Un día Jesucristo nos habló de una viña suya, que arrendó a unos viñadores mientras se iba de viaje (Mt. 21, 33-43).
Cuando llegó el momento de la vendimia o cosecha de las uvas, envió a sus empleados a cobrar la parte que le tocaba, pero los viñadores mataron uno a uno a cada empleado que fue enviando el dueño. Decidió éste enviarles a su hijo, pensando que a ése sí lo respetarían, pero lo asesinaron también -nos dice la parábola- para eliminar al heredero y quedarse con la propiedad.
Jesús hablaba en ese momento a los líderes del pueblo de Israel. Y al final del cuento les hace saber que ellos son el pueblo elegido, pero que al rechazar a cada uno de los enviados de Dios y también al Hijo de Dios, el Reino de Dios sería dado “a un pueblo que produzca frutos”.
¿Qué significará esto? Los enviados de Dios son los profetas, incluyendo a San Juan Bautista. Y ese pueblo que rechazó a todos y los mató, y terminó matando al Hijo de Dios, fue el pueblo de Israel, aunque no todo, porque algunos judíos, comenzando por los Apóstoles y discípulos, no siguieron a esos líderes y sí aceptaron a Jesús como el Mesías.
Lo que asombra es que en la actualidad hay algunos judíos que están dándose cuenta que Jesús sí es el Mesías prometido y que la Iglesia Católica es la continuación del pueblo de Israel.
En efecto, si analizamos bien, cuando un judío se une a la Iglesia Católica, no deja de ser judío: pasa del Pueblo de Israel del Antiguo Testamento, al nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia Católica.
Rosalyn Moss, judía practicante se hace cristiana en los años ’80,y ahora es la Madre Miriam del Cordero de Dios, fundadora de una congregación religiosa católica. Ella dice que es más judía después de haberse hecho Católica: “Hacerse Católico es la cosa mas judía que se puede hacer».
Y a nosotros, los católicos pertenecientes a la Iglesia fundada por Cristo, Dios puede hacernos el mismo reproche que hizo a los judíos que en su época que se oponían a Él. Porque… siendo nosotros el nuevo pueblo de Israel, ¿somos mejores que los que estaban ante Jesús en aquel momento?
El Señor desea que cada uno de nosotros seamos una viña fructífera que dé buenos frutos. Y nos da todo lo necesario, tal como nos cuenta el Profeta Isaías en una parábola que es preludio de la de Jesús: “removió la tierra, quitó las piedras y plantó en ella vides selectas… y esperaba que su viña diera buenas uvas” (Is. 5, 1-7).
“¿Qué más puedo hacer por mi viña que yo no lo hiciera?” El Señor nos dice que nos da todo, es decir, todo lo que nuestra alma necesita para dar lo que El espera de nosotros. Y… ¿damos fruto? ¿Damos fruto bueno? ¿Somos realmente lo que El desea que seamos?
Las parábolas del Señor nos enseñan y nos advierten. Y en ésta nos dice que a los que no den fruto les será quitado el Reino de Dios.
El Reino de Dios es la felicidad perfecta y para siempre que Dios tiene preparada para aquéllos que den fruto. Pero de acuerdo a esta parábola, los que no den fruto no tendrán derecho a vivir en el Reino de Dios. Es para pensarlo bien ¿no?
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