Ninguno de los problemas de Venezuela será solucionado mientras el régimen que la gobierna exista. Todo lo contrario. La experiencia de los últimos quinquenios demuestra que se harán peores. Me refiero a todos ellos. No sólo a los directamente vinculados con la política, también a los Derechos Humanos, lo internacional, la salud, la educación, la seguridad de las personas y de los bienes y a lo que en ocasiones perecieran olvidar muchos, la defensa de la Soberanía Nacional y la integridad territorial. El drama es terrible sin solución en las condiciones actuales.
Pero sí hay solución. La primera y más importante es el cambio de régimen. Hay diversas vías e instrumentos para lograrlo. Casi todos adecuados para lograrlo en democracia y libertad, pero inútiles para enfrentar y derrotar a una dictadura tiránica que en nombre de la revolución desconoce la Constitución de su autoría y destroza el ordenamiento jurídico existente, en buena parte también de su autoría.
Algunos no quieren entender que un régimen forajido no puede someterse a la camisa de fuerza de una Constitución. Tampoco a normas estables que limiten su actuación impidiendo el uso indebido del poder y el abuso descarado para enriquecerse los protagonistas y retener el poder. Para ellos primero van los hechos y después el Derecho adecuado a los intereses de cada circunstancia.
Tampoco parecieran tener claro el propósito de la mal llamada constituyente como “súper poder” institucional. Todo ha sido pensado con meridiana claridad. No se puede menospreciar a las cabezas pensantes del régimen aunque nos burlemos de la vergüenza generada por las incompetencias y corruptelas de la mayoría de ejecutores. Basta con escuchar, si es que hay paciencia, las declaraciones y discursos de los voceros más calificados del régimen. Pero el tiempo pasa y la simple retórica oposicionista no basta, ni bastará, para lograr el cambio necesario.
Por supuesto que hace falta tener clara una estrategia que incluya un gobierno de transición para sustituir al actual y volver a la democracia. Sin embargo, a quienes repiten tanto esto frente a cualquier otra alternativa, les pregunto. ¿Creen que se logrará por las buenas? No me los imagino pensando que las gestiones de Rodríguez Zapatero y compañía incluyen la renuncia de Maduro y el alto gobierno cívico-militar a corto o muy mediano plazo, con garantías de impunidad y vida segura en cualquier parte a la que se tengan que retirar. Es más, no sé si esto está en los planes de algunos dirigentes supuestamente opositores que empiezan a santificar al español.
La calle sigue siendo indispensable. La memoria de los más de cien asesinatos de las últimas protestas, los trescientos mil sumados de estos años, los presos, exilados, acosados y perseguidos y la presencia activa del narcotráfico, macro y micro, nos obligan a hacer lo correcto junto a la comunidad internacional y la Iglesia.
[email protected]
@osalpaz