Capitalismo Lunar – Diálogo, obsesión y delirio

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“El diálogo es bueno”. “Hay que dialogar”. “El diálogo es paz”. Son innumerables las bondades del diálogo como expresión, no sólo de la condición y convivencia humana, sino de la propia política como debate y deliberación, y como herramienta que, desde el poder, debe buscar justamente dicha convivencia y bienestar colectivo.

Los radicalismos, entendidos como posturas que no aceptan (o a las que se les hace difícil) intentar entender al “otro” que piensa distinto, no admiten los matices que encierra el análisis del diálogo en este nuevo intento de acercamiento en la actual coyuntura. Los matices se asumen así como fisuras en las premisas que pretenden, o bien defenderlo a capa y espada, o bien rechazarlo como un acto de traición a la patria. La mesura, hermana menor de la cordura, también escasea a estas horas, mientras el conejo es la “brillante” novedad de la “revolución” para saciar la hambruna y miseria que ella misma ha generado.

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El gobierno luce desesperado en que se diga que la oposición está dialogando, o que acepta el diálogo, y pretende que ese sólo hecho suponga una aceptación o “legitimación” al régimen. La oposición (dentro de lo que parecen “varias” oposiciones) ha dicho que explora su participación en una eventual conversación con el gobierno de Maduro, pero le falta afinar la claridad y los “ecos” que parecen generar ruido en un mensaje que debería ser unitario.

El escepticismo reinante en sectores de la atmósfera nacional tiene que ver con la noción de que el gobierno no ha dado ninguna señal significativa que indique su disposición o compromiso para aceptar las demandas de la sociedad democrática por el respeto a la Constitución, el desmontaje de la ilegal Constituyente, el respeto y garantías para ejercer el voto, el respeto a la voluntad popular, a la atención por el drama humanitario en alimentos y medicinas, a la liberación de los presos políticos y el cese a la criminalización de la disidencia, entre otros temas.

Maduro busca ganar tiempo, y de seguro prepara junto al CNE decisiones los próximos días para desalentar la votación y participación ciudadana de cara a las regionales de 15 de octubre. Entre los retos para la oposición, está el poder superar sus diferencias y debilidades comunicacionales, reconectar y movilizar a quienes desean una superación de la actual tragedia en forma de gobierno, y enfrentar la estrategia abstencionista del CNE.

El diálogo debe ser desacralizado, sin negar su necesidad e importancia. Una estrategia clara, transparencia en los términos y exigencias, alcance acordado de la mediación, y sobre todo, la definición de los mecanismos para presionar el cumplimiento de los eventuales acuerdos, especialmente hacia el régimen madurista, son parte de los requisitos para que este nuevo amago de acercamiento no naufrague en las aguas de la burla e inacción del régimen.

¿Será el dialogo por sí solo, suficiente para lograr, en medio de un cuadro socio-económico potencialmente explosivo, el restablecimiento de la Constitución, el respeto a la expresión política y electoral de las mayorías, y el inicio del cambio político en el país?
Los meses que vienen lo dirán. Por lo pronto y por el bien de Venezuela, ojalá el diálogo para el gobierno deje de ser sólo pura obsesión y delirio.
@alexeiguerra

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