Políticos y periodistas han concentrado su atención después del monumental fraude del 15 de octubre, en saber si los gobernadores de oposición irán o no a juramentarse en la ilegal Asamblea Constituyente. Los primeros como Julio Borges comienzan a ocuparse de otros temas y no del fraude y los segundos omiten referirse a los dieciocho gobernadores usurpadores proclamados por el CNE al servicio de la dictadura.
Este fraude que clama al cielo, ya está inscrito entre los más descarados del mundo, es uno de los hechos más graves de la historia contemporánea de Venezuela. Que Maduro esté amenazando con no reconocer a los gobernadores que no se juramenten ante la cubana y que igualmente ponga plazos y hable de nuevas elecciones e inhabilitaciones es la prueba más evidente de la falta de separación de los poderes y del régimen autoritario.
Existen antecedentes como el ocurrido a Ledezma con la Alcaldía Metropolitana al quitarle la sede en la Plaza Bolívar de Caracas, que hacen vislumbrar lo que les espera a los gobernadores opositores. Ya Vielma Mora envalentonado ha declarado que el despachara desde el Palacio de los Leones, lo que supondrá que la Gobernadora tachirense tendrá que buscar otra sede, sumando atropellos donde le han quitado varias atribuciones.
Lo ocurrido con Ocariz en Miranda y Andrés Velásquez en Bolívar es lo más agraviante. Al primero le mudaron de mesas de votación a más de doscientos mil electores. Al segundo, con actas en mano, le proclamaron un gobernador en la madrugada. Era de esperarse, Andrés Velásquez es un político con personalidad, seguramente iba a poner al descubierto los negocios de los militares, rusos y chinos, con el hierro, oro, diamantes y las irregularidades ya denunciadas en la Corporación Venezolana de Guayana. Mineros, sindicatos e indios pemones van a dar la pelea hasta que se haga justicia.
La cuestión del juramento de los gobernadores opositores está convocando la opinión de juristas y políticos. Algunos de los primeros opinan que si Chávez se juramentó diciendo que lo hacía “ante esta moribunda constitución”, no sería criticable que los opositores lo hicieran diciendo “juro ante esta inmoral, ilegal e ilegítima asamblea llamada constituyente”. Los políticos apelan más bien a una cuestión de principios que es reconocer ese parapeto montado por el dictador y lo califican además como una traición a la ciudadanía. Ciertamente que este es el dilema planteado.
Mientras esto sucede en el territorio nacional, desde el exterior voces como la de Almagro, Tony Blair, expresidentes y cancilleres de doce países, no acaban de entender cómo el pueblo venezolano permanece mansamente en sus casas y no están en las calles como sucedió en Rumanía, Egipto y Ucrania. Se preguntan, es cobardía, miedo al terror de Estado, complicidad política o falta de liderazgo.
Thomas Carlyle dice que “todo hombre lleva en el alma un cobarde y un héroe” y Gandhi afirmaba que “los cobardes mueren muchas veces antes de morir”.