Hace diez años cuando no había colas de clientes en los supermercados, ni los chinos recibían los cargamentos de los principales rubros alimenticios, ni tampoco los generales se ocupaban de la distribución de los comestibles, ni mucho menos habían hecho su aparición los revendedores que este gobierno los ha denominado “bachaqueros”, todavía Venezuela exportaba 600 mil quintales de café a Europa, arroz y carne a Colombia, se satisfacía la demanda de vegetales y gran parte de los granos, y se llegaba a producir más de nueve millones de toneladas de caña de azúcar.
En estos días hay escasez de arroz, harina precocida, azúcar y café, productos que cada día tienen mayor precio.
La producción agrícola de este año es equiparable a la que se registraba en el país hace más de medio siglo, según los estudios hechos por la Federación Nacional de Asociaciones Agropecuarias (Fedeagro).
Aquiles Hopkins, presidente de ese gremio, al ser consultado por EL IMPULSO, manifestó que el consumo de azúcar en nuestro país es de 14 millones de toneladas métricas; pero la última producción fue de apenas tres millones de toneladas métricas. Esto representa el 20 por ciento del consumo nacional. Y no deja de sorprendernos porque Venezuela llegó a producir 9 millones 600 mil toneladas métricas.
El consumo de maíz blanco es de 1 millón 600 mil toneladas. La última cosecha fue del 25 por ciento de esa demanda.
En cuanto a hortalizas, en los Andes, la región que tradicionalmente se ha caracterizado en este renglón, sólo se pudo sembrar el 25 por ciento de la meta que se tenía. El eje Guárico-sur de Aragua, que cubre entre otras zonas El Sombrero, Barbacoas y Altragracia de Orituco, dejaron de cultivarse. Y lo mismo ha ocurrido con la papa.
Esta caída de la producción nacional es lo que está impulsando la escasez de alimentos. Y cuando esto ocurre, se genera especulación y la consiguiente inflación.
La razón de la caída se debe a los controles de precios que se han venido imponiendo, porque los productores no pueden trabajar a pérdida. Es por ello que cada día se produce menos. Y la situación se agrava cuando no se pueden reparar las maquinarias porque no hay repuestos.
En segunda instancia, expropiación de entre cuatro y seis millones de hectáreas que producían alimentos a los venezolanos y ahora no producen nada, habla claramente de por qué el problema se ha venido agravando.
Y el tercer aspecto, aunque ninguno es más importante que los otros, tenemos el centralismo y el monopolio que ha venido ejerciendo el Estado venezolano.
No solo hay que referirse las expropiaciones de más de 1.200 unidades de producción, sino también a las de las empresas como Agroisleña que garantizaba el suministro de los insumos a la agricultura, así como a las agroindustrias, como Lácteos Los Andes, la cadena de frío más grande del país y la expropiación de otras industrias. Ahora no se produce medicina, ni vacunas para la recuperación de la producción nacional.
Si no se recupera no hay nada quÉ hacer, dice Hopkins. Dependeremos de la capacidad de importar alimentos. Y eso no es cualquier cosa menos lo que expresa la Constitución, que plantea la obligación del Estado en darle seguridad y soberanía alimentaria a la población.
La situación que estamos viviendo, indica el presidente de Fedeagro, implica un cambio de rumbo urgente. Sea por parte de este gobierno o del que venga, porque es necesario atender la producción nacional.
La responsabilidad es gestionar la política para la producción, que ésta vuelva el sector privado, que se flexibilice el control de cambio, porque ahora nadie importa.
De acuerdo con estudios muy serios, actualmente el 68 por ciento de la población puede comer dos veces al día y es terrible la desnutrición infantil.
Hopkins sostiene que por cada dólar que se invierte en importar alimentos, los productores venezolanos pueden producir con igual cantidad cinco veces más rubros. Es por ello que se requiere que el Estado acompañe a los productores de los 17 estados del país que pueden producir lo que necesitan los 30 millones de venezolanos.
Maximiliano Pérez, dirigente nacional de los caficultores, afirmó que actualmente el 94,2 por ciento del café que es consumido en Venezuela es importado de Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Brasil, ya que la producción venezolana ha caído estruendosamente. Y ese porcentaje fue hecho por el Sindicato Nacional de Trabajadores del Café.
En el país se llegó a producir un millón 550 mil quintales de café, de los cuales 950.000 se consumían internamente y se exportaban 600.000 quintales. Era un producto de extraordinaria calidad y muy solicitado por los importadores al punto que el Café Venezuela era fabricado en Alemania con el grano que se producía en nuestros cafetales.