Estas elecciones regionales, que debieron haberse celebrado a fines del año pasado según el tiempo estipulado por la Constitución para el período de gobernadores e integrantes de los consejos legislativos, se efectuarán hoy después que la Asamblea Nacional Constituyente diera el visto bueno al Consejo Nacional Electoral, para que las convocara, apresuradamente, sin dar tiempo a que se cumplieran los lapsos de un proceso comicial normal como está estipulado en la propia ley que rige al Poder Electoral.
Después de cuatro meses intensos de manifestaciones con saldos lamentables de 125 muertes por el uso de armas de fuego, miles de heridos y traumados, centenares de detenidos y pérdidas aún no cuantificadas, sectores de oposición muy radicalizados expresaron su disconformidad con la aceptación a concurrir a unas elecciones que, según sondeos de opinión, estaban a disposición de los candidatos que enfrentan a sus rivales del Gobierno nacional.
La abstención anda rondando peligrosamente. Dirigentes opositores han señalado que esa dejadez favorece doblemente a los aspirantes del oficialismo porque por una parte obtendrían el triunfo por forfait y, por la otra, le darían legitimidad a un gobierno que han rechazado y combatido enérgicamente.
Es por ello que hay muchas expectativas no sólo entre los aspirantes, organizaciones políticas y la propia Mesa de la Unidad Democrática, sino también en el seno del Partido Socialista Unido de Venezuela porque se está jugando su futuro.
La tensión crece a cada instante porque la tirantez se intensifica, ya que se está reviviendo la polarización en su máxima escala.
Y las decisiones antagónicas que se presentan hacen el panorama muy complejo, porque nadie sabe cómo transcurrirá el fin del día al culminar las elecciones.