De los 25 años de vida sacerdotal –cumplidos este 26 de septiembre- del padre Domingo Javier Cerga Sangronis ha dedicado la mayor parte a servir a los enfermos y a familiares en el Hospital Central Universitario Antonio María Pineda (Hcuamp). La experiencia lejos de ser extenuante ha marcado su trayectoria con satisfacciones numerosas.
Puntual, al padre Cerga puede vérsele en la capilla de recinto de salud a las 09 de la mañana para oficiar la misa dominical o los jueves para la oración durante la exposición del Santísimo Sacramento, pero también se le ve caminando tres veces al día por los pasillos de la emergencia, segundo, cuarto y quinto piso dando el sacramento de la unción de los enfermos u ofreciendo alguna palabra de aliento a los parientes de los enfermos o a los médicos.
Cerga ha encontrado en el hospital algo más que lamentos o tristezas relacionadas con las pérdidas. En la capilla ha celebrado cuatro matrimonios. El evento inusual no por el acto en sí mismo sino por el lugar elegido lo justificó ante el padre Cerga uno de los esposos diciendo que en ese espacio había encontrado la felicidad y a Dios.
Así como bendijo el párroco la unión de estas parejas, otro día durante su misión de servicio en el centro asistencial más importante de Barquisimeto se regocijó por celebrar una vida que se creía perdida.
Un 17 de diciembre hace siete años, una madre desesperada acudió a Cerga para que bautizara a su bebé que estaba en estado agónico, pero cuando el presbítero logró llegar al Hospital Pediátrico Agustín Zubillaga el pequeño ya tenía 45 minutos sin signos vitales. Pese a la advertencia de los pediatras, el sacerdote quiso ver al niño para ponerle agua bendita sobre el cuerpo. Para sorpresa de él, de la madre y de los médicos el bebé comenzó a moverse. Creció sano, en Carora, y hoy Cerga lo valora como una prueba de la bondad de Dios.
Esos episodios los recuerda como los más extraordinarios, pero a sus oídos han llegado unos 20 testimonios de personas que convalecientes recibieron la santa unción y después recuperaron la salud.
Paralelo a su trabajo en el Hcuamp también se alistó como oficial de la Policía del Estado Lara para poder ejercer como capellán de la institución y alargó su experiencia como guía espiritual en los organismos de seguridad durante ocho años en la capellanía del Destacamento 121 de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB).
Ha combinado estas responsabilidades con la de rector de la iglesia El Buen Pastor, en la urbanización Patarata, donde permaneció durante 12 años, y ahora en la iglesia San Pedro, parroquia que dirige desde hace un año. Allí, dijo, ha continuado con la evangelización para dejar claro que Dios no es una fábula, porque “cuando las personas hacen actos de fe en Jesucristo él se hace presente, saca del abismo y del dolor”.
A donde se le encomiende ir el padre Cerga aplica la que considera es su mejor habilidad: “Mi fuerte es la predicación. Yo quiero que las personas sean evangelizadas, como decía san Juan Pablo II ‘una nueva evangelización, nueva en sus métodos, nueva en su ardor y nueva en su expresión’, porque en la Iglesia a veces se supone que estamos evangelizados y lo que estamos es catequizados. Hay una gran diferencia entre una y otra. La evangelización es recibir a Cristo como una buena nueva, Cristo ama y está con todos y puede liberar de toda angustia. Después de que la persona acepta a Cristo en su corazón es que siente hambre de la palabra, quiere leer la biblia, siente paz y alegría de vivir, ahí es donde viene la catequesis, el adoctrinamiento”.