Lo primero que he visto al visitar Holanda es la demostración de sus hijos de cuánto se puede lograr hacer en beneficio de todo un país cuando la voluntad, la unión y la colaboración de todos, logra superar hasta los mismos imposibles…
Acá en estas tierras hay mucho para el disfrute, mucho para admirar, aprender y reflexionar. Estando aquí, muy dentro del corazón pienso en tantas cosas a través de lo que veo y siento. Hay diferencia cultural, la hay de historia, se palpa a cada paso el civismo y amor de los holandeses a lo suyo, a su patria, a su casta y a su gente. Las cosas son diferentes a las de uno y son tan ajenas a uno, pero de un cielo a otro cielo sigue el azul siendo azul y el mar siendo mar, la luz ancha y natura hermosa.
Aquí hay rostros igual que allá llenos de frescura y de belleza, de grietas y raíces que hablan por sí solas de aquello que han vivido y vinieron a aprender al mundo. Aquí hay mucho desarrollo, no hay delincuentes y si los hay no me he enterado, la gente camina segura, las leyes son para todos por igual, se cumplen, las respetan sus magistrados y son respetadas por la población, son hermosos los perros, es ley que todos tengan casa, los cuiden, los amen y respeten, son duras las sanciones para quien los maltrate. Es un país netamente progresista, hermoso, demócrata y civilizado.
Las palabras no son suficientes para definir lo que siento en estas lejanías acompañada de mi hija. Holanda es capaz de desbordarle a uno el alma al contemplar todo aquello pleno de bellezas sin igual. Es un privilegio detenerse en cada rincón, hacer un alto frente al mar y poder extasiarse en el gran decorado que en el cielo elaboran las avecillas. Este es uno de esos lugares en los que uno encuentra la calma y la dicha perfecta que proporcionan las cosas simples de la vida. Aquí como allá soy bandera de mis acciones, he dejado por un rato atrás el peso de mi cruz, llevo en mi morral guardadas esperanzas que pugnan por salir a reverdecer, mas, por lejos que me encuentre siguen viviendo en mí aquellas mis raíces de café, de caña dulce, de bohíos, de música latina, de caminos y montañas.
Quien ama la vida debe ser siempre celoso de los pocos momentos exquisitos de ocio que le brindan las vacaciones. Aunque extrañe decirlo, el hecho de tener una vida limitada, tanto más debemos gozarla mientras dure. La vida pasa como una ilusión sin dejar un rastro, flota como un sueño que se vive, pasa rápido y pronto se hace viejo, dejando huellas que se van perdiendo en el tiempo. Me pregunto: ¿cuántas veces puede uno gozar de sí mismo? Solo cuando abandona la rutina, sale y se propone vivir.
Aquí sobran las razones para pensar que igual se puede ser feliz en una tierra extensa como en una pequeña. Ante tanta hermosura a la imaginación no le interesa recoger sus alas. Observar y detenerse es mejor que mirar y pasar de largo, es percibir el encanto de una tierra próspera, civilizada, desarrollada, de finas costumbres, de concordia y orden increíbles. Más allá de sus límites el paisaje muestra las huellas del pasado, invitando la mirada del viajero a imaginarse en la sombra de ese tiempo pasado y gozar de su presente inigualable.
Holanda es uno de los Estados más pequeños de Europa. Ámsterdam su capital tiene una estructura que impacta al viajero, canales la atraviesan de lado a lado, su comercio es fabuloso igual que su cultura y su historia, sus edificaciones históricas y sus obras de arte merecen que la admiración de esta pluma le dedique un reconocimiento a través de estos artículos que enviaré a ustedes semana a semana.
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