Escenarios del país: La inverosimilitud de la democracia venezolana

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Venezuela es hoy por hoy una “particularidad” para las agencias de noticias del mundo. El espacio que nos conceden los principales medios internacionales no tiene precedentes históricos.

Dos elementos estimulan esa atención comunicacional, en primer lugar, el estado de nuestra economía que impacta no solo la vida de las personas en el país sino también a las naciones circunvecinas y de segundo, las características del funcionamiento de nuestro sistema político actual con enormes cuestionamientos al concepto occidental de democracia.

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En estas circunstancias más allá de la consideración de los medios globales y también de muchos gobiernos y organizaciones multilaterales, es importante analizar qué está pensando la opinión pública venezolana. Para ello, sustanciaré mi análisis tomando en consideración el último estudio de la firma Venebarómetro perteneciente a Croes, Gutiérrez & asociados cuyos trabajos de campo son elaborados por el instituto venezolano de análisis de datos (Ivad).

Este estudio comienza reflejando que el 63,2 por ciento de los venezolanos en general considera de los poderes públicos en el país se encuentran bajo la influencia de otro poder, vale decir, existe un cuestionamiento elevado a uno de los principios básicos de la democracia occidental como lo es la independencia de poderes. 6 de cada 10 venezolanos se inscriben en esta dirección, lo cual es extremadamente elevado para la sustentabilidad del sistema político a mediano y largo plazo. Adentrándonos en este indicador, nos encontramos que el 95, 4 por ciento de los opositores se alinean con esta opinión; no obstante, el 88,8 por ciento de los chavistas opinan exactamente lo contrario, es decir, que sí existe total independencia de poderes en Venezuela. Este particular dato nos refleja que la polarización política sigue arraigada profundamente y que incide sobremanera en las evaluaciones que la opinión pública hace al funcionamiento global de nuestra democracia. Pero aún hay más, vista esta percepción desde el punto de vista del nivel socioeconómico, el 75,3 por ciento de los sectores A y B se alinean al cuestionamiento a la independencia de poderes, un 64,5 por ciento del sector C y un 57,6 por ciento de los sectores populares (D) también se inscriben en la misma percepción. Esto nos da pie para preocuparnos por el futuro inmediato porque con tales indicadores más allá de los expresados por la polarización, no se garantiza la sostenibilidad de un sistema político. Otro dato de enorme relevancia e inscrito en la misma dirección estratégica del anterior tiene que ver con la influencia de factores partidistas en la designación del Poder Judicial. Un 67,5 por ciento de las personas revela que si existe tal influencia que lo desacredita, de este indicador llevado a la polarización tenemos que el 97 por ciento de los opositores lo consideran así, mientras que el 87,4 por ciento de los chavistas opinan todo lo contrario. Por sectores sociales la opinión va direccionada de manera equilibrada siendo que el sector A lo cuestiona un 77,9 por ciento, el C un 68,7 por ciento y los sectores populares en un 62,7 por ciento. Es de destacar que en la región central es donde más se profundiza la percepción negativa con un 72,9 por ciento. Evidentemente estos indicadores revelan la poca confianza en nuestro Poder Judicial algo que sin duda alguna deteriora la percepción institucional y su funcionamiento de cara a la sociedad.

Un tercer aspecto que nos brinda el estudio tiene que ver con la sensación de la opinión pública en torno a las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia. Un 15,9 por ciento dice que el TSJ siempre acata los principios constitucionales, un 12,7 por ciento dice que en general acata, un 25,2 por ciento que pocas veces los acata y un 44,5 por ciento que nunca los acata. Este indicador es altamente preocupante tratándose del principal tribunal del país que debería ser referencia importante para la confianza de la población en sus instituciones. Casi la mitad de la población estima una disfuncionalidad del TSJ con consecuencias nefastas a mediano y largo plazo en nuestra democracia. Estos datos en principio nos muestran la inverosimilitud de la democracia venezolana actual. Reflejan un alto cuestionamiento a la misma de parte de su población mayoritaria pero también que un porcentaje importante de venezolanos (alrededor de un tercio) opina sobre los asuntos políticos desde una percepción ideológica distinta a lo que la realidad refleja. Pero esa es otra historia que analizaremos con más profundidad en próximas entregas.

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