Algo tan común en una sociedad humana como es la conversación entre partes en conflicto, en Venezuela tiende a convertirse en una versión del clásico espantapájaros.
Es lamentable que tal distorsión esté ocurriendo, como producto del anómalo comportamiento de quienes conforman la cúpula política del régimen. Desde el momento en que éste incumplió los acuerdos que suscribió frente a representantes del Papa, la palabra diálogo, en vez de traducir la esperanza de encontrarle solución a la tragedia que sufre el país, emerge como imagen de las trácalas del oficialismo.
En los primeros meses de este año, a pesar de que el equipo de mediadores fue escogido por el propio Nicolás Maduro, la oposición venezolana aceptó participar en un diálogo con el régimen. Lo hizo porque estaba de por medio una representación del Papa Francisco. Sin embargo, al cogollo gubernamental le importó poco la presencia del Vaticano e incumplió los compromisos que suscribió. Hoy, con la anuencia del máximo vocero de la curia romana y con el aval de las Naciones Unidas, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), consecuente con los modos civilizados de la política y la democracia, ha explorado la posibilidad de hacer un nuevo esfuerzo en función de que en Venezuela cesen las calamidades sociales que azotan al pueblo, así como también para que se restablezca el orden constitucional, cada vez más violentado por la mayoría de los Poderes Públicos del Estado.
Se supone que una de las reglas de oro que debe prevalecer en todo diálogo, es el respeto recíproco entre los interlocutores. Desafortunadamente, esta fundamental premisa parece tener poca o ninguna importancia para Nicolás Maduro, pues éste sigue siendo un empedernido tirapiedras. Al efecto, ahora se mantiene más tiempo en los espacios mediáticos que el régimen ha confiscado, para ofender, descalificar y satanizar a los más altos voceros de la oposición. Es decir, el autócrata totalitario, haciendo gala de su carencia de idoneidad para conversar con el otro, sigue actuando como el rompediálogos que es. ¡Sus salvajes instintos le impiden convivir!
Quiero alertar a los electores sobre el perverso propósito de Maduro y su pandilla amaestrada, quienes al referirse al diálogo, lo hacen para estimular la abstención, pues saben que si pierden las gobernaciones, quedan “montados en cuatro bloques”, como se dice cuando a un vehículo le roban los neumáticos. Es decir, la cúpula oficialista perderá movilidad y su capacidad de maniobra se reducirá en grado extremo. Pero algo más importante sucedería: la implosión en las filas del “madurismo” sería inevitable y, en el seno de la colectividad nacional, su ya escasa popularidad descendería a niveles insospechados.
Conocida esta realidad, tenemos en frente la posibilidad de golpear al régimen en la nuca. Lo único que debemos y podemos hacer, sin detenernos ante ninguna ola de rumores que lanza a la calle Nicolás Maduro, es utilizar el arma poderosa del voto: salgamos a elegir a los candidatos apoyados por la MUD. Si dejamos pasar esta oportunidad, todo lo que venga después serán más dificultades para todo y para todos.