De la profunda crisis que atraviesa Venezuela en todos los órdenes, no escapa lo que ocurre en nuestras Universidades. No es solamente la falta de presupuesto, el acoso gubernamental a la autonomía, la prioridad a la cantidad y el sacrificio de la calidad o del anquilosamiento.
La grave situación económica en que ha sumido la dictadura al país ha provocado en las Universidades una inopia espiritual que se refleja en el éxodo del profesorado excelente, la solvencia ética del docente, abundancia de profesores mediocres, falta de control de las obligaciones de las autoridades universitarias que al no permitirse la renovación de sus cargos, por agotamiento o en la lucha por su supervivencia han desatendido sus deberes.
Las Universidades sometidas al tutelaje oficial, están graduando profesionales sin el nivel de otras épocas. Llegan reportajes desde el exterior de los graduados en las universidades bolivarianas, cuyos grados de conocimiento dejan perplejos a los evaluadores de empresas, hospitales, institutos de investigación científica, que se preguntan cómo es posible que se les hayan entregado títulos a estas personas.
Los índices de inflación, la actualización de los raquíticos salarios, están provocando que profesores inescrupulosos busquen aumentar sus ingresos, sobre la base de tarifar calificaciones, aprobar a los nuevos docentes contratados, en una palabra hacerse de ingresos supletorios por la vía de la corrupción. Y las sanciones para los casos comprobados brillan por su ausencia. Se trata de catedráticos asociados en una especie de “mafias”, beneficiados por la indulgencia pero que enlodan como diría Ortega y Gasset la misión de la universidad.
Estos vicios y practicas perniciosas, eco de la corrupción oficial que vive el país, y descritos sin animo recriminatorio, no se sobreponen a los testimonios que ha dado la dirigencia universitaria en su enfrentamiento a la dictadura de Nicolás Maduro, que más de una vez ha atacado directamente la Universidad como institución. En esta posición han sido valientes las actitudes de las Rectoras de la UCV y de la Universidad de Carabobo, Cecilia García Arocha y Jessy Divo respectivamente y del Rector UCAB Padre Jesuita José Virtuoso. La Universidad ciertamente no ha permanecido ajena a la lucha por el restablecimiento de su democracia.
La víctima de esta crisis universitaria es el estudiante que recibe docencia de profesores sobresaturados, sin amor a la cátedra, sin control de asistencia y de actualización de conocimientos. El Doctor Ernesto Mayz Vallenilla, que fuera Rector de la Universidad Simón Bolívar en una conferencia dictada en la Universidad del Zulia en el Seminario de Reforma Universitaria en 1966 llegó a decir: “La Universidad si quiere ser fiel a su tiempo y a su idea, debe llenar los cometidos técnicos que le impone la época, pero a la vez debe luchar para que ello no signifique la pasiva entrega y sumisión del hombre a la alienación que lo amenaza”.