Por estos días hay una moda de pesimismo suicida: la de negarse a votar en las regionales argumentando que no vale la pena porque los candidatos están vendidos, que el gobierno va a hacer trampa o anular esas elecciones. Afirman también que los políticos son todos unos embusteros y unos ladrones irremediables que se tapan unos con otros. Otros más, están convencidos que Dios rechaza la actividad política, considerándola diabólica.
Personas indiferentes o abiertamente hostiles a la actividad política siempre las ha habido y, por desgracia, no dejan de tener algo de razón. Pero, hay que afirmarlo: el pesimista es incapaz de ver todo lo que la humanidad ha ido mejorando en su hacer y a pesar de todas las dificultades. En todas partes se cometen errores y en todas partes hay víctimas de esos errores, pero también muchas cosas se han logrado y que demuestran que vale la pena seguir luchando, individual y colectivamente, por lo que creemos es bueno y que vale la pena.
El pesimismo nos impide atender bien los problemas que debemos resolver, termina por hundirnos aúnmás en la mediocridad, la desesperanza y en la depresión. El pesimista se conforma con lo peor, no trata de mejorar ni ve razón alguna para hacerlo y, por desgracia, su visión es altamente contagiosa.
El pesimista es catastrófico: “Los terremotos y los ciclones son las señales del fin del mundo, lean la Biblia”. “Un asteroide está a punto de chocar contra la tierra, pero los científicos no quieren decirlo para no causar alarma”, “No vale la pena ir a votar con este CNE”, etc.
El pesimismo solo producetrabas y resultados negativos. Imaginémonos un enfermo sometido a un permanente discurso pesimista: “Vas a tardar mucho en curarte”, “Te va a doler mucho”, “El cirujano tiene fama de malo”, “Vas a quedar mutilado”; Así, el enfermotermina por perder las ganas de vivir y se abandona a la muerte. A veces el pesimista habla por experiencia propia, pero con frecuencia no hace sino repetir lo que en realidad no sabe, o se hace eco de presunciones que no puede asegurar que son sostenibles.
En nuestro país el pesimismo y la desesperanza política son estimulados por el gobierno para mermarle votos a la oposición. Y si, por desgracia, ocurre lo que el pesimista promueve, dirá “Yo se los dije”. Pero, si después de años de anunciar que no vale la pena la lucha política y finalmente, por la colaboración inteligente y valiente de muchos, el régimen se cae, sin duda que hasta los pesimistas más rancios dirán alborozados: ¡Ganamos!
Construir es mucho más difícil que no construir o destruir. Para construir se necesita voluntad de hacer, aceptación del precio de ese hacer y el de correr el riesgo de que tal vez se logrará poco o nada. El pesimista no está dispuesto a hacer lo que tendría que hacer para conseguir lo que desea, porque se siente derrotado aun antes de intentar nada y es esa actitud previa la que impide que sus deseos se cumplan.
La clave está en fijar la atención en las cosas positivas que queremos que ocurran y sopesar si el resultado, a la final, será mejor que no hacer nada o impedir que otros hagan.También, en estos predios de la política es importante saber que las cosas se mueven lentamente, que no hay cambios o mejoras instantáneas. Si no quiere ir a votar, reflexione si realmente la oposición es tanto o más dañina y mediocre que el gobierno madurista que tenemos. Y sí, construir, en política y en este momento, significa apoyar a la oposición y votar en las regionales.