Las voces de Penélope – La guerra sin rostro de mujer

-

- Publicidad -

“La aldea de mi infancia era femenina. De mujeres. No recuerdo voces masculinas. Lo tengo muy presente: la guerra la relatan las mujeres. Lloran. Su canto es como el llanto”, nos dice Svetlana Alexiévich, premio Nobel por considerar a “su obra polifónica, un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestro tiempo”. Ya en otra oportunidad nos hemos referido a esta autora, quien sabe del sufrimiento de la población rusa, tanto en la guerra como en lo que suele considerarse “armas disuasivas”, caso de las armas atómicas, cuyo efecto en Chernobil, es conocido por todos, pero que a través de su obra, termina siendo un acercamiento desde la voz de sus protagonistas.

Periodista, ha oído y transmitido la voz en primera persona, de miles de seres anónimos, ciudadanos comunes, rusos y de las ex repúblicas soviéticas, quienes narran en su tono íntimo, vidas y experiencias propias y ajenas. “Porque siempre intuimos nuestro camino…Estuve buscando… ¿Con qué palabras se puede transmitir lo que oigo? Yo buscaba un género que correspondiera a mi modo de ver el mundo, a mi mirada, a mi oído”, nos dice en el extracto de una conversación con un historiador, en versión literaria de prólogo, especie de preludio que señala la participación femenina en la guerra desde el siglo IV a.C., en Atenas y Esparta y que tomaría un sesgo protagónico aunque silenciado posteriormente, en la Segunda Guerra Mundial en la URSS, donde participaron en todas las especialidades militares, incluso las más “masculinas”.

- Publicidad -

“La Guerra no tiene rostro de Mujer” (Debate, 2015), publicado en ruso en 1983, contiene a la manera de un mosaico, voces que parecieran surgir de la penumbra de los recuerdos de las mujeres sobrevivientes que sirvieran en el Ejército Rojo en la guerra contra los nazis. Su paciente trabajo de oírlas una a una en variadas ocasiones que incluyeron compartir la cotidianeidad de sus entrevistadas, ha dado sus frutos en una especie de género que cabalga entre el periodismo testimonial y el trabajo literario, que no sólo enriquece uno y otro, sino que establece lazos de compromiso vital que se extienden hasta los lectores.

La guerra parece ser un fin en sí misma cuando se rastrea su presencia en diversas culturas y sociedades. Alexiévich afirma no ser casualidad que en las bibliotecas escolares de su infancia, abundaran libros sobre la guerra, pues “siempre habíamos estado o combatiendo o preparándonos para la guerra. O recordábamos cómo habíamos combatido”, lo cual se reflejaba en el deseo de morir por la patria, expresado en las tareas escolares. Serían Dostoievsky y Adamovich, dos autores que le moverían el piso: Uno le hablaría de los extremos de la naturaleza humana, de su “cuántum”; el otro, escribir, a partir de la reconstrucción de las voces en la vida cotidiana.

Pensar en cómo lo hablaría, le llevó mucho tiempo. No quería hacerlo en la perspectiva heroica masculina sino de la “luminosidad” bélica de sus entrevistadas. Diría incluso que la guerra femenina es más terrible que la masculina. Y partió de su experiencia personal como periodista en la recolección de narrativas diversas: “Los relatos de las mujeres son diferentes y hablan de otras cosas. La guerra femenina tiene sus colores, sus olores, su iluminación 
y su espacio. Tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan sólo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana… no sólo sufren las personas, sino la tierra, los pájaros, los árboles. Todos los que habitan este planeta junto a nosotros. Y sufren en silencio, lo cual es aún más terrible”.

No elude los riesgos de la subjetividad de lo rememorado: “Recordar es, sobre todo, un acto creativo. Al relatar, la gente crea, redacta, su vida. A veces añaden algunas líneas o reescriben. Entonces tengo que estar alerta. En guardia. Y al mismo tiempo, el dolor derrite cualquier nota de falsedad, la aniquila”. Sabe convertirse en una gran oreja, bien abierta, que escucha a otra persona entregándonos sus voces mientras nos confirma que en ninguna parte es femenino el rostro de la guerra, cosa que olvidan quienes invocan como salida a nuestra crisis, intervenciones armadas o la guerra civil entre nosotros. La guerra es masculina y femenino, el deseo irresistible de vivir.

Pulsa aquí para apoyar la libertad de expresión en Venezuela. Tu donación servirá para fortalecer nuestra plataforma digital desde la redacción del Decano de la Prensa Nacional, y así permitir que sigamos adelante comprometidos con la información veraz, como ha sido nuestra bandera desde 1904.

¡Contamos contigo!

Apóyanos aquí

- Publicidad -

Más leido hoy

- Publicidad -

Debes leer

- Publicidad -
- Publicidad -