Editorial: Con la UCLA

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La idea de echar las bases para la creación de la UCLA encontró en EL IMPULSO a uno de sus más entusiastas propulsores.

Estas páginas acompañaron con especial fervor el sentir de la comunidad larense en una iniciativa que, se entendía bien, iba de la mano del progreso anhelado en la entidad, pionera en muchos ámbitos del quehacer humano, comenzando, a mucha honra, por el cultural.

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Lara, es preciso recordarlo, históricamente ha marcado pauta en el escenario nacional. La política aportó líderes comprometidos, en tanto que la sociedad civil puso los dolientes de cada espacio sensible. La representación parlamentaria era un sólido bastión de defensa de toda aspiración larense. Desde aquí se libraron resonantes batallas por la descentralización. Los gobernantes locales de turno advirtieron la fuerza de ese pujante espíritu colectivo y, con raras excepciones, no se atrevían a desentenderse de los proyectos que brotaban o anidaban, por ejemplo, en el seno de la Fundación Amigos de Barquisimeto, así como en los gremios económicos, o en el mundo del cooperativismo, con la emblemática Cecosesola a la cabeza.

Así vimos surgir a Fudeco, ente planificador arrasado por las ansias oficialistas de borrar todo vestigio del pasado sin edificar nada nuevo que lo supere; Yacambú, obra hidráulica marchita también, en un insondable pantano de corrupción; y, para no hacer tan larga la lista, el Centro Experimental de Estudios Superiores (Cedes), en 1962, convertido más tarde, en 1967, en Universidad de la Región Centroccidental (UCO), y, por último, en 1979, en la Universidad de la Región Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA).

Pues bien, nuestra universidad se expone a la acción corrosiva que signa estos tiempos. El rector Francesco Leone murió cansado de clamar por elecciones en el claustro, las cuales quedaron prohibidas, en esa cadena de hechos insólitos a los que nos vamos acostumbrando, mediante una sentencia del TSJ, hace siete años.

Leone decía, con amarga insistencia, que había quedado para pagar nómina. La UCLA era desmantelada en forma paulatina. Las clases se suspendieron porque el ministerio, más interesado en el amarre de la desfasada doctrina socialista que en la siembra del sentido crítico, y en las luces que da el saber, cortó las providencias estudiantiles. Más de 15.000 alumnos perdieron comedor y transporte. El personal de la casa de estudios se ha visto sometido a privaciones humillantes. Desapareció el servicio médico, incluso el agua estuvo a punto de ser cortada. Se agotaban, en tanto, las partidas para el pago del área administrativa, de los obreros, jubilados, y también las becas. El recorte y además el retraso en las partidas presupuestarias impedían hasta la reposición de computadoras y la dotación que demandan las actividades académicas. Es una crisis de vieja data, porque ya en 2008 apenas 0.54% del presupuesto era asignado al funcionamiento de la universidad. El pago de nómina absorbía desde entonces 86.5%

Las quejas del honorable rector fueron desoídas. Leone hasta llegó a lamentarse de que ni las llamadas telefónicas eran atendidas por el despacho ministerial. Pero, ante la “ausencia absoluta” de Leone, cuando, conforme al Reglamento General de la UCLA, por tratarse de una universidad experimental (que traza, por consiguiente, sus propias normas), le corresponde asumir el cargo, mientras se celebran elecciones, a la Vicerrectora Académica, Nelly Velásquez, entonces sí se acuerda el Gobierno central de que la UCLA existe, no con miras a tenderle, por fin, la mano, sino para perpetrar el descaro de anunciar que le corresponde al CNU la atribución de señalar a dedo, desde Caracas, y ya se sabe con qué óptica, al nuevo rector.

Una muy grosera manera de tratar los asuntos de la educación, que debe ser encarada con firmeza inquebrantable por los larenses. Por ello urge sacudirnos de esta desquiciante apatía generalizada. En lo que respecta a EL IMPULSO, nuestro compromiso, el mismo de los inicios, nos obliga, en hora tan incierta, a estar del lado de la UCLA. Y así lo haremos.

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