El papa advirtió el viernes del riesgo de que la paz fracase en Colombia sin una sincera reconciliación entre víctimas y las fuerzas que han desangrado a este país, que intenta extinguir el conflicto más prolongado del continente.
Desde Villavicencio, una zona castigada por la violencia, adonde llegó en su tercer día de visita a Colombia, Francisco puso en el centro de su prédica a quienes han sufrido el enfrentamiento entre Estado, guerrillas, paramilitares y narcotraficantes.
«Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso», afirmó el jefe de los católicos en la segunda misa a cielo abierto que oficia tras reunir a 1,3 millones de fieles en Bogotá.
El papa, que ha llamado a huir de la venganza y el odio, apoyó el acuerdo que condujo al desarme y transformación en partido político de los rebeldes de las FARC. La Iglesia católica, que ha perdido a dos obispos y 89 sacerdotes en medio del conflicto, también acompaña los diálogos que con el mismo fin emprendió el gobierno con la guerrilla del ELN.
«Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz», expresó.
Ante centenares de miles de creyentes, Francisco beatificó al sacerdote colombiano Pedro María Ramírez y al obispo Jesús Jaramillo. El primero fue asesinado a machetazos en 1948, y el segundo a balazos en 1989, en episodios de la dilatada violencia en Colombia.
Faltan «los huesos»
Al llamar a las víctimas al perdón, el papa aclaró que «el recurso a la reconciliación concreta no puede servir para acomodarse a situaciones de injusticia».
El acuerdo con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) prevé que los responsables de delitos atroces, incluidos agentes del Estado, eviten la cárcel si confiesan sus crímenes, reparan a las víctimas y prometen nunca más ejercer la violencia.
El pacto es rechazado por amplios sectores encabezados por la influyente derecha por considerarlo indulgente con la rebelión comunista. Al menos 7,5 millones de víctimas, entre muertos, desparecidos y desplazados ha dejado la conflagración interna.
Francisco viajó a Villavicencio justamente para encontrarse y escuchar a verdugos arrepentidos y sus víctimas, en su mayoría campesinos, indígenas y negros.
En la tarde elevará una gran oración por la paz y el perdón en un acto en el que se verá la imagen del mutilado Cristo de Bojayá.
Sin brazos ni piernas, la efigie quedó semidestruida por un artefacto explosivo lanzado por las FARC contra una iglesia donde se refugiaba una comunidad negra en medio de un combate: 79 personas murieron.
En una carta pública al pontífice, Rodrigo Londoño, también conocido como Timochenko, jefe del ahora partido político, suplicó «perdón por cualquier lágrima o dolor» que causaron sus hombres.
«Más que el perdón falta que nos entreguen los huesos. Eso es lo que le pido a Timochenko, para tener donde ir a rezar por nuestros familiares», dijo a la AFP Jesús Corrales, representante de un grupo de víctimas del Valle del Cauca (suroeste).
Vestido de blanco, este hombre de 52 años aseguró haber sido víctima tanto de la guerrilla como de los paramilitares: de los primeros porque lo creían informante del gobierno y de los otros porque llegó desplazado a una zona.
Francisco, ‘verde’
Desde Villavicencio, el papa volvió a abogar por «una reconciliación con la naturaleza». «No es casual que incluso sobre ella hayamos desatado nuestras pasiones posesivas, nuestro afán de sometimiento», reprochó.
Alcides Mejía, un indígena del pueblo zenú, ubicado en el noroeste del país, recorrió Colombia de un extremo a otro para «reclamar» ante Francisco los derechos de los pueblos aborígenes.
«Tenemos muchos indígenas desplazados desde hace 500 años y (somos) discriminados por el pueblo colombiano», explicó este guardia indígena con bastón de mando en mano.
«Los indígenas nunca serán arrodillados ante el papa», remató Mejía, cuyo territorio en el departamento de Antioquia ha sido por años zona de disputa de «todos» los grupos armados.
Unos 1.500 indígenas llegaron a Villavicencio, a 70 km de Bogotá, para encontrar al papa. Representantes de etnias le hicieron un pasillo de honor su ingreso a la misa y subieron al altar.
«Queremos que el papa ayude al mundo a que se proteja el agua, a que se proteja a los pueblos indígenas», dijo Luis Alfredo Acosta, coordinador nacional de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
Francisco regresará esta tarde a Bogotá y el sábado viajará a Medellín antes de concluir su visita a Colombia en Cartagena, una ciudad turística con profundas brechas sociales. Se espera que al menos 4,5 millones de fieles se movilicen durante la estadía del jefe del Vaticano.