¿Qué tiene que ver Morín y la complejidad con la revolución venezolana? (4)

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En sus Manuscritos Económicos (1974) Marx afirma: “Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto, unidad de lo múltiple. Aparece en el pensar como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida…”
Marx hace referencia a que el análisis de la realidad es siempre en el marco de la historia de los procesos y actores. En su Anti-Dühring, Engels expone que las tres leyes fundamentales de la dialéctica son: La ley de la unidad y lucha de contrarios, la ley de la transformación de los cambios cuantitativos a los cualitativos y la ley de la negación de la negación. Pero a diferencia de Morín, Marx no habla de la sociedad en abstracto sino que la contextualiza en el marco de los modos de producción dominantes y la formación social y económica existente y no cae en la acriticidad y en los desencantos postmodernos sino que por el contrario llama al compromiso y la acción.
Por cierto cuando Morín en Introducción al Pensamiento Complejo (1995) se refiere a las dos revoluciones científicas del siglo pasado solo hace alusión a pensadores franceses, demostrando su reduccionismo nacionalista (p.119).
La Complejidad de Morín desconoce hasta la propia historia y los antecedentes que dieron surgimiento a esta postura, lo peor es que muchos de sus seguidores se han adueñado de los término “complejo” y “complejidad”, como si les pertenecieran, y cuando intentamos usarlos fuera del pensamiento moriniano no falta quien se atreva a reclamarnos la referencia al “Padre intelectual francés”, precisamente ante una posmodernidad que pregona el fin de los padres intelectuales, menos los de ellos, claro está. Para Carlos Reynoso (2008):
El hecho es que el modelo moriniano elude todo tratamiento de las teorías y métodos del último cuarto de siglo en el terreno complejo y no logra retratar con fidelidad la literatura sistémica anterior. En tanto lectura científica se halla sobredeterminada por el afán de impartir premios y condenas en función de criterios sectarios que a fuerza de ser pequeños resultan consabidos, y por el empeño de Morin de constituirse en el mediador por excelencia entre cierta región de la ciencia y las humanidades como si ningún otro pensador hubiera explorado ese espacio. (p.2).
Más adelante agrega:
Cada vez que participo en discusiones sobre Morin, sus defensores enarbolan saberes que le son distantes y le preceden en el tiempo como si le fueran propios y representativos; aquí es donde traen a cuento la inevitable apología de ideas como la organización, la emergencia, la recursividad, la no-linealidad, la morfogénesis, el pensamiento complejo y hasta la complejidad misma. Pero ni uno solo de esos conceptos magníficos es suyo y raya en lo ofensivo que alguien crea que lo son; todos se originan en los tiempos inaugurales de las disciplinas complejas, o antes, y aunque quede mal decirlo tan frontalmente él no ha contribuido ni a su esclarecimiento en el plano formal ni a su correcta exégesis. (p.18).

Para esto, Salvador Paniker (1987)nos remonta a la larga y enmarañada historia de La Complejidad:
Ya en 1948 Warren Weaver había publicado un célebre artículo titulado, precisamente, Ciencia y complejidad. No mucho antes, Norbert Wiener había formulado la propuesta de una nueva disciplina llamada cibernética. Vinieron luego la teoría de la información de Shannon, la teoría de la computación de Turing, la algorítmica de Kolmogorov, los libros de Edgar Morin… Así se fue gestando lo que hoy llamamos «paradigma de la complejidad organizada», para distinguirlo del de la complejidad desorganizada, nacido en el siglo XIX, con la termodinámica y la mecánica estadística. Surge el concepto de autoorganización, que tiene su origen en los primeros años de la cibernética, cuando los científicos comienzan a construir modelos matemáticos para las redes neuronales. Más tarde, Heinz von Foerster explica el principio del «orden a partir del ruido», IlyaPrigogine expone la teoría de las «estructuras disipativas», se comprueba que la descripción matemática de estos fenómenos es en términos de ecuaciones no lineales, comienza a hablarse de complejidad «emergente». Se generaliza el concepto de ecología. (p.17.)
Aunque reconocemos el papel del pensamiento no racional, lo espiritual, lo emotivo en la construcción del conocimiento humano esto no nos puede llegar a negar a la propia ciencia, tal como vemos en las siguientes palabras de Morín que rallan en lo irracional y anticientífico: “Estamos condenados al pensamiento incierto, aun pensamiento acribillado de agujeros, a un pensamiento que no tiene ningún fundamento absoluto de certidumbre” (p.101) “No hay fronteras netas entre la paranoia, la racionalización y la racionalidad” p.103).
Según esta afirmación pareciera que lo único cierto es la propia Complejidad, si esto fuera verdad (la única verdad, según Morín) señores no hay nada que hacer, cerremos laboratorios, universidades, instintos de investigación, la ciencia ha muerto. Solo nos queda La Complejidad que para lo único que nos sirve es para saber que nada podemos hacer.

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Pedro Rodríguez Rojas.

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