Hoy les comento que el sobrepeso no solamente tiene que ver con el índice de su masa corporal y medidas en abdomen, cintura y extremidades, ¡no señor!… Sepa usted que mucha gente tiene sobrepeso mental y emocional gracias a las expectativas impuestas por hábitos, creencias, recuerdos, por las circunstancias en las que estamos inmersos, por las situaciones en las cuales vivimos y cuya angustia hace que “ganemos peso”.
A veces las cosas no salen como queremos, y es muy probable que ello sea un disparador de emociones negativas, ¡de emociones que engordan! Puede ser la tristeza y la desesperanza, la preocupación, dudas y ansiedad, o puede ser odio, ira, deseo de hacer justicia y de buscar venganza.
Investigaciones han puesto en evidencia que las emociones negativas son perjudiciales y expresarlas de manera inconsciente puede producir daños a nuestro alrededor, pero ocultarlas también puede ser peor. Entonces ¿qué hacer cuando enfrentamos eventos que despiertan emociones negativas en nosotros? Optar por ver lo mejor del momento que vive… ¿Por qué? Porque la carga de estas emociones es tal, que pareciéramos lleváramos un morral de ladrillos con nosotros todo el tiempo, ladrillos del pasado, del presente y hasta del futuro… ¡Dios!
Son ladrillos que dificultan el disfrute de nuestro gran regalo diario de vida: nuestro presente ¡el aquí y el ahora!. Y lo peor es que muchas veces nos acostumbramos a esa gordura invisible, pensando incluso que es normal sentirse así y así vamos yendo: casi doblados a todas partes, al trabajo, reuniones, cine, médico, gimnasio y hasta la cama…
La literatura científica ha insistido en los últimos veinte años que es preferible no tomar decisiones importantes, ni tratar asuntos difíciles en una relación o realizar actividades riesgosas bajo los efectos de las emociones negativas intensas, ya que con este sentir se experimentan efectos muy tóxicos en el organismo, en el semblante, en el lenguaje corporal, en la forma de pensar, en el lenguaje y en el comportamiento en general, produciendo daños en la persona misma a través del debilitamiento de su sistema inmunológico y del abuso del organismo colocado en el límite de su funcionamiento. Si también se lleva esto a los demás, se trasladan los daños a las relaciones profesionales, comerciales, sociales, familiares y de pareja… ¿Qué hacer, entonces? ¡Adelgace sus emociones!
¿Cómo hacerlo? Les comento algunas maneras de bajarle el peso al saco mental y sentirnos más livianos:
•Abra su bolso y revise sus ladrillos. Cada uno de nosotros los tiene de diferentes formas, medidas y tamaños, algunos vienen en forma de juicios, recuerdos dolorosos, costumbres dañinas, emociones reprimidas, preocupaciones. Sólo con saber qué está cargando bajará el peso y sentirá alivio…
•Libérese de los ladrillos que pueda en este momento y deje otros para más tarde. Suelte el de “tengo que ser perfect@”, el de “si no lo hago yo, nadie lo hará”, el de “la culpa de mi vida es de mis padres”, el de “mi infancia fue terrible”, el de “no me lo merezco”, el de “mi vida es un asco”, el de “pobre de mí”. Puede dejar para más tarde, otros que le sigan pesando tras identificarlos…
•Recuerde que esos ladrillos son de aire e ideas, no de cemento ni arcilla. No son reales, son imaginarios, pueden ser pesados pero son producto de sus percepciones. Cuando sus pensamientos cambien de volumen y dimensión ellos también se transformarán: es una relación directamente proporcional. Cuando vemos las cosas con otra perspectiva, los bloques pasan de ser pesados a livianos, y perdemos casi mágicamente peso en la cabeza.
Los ladrillos no son peligrosos en cuanto y tanto se esté claro que son inmateriales. Cuando sienta mucho peso en la cabeza comience a revisarlos, se dará cuenta que son de goma espuma y aire; y es ud. quien les da el peso que quiere y quien decide si permite que sus emociones le engorden y afeen…o por el contrario, le animen a adelgazar y verse más feliz y dispuesto a disfrutar de su vida en todo momento, sean cual sean las circunstancias… ¡Así de sencillo!