de cambio político entra en fase standby. Lo que no están mirando los líderes políticos opositores es que recomponer una plataforma de organizaciones no es nada fácil. Cuatro años tardó sustituir la coordinadora democrática por la MUD. Si los líderes deciden enterrar la MUD y crear otra alianza, no será de la noche a la mañana. A uno le duele ver tanto infantilismo en el comportamiento político de algunos líderes. Cuándo aprenderemos…

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