Los Escenarios del País: ¿Es posible una transición democrática?

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Antes del 30 de julio, en medio del fragor de las protestas y la creciente presión de la comunidad internacional sobre el régimen venezolano, parecía que el cambio era inminente y que en cuestión de días o semanas Maduro abandonaría el poder y abriría las puertas a una transición democrática. Después de la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, el optimismo de los que creían que el chavismo tenía los días contados mutó en frustración y desconcierto. Ahora cabe preguntarse: ¿La posibilidad de una transición está definitivamente cerrada?

Un creciente número de investigaciones dan cuenta de las transformaciones de la democracia y de los factores que permiten las transiciones de regímenes autoritarios a democráticos, superando el enfoque determinista según el cual la democracia requiere un conjunto muy específico de condiciones, generalmente presentes en los países con elevado desarrollo económico.

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Para estudiar las transiciones se encuentran trabajos clásicos como los de Linz, O´ Donnel y Schmitter y, más recientemente, el libro de Bittar y Lowenthal sobre transiciones democráticas.

Groso modo, los expertos señalan que construir democracias no es un proceso sencillo ni rápido, y las transiciones pueden comenzar silenciosamente; por esto es difícil delinear su inicio, secuencia y trayectoria. Los autores citan los ejemplos de Chile, España, Brasil y Filipinas, donde las transiciones tardaron mucho tiempo en madurar.

Otro hito esencial de los procesos de transición democrática, de acuerdo con los autores mencionados, es que las manifestaciones multitudinarias por muy imponentes que sean no son suficientes para que se produzca el quiebre autoritario. Esta consideración es esencial, por cuanto un sector importante del país, y de la dirigencia opositora creyó que las protestas masivas por sí solas serían capaces de desplazar al gobierno.

Las protestas masivas no pueden durar indefinidamente y mucho menos cuando se desata una gran represión como la ocurrida en Venezuela. Las manifestaciones son importantes y deben estar acompañadas de una estrategia articulada de alta política, que considere el peso de los actores políticos más relevantes como los partidos políticos, las fuerzas armadas y los poderes públicos.

De hecho, Schmitter sostiene que los partidos políticos y sus líderes tienen un rol central en la activación de la transición, al tiempo que la sociedad civil puede contribuir más eficazmente, una vez desencadenado el proceso para brindar el apoyo necesario a las decisiones que tome el nuevo gobierno.

En Venezuela, la diversidad de factores de poder e intereses que hacen vida dentro del gobierno, y su firme decisión de permanecer en el poder más allá de los límites constitucionales impide una apertura. Además, el modelo político está firmemente atado a un modelo económico profundamente injusto que garantiza grandes beneficios a un sector minoritario del país a costa del sacrificio de la mayoría.

Otro obstáculo muy particular del caso venezolano es el desmantelamiento de la institucionalidad del Estado, lo cual hace más complejo tratar de sustentar una transición en las instituciones pre existentes.

Tampoco se puede soslayar  la participación activa de potencias como China y Rusia, cuyos intereses geopolíticos son antagónicos a los de Occidente, y para quienes nuestra crisis es una carta importante para negociar en el juego de poder de las potencias.

Algunos analistas sostienen que la polarización es otro de los grandes obstáculos que se presentan pero la evidencia señala que en países como Argentina y Chile donde la polarización también fue muy fuerte, se lograron consolidar transiciones exitosas, acompañadas de políticas de memoria y reparación de las víctimas.

Del lado de la oposición su principal fortaleza es también una debilidad, porque la diversidad de partidos políticos que la conforman en numerosas ocasiones no tienen estrategias alineadas, más allá de la alianza electoral, lo que revela también lecturas opuestas del proceso político y de interpretación de la naturaleza del régimen.

Cada transición tiene su propia dinámica y es imposible predecir en qué momento ocurrirá. Pero la lección que podemos extraer del análisis de los procesos en América Latina y Europa es que con trabajo político constante se puede construir una alternativa y lograr lo que por el momento no parece posible.

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