No sé si mi público está aburrido con los largos capítulos de “Mi carta” tema enviado a EL IMPULSO desde Holanda. En lo que a mí respecta no me aburro de nada, busco aquí y allí para contar todo esto que vivo aquí en esta tierra bendecida.
Hoy mi mente vuela, va, viene, elucubra cosas y piensa en lo que son las similitudes, estando frente a tantas geniales historias, cultura y leyendas. Todo esto me fascina y me envuelve. Estoy en Amsterdam en el gran museo Rijks Museum. Viendo la parte de las luchas del hombre por sobrevivir, me viene a la mente el recuerdo de aquellos personajes que se jugaron el alma con el diablo y la perdieron. Mientras avanzo viendo la historia, pienso en la obra de Goethe El Fausto cuyo personaje hizo un pacto con el diablo para hallar la felicidad, sin tener que temer a Dios por las consecuencias de lo hecho. Historia que encierra la vida del ser humano, sus debilidades, sus miedos, fortalezas, sueños y luchas, sus pecados y arrepentimientos, en este revoltijo de cosas a las que esta el hombre expuesto a lo largo de su existencia y decidir el camino a seguir sea el del bien o el del mal. Igualmente me vino a la memoria el pacto que hiciera con el diablo -según la leyenda-de aquel capitán llamado “El holandés errante” quien hizo pacto con el diablo para poder surcar los mares sin que lo detuvieran las tormentas que creía Dios las producia para obstruirle el paso. Pidió al diablo que no le importaran las tormentas. Desafiando la ira de Dios fue condenado, cuenta la leyenda, a navegar eternamente sin rumbo y sin encontrar arrimo a puerto alguno. Cuentan que en noches de tormenta se ve el barco fantasma en su etera travesia. Se jugó el alma con el diablo y la perdió.
De todo me viene a la mente cuando camino, a veces me da por abrir el cofre que guardo en la memoria de mis sueños que quedaron a la espera y como sigo esperándolos, sigo adelante mezclando mis viejos sueños, como el otoño va mezclando su tiempo con el fuego y con el frío. Mi cabeza es una antorcha encendida, evoco jirones de la historia de los sabios y del lenguaje de las espigas del camino, del frio de las flores y de sus espinas. Aquí entre toda esta hermosura no hay mejor consuelo que sumergirse en el propio sueño, cantar a los deseos y a las corolas de las flores que se asoman antes que el viento de otoño las despeine y las marchite.
Todo lo que vivo aqui es un sueño jamas imaginado, por la hermosura que natura pone a cada instante ante mis ojos. Eso no evita que recuerde a Venezuela, la que sigue siendo linda a pesar de sus grandes sufrimientos. Hoy me siento tan contenta que lo que me viene a la memoria en medio de toda esta paz y alegria es el recuerdo de la canción venezolana de Billo Frómeta que repito y canto para dejar sobre el viento holandés la esencia de las reales alegrías de ayer que guarda el venezolano que a la tiranía le ha sido imposible borrar de las tradiciones. Venezuela volverá a cantar como la recuerdo yo ahorita en este momento: “Hoy todo me parece más bonito, hoy canta más alegre el ruiseñor, hoy siento la canción del arroyito y siento como brilla más el sol”
En el capítulo anterior les comentaba acerca de las impresionantes colecciones y obras que guardan los museos en Holanda.
Delft es una ciudad que enseña con orgullo su arquitectura tradicional, sus canales y vías para las bicicletas. Es la creadora de las famosas obras en colores blanco y azul de cerámica, sus famosos suecos de adorno y una serie de sus hermosas creaciones que podemos ver en vitrinas de América y que nos encantan. En esta ciudad nació el famoso pintor Johannes Vermer cuyas obras ´pertenecen al arte barroco. Se hizo famoso gracias a sus pinturas costumbristas, dedicó un cuadro bellísimo a su ciudad natal llamado “Vista de Delft”. Fue llamado el maestro de la luz, por el magnífico empleo que hacía de esta en sus obras.
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