Más que una crisis política, que la tenemos por la falta de gobernabilidad, una crisis económica, que la padecemos y ya en proceso de hiperinflación, una crisis social, que la sufrimos por falta de alimentos y medicinas, una crisis de servicios públicos, que nos impacta por insuficiencia de agua, electricidad y gas, en Venezuela estamos en mitad de una crisis civilizatoria que nos coloca en transición de ser un país con aceptables índices de desarrollo, que los tuvimos, a convertirnos en un territorio dominado por la hambruna y las epidemias.
Lo más lamentable es que potencialmente seguimos siendo suelo de inmensas riquezas naturales, tierras fértiles, agua abundante y con nichos de productividad y eficiencia empresarial obtenidas por inversiones en tecnología, conocimiento y mucho tiempo de incubación y monitoreo gerencial. Pero nada de esto podrá prevalecer dentro de un contexto de miseria estructural y colectiva.
Por supuesto que el rescate del país pasa por un cambio del modelo comunista actualmente en ejecución hacia un modelo de libertades económicas y garantías para la iniciativa privada, pero esta opción está obstruida por lineamientos ideológicos socialistas que son además la causa eficiente del colapso socioeconómico actual. El problema es que esta alternativa de cambio político necesita de reglas transparentes en materia electoral que garanticen el derecho al voto de los ciudadanos, algo que interna y externamente el mundo democrático pone en duda que suceda, mientras persista el esquema aplicado por el PSUV desde el CNE.
Nuestro drama es que con elecciones o sin ellas los escenarios pavorosos que ya se han iniciado y que se profundizarán son prácticamente inevitables. En cualquier país civilizado del planeta frente a una crisis de las dimensiones que tenemos en Venezuela, se generaría una fuerza unitaria muy solida de toda la dirigencia política, acá sucede algo criminal, el Gobierno la acentúa para mediante el hambre y la necesidad hacer más efectivas sus limosnas y algunos factores de Oposición también apuestan a que se intensifique y conduzca a una explosión social que defenestre a los actuales gobernantes.
La gran pregunta para quienes conformamos la sociedad civil es ¿qué hacemos? Y la respuesta es complicada si manejamos las mismas variables políticas que hasta ahora porque en verdad todo razonamiento nos lleva a dilemas deletéreos, pero si apelamos a nuestras esencias cristianas es mucho más simple, practicar la Caridad. Ir hacia el núcleo del dolor con los muy escasos recursos económicos que podamos tener, con un buen equipaje de conocimientos expresados en ciencia, gerencia y manejos de problemas, pero sobre todo con una cantidad gigante de solidaridad, de empatía, de amor, que para San Pablo amor y caridad son sinónimos.
El país agoniza, el país que conocemos, se está yendo al sumidero y toca a quienes son reducto civilizatorio convertirse en trinchera que intente detener la deblacle. A los pragmáticos les digo, el mejor arma que ahora podamos utilizar es la cordura que sirva de luz entre las tinieblas de locura política que vivimos. Lo hemos intentado todo con base a la razón teórica. Vamos a darle un chance a las razones del corazón, que decía Pascal, a ver cómo nos va. Dios con nosotros.