En la vida uno se topa con ciertas personas que son dignas de recordar, ya sea por su personalidad o por su destacada participación en cierto ámbito. Tal es el caso de Argimiro Briceño León, dedicado a la escritura, a la coordinación editorial, a ser fundador de la célebre “República del Este”, de la cual fue ministro de Contradefensa durante 14 años; pero además de esto, fue un eterno enamorado y un personaje que diversos escritores se han encargado de incluir en sus cuentos.
Briceño León fue el invitado especial para el Desayuno Foro que contó con la participación del director editor José Ángel Ocanto y el director general, Juan Manuel Carmona, quienes se encargaron de dar a conocer más allá a esta personalidad.
Del frío al calor
Hijo de César Augusto Briceño y Victoria Luisa León, Argimiro Briceño León nació en Trujillo, específicamente en San Juan de la Cruz. En el pequeño poblado pasó parte de su infancia y si bien no asistía a una escuela en particular, los estudios no le faltaron puesto que acudía al hogar de las docentes María y Andrea Flores, hermanas que se encargaron de enseñarlo a leer, escribir y las tablas de suma, resta, división y multiplicación, cuando apenas tenía siete años.
El patriarca de la familia se caracterizó por fungir como médico, arquitecto e incluso ingeniero, según expuso el poeta. El hecho de ser responsable de ocupar cargos como el de jefe civil e inspector de carretera le generaron una propuesta de trabajo en un campo petrolero de San Lorenzo, en el Zulia. Al haber aceptado la proposición, la familia, conformada por los padres y sus ocho hijos se mudó, dejaron atrás el frío para empezar una nueva vida.
Los conocimientos recibidos le permitieron a Argimiro ser aceptado en el segundo grado del Colegio Simón Rodríguez. Desde entonces, el hábito de lectura fue impartido por su padre, quien constantemente leía, pero además hacía que sus hijos al llegar de las actividades escolares repasaran los temas dados. “La casa se convertía en una escuela”, rememora.
Durante esta época, el Lago de Maracaibo fue su lugar ideal para aprender a nadar y le brindó la oportunidad de tener mayor cercanía con la civilización por la labor de su padre, quien se desempeñó como inspector de campo.
Desde segundo hasta sexto grado la familia se mantuvo en San Lorenzo; esto le dio la oportunidad de conocer a ciertos líderes obreros petroleros pertenecientes al Partido Comunista. Admiró el discurso empleado especialmente por Simón Correa. La admiración que podía sentir hacia el verbo de este luchador hizo que no dudara en brindar un aporte. “Yo recuerdo que un día solicitaron una colaboración porque el partido necesitaba dinero, yo cargaba un bolívar y se los di. Me dieron una paliza, porque mi papá se enteró y él tenía pensamiento copeyano”.
Cuando iba a cursar el primer año de educación media, su padre decide llevarlo a Valera, Trujillo, al cuidado de su tía Nicolasa León, madre de Adriano González León, primo hermano que lo ingresó en el mundo de la literatura. Briceño León comenzó a estudiar en el Liceo Rafael Rangel, donde cursó séptimo y octavo grado.
“Después traté de ingresar a la Escuela de Formación de Oficiales de la Guardia Nacional, yo quería ser militar porque me gustaban los uniformes, por la vanidad que estos representaban. Yo veía que los militares siempre tenían a las mujeres más bonitas”. Sin embargo, no contó con tan buena suerte: “Para el examen de matemática y física me tocó un profesor que me había raspado ya en esas materias porque siempre fui malo para eso”. De manera que no pasó la prueba.
Conoce el mundo de trabajo
Entonces retornó al Zulia. Su padre le consiguió un empleo en la Shell, en donde laboró durante ocho meses como ayudante de laboratorio. A pesar de que sus servicios fueron requeridos nuevamente, Argimiro se dirigió al padrino de su hermana mayor, Héctor Espinoza, quien le ofreció ser su asistente en una empresa importadora. Y en las noches se dedicaba a estudiar mecanografía y contabilidad.
Su disposición le valió egresar de un colegio en donde el inglés y francés eran fundamentales, pero el idioma que más emocionó al poeta fue el llamado “lenguaje del amor”. Su edad no fue limitante para continuar aprendiendo.
El comején de la política
“Un día le dije adiós trabajo y me fui a la guerrilla urbana”. Si bien entonces gozaba de comodidades, pues tenía empleo, decidió ser parte de este movimiento durante cuatro años. “Era la ilusión de ir contra Rómulo Betancourt, era una cosa como enfermiza”.
“Nunca estuve en los ataques de estaciones de servicio y mucho menos en asesinato de policías”. La influencia que tuvo las conversaciones que mantenía con su primo Adriano González y con Oswaldo Barreto surtieron efecto para hacerlo parte de este grupo. Al tiempo, el escritor tuvo la oportunidad de intimar con Manuel Caballero, quien también fue un furibundo antirromulista. “Manuel fue el que me aclaró el panorama”. Así habla de “un error” que logró rectificar.
Otro dato interesante: esa labor rebelde, del día, la alternó con estudios de literatura hispanoamericana en la UCV, de noche, junto a Adriano, Juan Nuño y María Fernanda Palacios.
La crème de la crème
Una vez salió del mundo de la política, Briceño León comenzó a buscar un nuevo trabajo. Ingresa a Cauchos General, en la capital, y fue designado gerente para la zona Central, con residencia en Barquisimeto.
“Ganaba para la época un dinerillo importante, el equivalente de 400 dólares, además de vehículo y 1.500 bolívares extras para los gastos”. Muchos le reconocían talento para el canto. Incluso, Marco Antonio Muñiz le pidió se olvidara de “las llantas”, luego de escucharlo interpretar algunos boleros inmortales.
Su voz lo llevó a conocer a diversas personalidades y tener a las que considera “las novias más lindas de Caracas”, generándole incluso algunos problemas con quienes podían tener pareja.
El cupido oficial tiene por nombre Amparo Frontado, madre de sus tres hijos: Juan Carlos, Alejandra María y Antonio Nicolás, todos residenciados en el exterior. Briceño León no sólo tenía el talento, también el carisma, lo que daba como resultado que fuera admirado por las muchachas, y precisamente una carta en donde una de ellas le expresaba atracción, fue la causante de que, como dice él, lo “maletearan” de la casa, si bien nunca hubo divorcio.
El canto además le dio la oportunidad de conocer a Oscar Machado Zuluaga y hasta de asistir a su hogar para interpretar algunas canciones. A su vez, Miguel Otero Silva también se convirtió en parte de su íntimo círculo personal.
De esa manera ingresó en el mundo editorial. Trabajó con Mary Ferrero a quien considera una escritora de suma importancia. Gonzalo Rodríguez Landín, dueño de Editorial Rayuela lo contrató como coordinador editorial. Briceño León conserva la máquina de escribir en que su primo Adriano escribió País Portátil; y Mario Vargas Llosa, el discurso que pronunció, en 1967, al recibir en Caracas el Premio Rómulo Gallegos, por su novela La casa verde.
Junto a sus familiares y diversas personalidades del mundo literario viajó a Barcelona, España. Allá compartió con Vargas Llosa; y posteriormente, en Macondo, la casa de Otero Silva, con Pablo Neruda y también con Gabriel García Márquez. Tres premios Nobel. Para Briceño León se volvió en algo habitual ser cercano a los grandes del mundo de la escritura, no solo venezolana, sino de Latinoamérica en general.
Los crepúsculos como hogar
El ser parte de tan destacadas personas, implicaba además ser crítico de las situaciones, asimismo la experiencia le permitió prever lo que sería el futuro del país con la llegada de Hugo Chávez al poder. Esto le generó ciertas enemistades e incluso, le recomendaron tener consigo un revólver para protegerse.
“Se me hizo la vida muy difícil, al punto de que la depresión me puso al borde de la muerte. En el 2001 mis hermanos me recomendaron venirme a Barquisimeto por la cercanía”. Confiesa que con su llegada, quiso tener acercamiento con EL IMPULSO, logrando conocer a la presidenta de la Fundación Carmona, Alicia Feaugas, y posteriormente a la apreciada Violeta Villar, quien fue jefa de información del diario.
Desde entonces no se ha separado de esta casa editorial. No negó estar “temeroso” por la entrevista. Sin embargo, no dudó en dar a conocer su novelesca y muy intensa historia. Añora la época en que la lectura era obligatoria y la edad no era limitante para leer grandes obras, por lo que insiste en que es algo que debe retomarse, por el bien de la sociedad.
Si bien hoy en día está lejos de su familia, a este admirable personaje no le falta compañía, para él sus libros y muchos amigos que se ha ganado a lo largo de sus 86 años de vida le brindan el confort que puede necesitar. Además, son muy importantes en su vida sus hijos, sus sobrinos César Consuelo y Elsi, así como sus nietos José, Elisa María, Oriana y Adana. El teléfono acorta la distancia que los separa. Ellos han adoptado su amor por la literatura, pero espera se convierta en algo global, en donde los libros ocupen el lugar de los teléfonos celulares.