Puede ser un apellido extranjero, pero hoy en día “Gugliotta” representa un ícono barquisimetano, al que gran parte de los ciudadanos han acudido para comprar cualquier producto relacionado con el mundo de la ferretería.
Guido Gugliotta, segunda generación a cargo del reconocido negocio, fue nuestro invitado al Desayuno Foro donde no dudó dar a conocer un poco más de su vida y sus raíces al director general, Juan Manuel Carmona; director editor, José Ángel Ocanto y hoy ante ustedes, nuestros estimados lectores.
Un nuevo hogar
La historia de este entrevistado puede parecerse a la de cientos de extranjeros que llegaron a tierras venezolanas como un escape a la situación económica que dejó como resultado la II Guerra Mundial. En 1951 nació en Italia, específicamente en un pueblo ubicado en Sicilia, sin embargo, con apenas dos años de edad su padre decidió que toda la familia se mudara al país que se ha convertido en su hogar.
Hijo del electricista Vicenzo Gugliotta y de Domenica de Gugliotta, Guido fue el cuarto de cinco hermanos, siendo antecedido por Nicolina, Nicola y Aldo, mientras que la menor lleva por nombre Liliana. Para el momento de su llegada a Venezuela la familia se residenció en El Tigre, estado Anzoátegui, pero esto fue solo por un conocido de su padre que vivía en dicha ciudad, por lo que no pasó mucho tiempo para que se mudaran. Barquisimeto fue el destino elegido, la zona popular de El Manteco fue la encargada de recibirlos y darles alojo durante décadas, mientras que su padre comenzó a manejarse en el mundo eléctrico, trabajando luego en el restablecimiento del servicio tras el terremoto de El Tocuyo.
El esfuerzo de su progenitor, quien comenzó trabajando con labores relacionadas a la ferretería, permitió que las condiciones mejoraran hasta el punto de poder tener su propio negocio, la popular Ferretería Gugliotta, que hasta el día de hoy ofrece sus servicios.
La escuela República de Costa Rica vio pasar a Guido durante su época de primaria, tiempos que recuerda como sanos puesto que aún siendo un niño, no temía en caminar hasta su hogar, incluso en horas nocturnas. “Uno salía a las 2:00 de la mañana y ya había caleteros trabajando, no pasaba nada” dijo.
Para su etapa como bachiller el liceo Lisandro Alvarado fue su segundo hogar, pero el carácter de la adolescencia comenzaba a reflejarse. Además, fue el momento cuando ocurrió un triste acontecimiento que generó un fuerte impacto: la muerte de su hermano Nicola, quien se destacaba como futbolista y falleció durante un partido al impactar contra otro jugador. Esto provocó que la madre mantuviera a Guido alejado de los deportes.
“Era tira piedras, pero no era mal estudiante”, recordó para dar a entender que tenía los típicos comportamientos de la edad, pero en su caso esto le generó ser expulsado en cuarto año, por lo que debió ser cambiado al liceo Rafael Villavicencio en donde culminó la educación diversificada.
Para Guido llegó la hora de decidir qué estudiar y consideró que el ámbito eléctrico se le podía dar bien, además de seguir los pasos de su padre, por lo que decidió irse a Mérida para estudiar ingeniería eléctrica. Luego de siete meses se dio cuenta de que la opción elegida no era la indicada para dedicarse el resto de su vida, de manera que volvió a Barquisimeto.
El entonces joven puso manos a la obra e inmediatamente buscó un trabajo, obtuvo un empleo en una empresa de transporte, pero no dejó los estudios a un lado, por el contrario, también evaluó las opciones y escogió estudiar administración en la Universidad Central Lisandro Alvarado (UCLA), carrera que le permitiría estar a cargo del negocio familiar.
En esa época destinaba las mañanas a sus labores, mientras que en la noche acudía a sus actividades académicas, hasta egresar en la tercera promoción de administradores en la destacada casa de estudios.
No pasó mucho tiempo luego de recibir el título universitario para contraer nupcias con quien sería su esposa, Rosa Amelia, a quien había conocido en una reunión en Mérida y con quien se mantuvo cercano a lo largo de su carrera. De la unión llegaron dos hijos: Nicola y Johanna, quienes hasta hoy han mantenido la decisión de apostar por el país y quedarse aquí.
Guido recordó que si bien ya contaba con una carrera que le daría la responsabilidad de manejar la ferretería, su padre primero le dio una preparación por lo que tenía a otros administradores por encima de él y su puesto debió ganárselo.
Tradición que mantener
Ferretería Gugliotta cuenta con más 60 años de labores, mientras que la casa de contraenchapado tiene al menos 45 años y fue fundada por su hermano. Para Guido, por supuesto, representó un reto hacerse cargo de tan importante negocio, sin embargo, eran épocas en las que se tenía cierta facilidad, puesto que el país no afrontaba condiciones tan fuertes en el aspecto económico.
La simbiosis que se ha tenido entre ambos negocios ha permitido que permanezcan a flote a pesar de las circunstancias que actualmente generan que el 95 % de los productos que se ofrecen sean importados de China, mientras que en la “época dorada”, eran países como Italia los cuales suministraban gran parte de lo que se ofrecía al comprador.
Para el empresario, la construcción hoy en día está paralizada, especialmente en Barquisimeto. “La inflación está acabando con los precios, ya no se puede vender nada en preventa”, reconoció, a su vez esto ha generado que quienes continúen comercializando de esta manera, queden mal con la obra al no entregar o realizar un incremento significativo de los costos.
Cambios radicales sobre los tratos de compra han sido los resultados de la inflación galopante, donde la palabra crédito ha dejado de existir, pero en su caso, al representar a una empresa de gran trayectoria y con múltiples aliados, han aprendido a manejarlo, puesto que son relaciones que no se deben dejar a un lado.
“Si pudieras tener el poder del país durante cinco minutos ¿qué cambiarías?”, interrogó nuestro director editor José Ángel Ocanto; el entrevistado por su parte no titubeó al decir que modificaría la parte económica, empezando por eliminar el control de cambio.
Al considerar que en un futuro la inflación del país podría incrementar un 5.000 %, Guido recordó lecciones que han dado otras naciones que han pasado por situaciones similares y han logrado seguir adelante, por lo que es fiel creyente de que los problemas de Venezuela se pueden solventar.
Corazón noble
El inicio de la familia Gugliotta en el país que los recibió, les permitió sentir de cerca la necesidad de parte de su ciudadanía, por lo que Guido desarrolló una sensibilidad hacia aquellos que quizás no tenían las mejores condiciones para salir adelante.
Fue precisamente este llamado social, lo que hizo que se acercara a Rotary desde su juventud, logrando incluso fundar un Rotaract (club para jóvenes entre 18 y 30 años) cuando se residenció en la ciudad de Mérida. Durante más de 40 años ha contribuido a tener una mejor sociedad y brindar oportunidades a quienes lo ameritan.
Sus ganas de servir al país que le dio un hogar se han mantenido, aun cuando cada día sea más evidente la pérdida de valores. “No se puede ser indiferente a esto”, aseguró al destacar que hace lo posible por tener la mejor actitud y seguir trabajando.
Haber crecido entre caleteros y personas de estrato humilde generó además que su interés fuera más amplio. “No he estado de acuerdo con fundaciones porque suele ser algo muy personalizado e individualista”, mientras que Rotary se ha encargado de atender a comunidades enteras y lograr objetivos como la erradicación de la polio.
Para Guido, ha sido sumamente gratificante ser partícipe de actividades como la operación de niños con labio leporino, puesto que ha aprendido lo importante que es para ellos recibir ese beneficio de manera totalmente gratuita, el cual les permite mejorar su autoestima y por ende, genera felicidad y una mejor calidad de vida.
Su visión
Con al aval de ser representante del mundo empresarial y haber ocupado cargos como el presidente de la Cámara de Comercio y Fedecámaras, consideró que es necesario buscar alternativas que permitan hacer propuestas y que estas sean escuchadas para dar un aporte al país. Esto no solo del punto de vista político, sino también en cuanto a empresas y gremios, quienes deberían unificarse con un fin común y lograr un entendimiento.
En el 2007 le dieron el honor del ser presidente de la Copa América, durante ese tiempo debió encontrarse con diversos factores con intenciones de brindar un evento de calidad, asimismo, tuvo cercanía con el pueblo. “En esta época, quizás por un momento, me pasó la política por la mente pero luego desistí”, detalló que ocupar el puesto concedido generó comentarios tanto del sector público como del privado; pero realmente su intención era hacer de tan importante acontecimiento algo inolvidable.
Para Guido, lo que le falta por hacer es ver a una nación unificada. Aseguró que permanecerá luchando para que el país y la ciudad salgan adelante. “No quiero salir de Venezuela. Yo paso un mes o 15 días afuera, pero me dan ganas de volver”. A su criterio, este es su hogar y es una patria que no puede descuidar.