Así estamos. Avanzamos sin dirección o señales claras que marquen el rumbo pero seguimos. Luego de la intensidad de meses de protestas de calle en los que el régimen de Maduro reprimió, atacó, humilló, allanó, asesinó y encarceló a venezolanos como nunca ningún gobierno en la historia venezolana lo había hecho, instalada ilegítimamente con el argumento de las armas su “Asamblea Nacional Constituyente”, el silencio de la calle, la elocuencia de un régimen que cierra espacios de información y libertad, y una oposición entre desorientada y dividida, definen el clima del país a estas horas.
Los pronósticos económicos, pesimistas sobre lo que se aproxima en los meses por venir, de mantenerse como indican los hechos y terquedades oficiales el esquema de controles, estatización y asfixia de la actividad privada y empresarial, se evaporan al calor de una realidad mucho peor y descarnada que viven, cada día, millones de venezolanos cuyo salario no les alcanza para comer, y por ende, tampoco ya para sobrevivir.
La escasez de alimentos y medicinas, junto a la de billetes, son la punta de un iceberg inflacionario y de una madeja de distorsiones económicas, cambiarias y monetarias que evidencian un nivel de precariedad y barbarie, inédito en el país, sin que existan síntomas de correctivos en el horizonte.
El consenso internacional de gobiernos y entidades que, sin pelos diplomáticos en la lengua, califican de dictadura al gobierno de Nicolás Maduro, y las sanciones de la Administración Trump, que afectan seriamente la posibilidad de Pdvsa y la República para emitir deuda en los mercados extranjeros, esbozan un claro cerco externo a la otrora extensa cobertura y margen de maniobra del gobierno venezolano para ganar aliados y acuerdos en el tablero internacional.
Ello contrasta con la presión que la alianza opositora nucleada en la MUD puede hoy efectivamente ejercer, vistas las divisiones internas causadas por diferencias en la estrategia a seguir frente a una tiranía que tiene clara la suya y la aplica copando espacios sin contemplaciones, y con unas elecciones regionales que siguen siendo una incógnita sin develar.
Maduro no acudirá a una elección, cualquiera que ella sea, sin la seguridad de que la pueda controlar y garantizar que su permanencia en el poder no se vea alterada, por sus resultados. De allí el “extraño” retraso del CNE para anunciar la fecha definitiva de tales comicios.
La presencia de la ilegal constituyente, instancia que define hoy las decisiones del gobierno para mantenerse en el poder, configura un escenario sin más marco normativo o jurídico que el capricho de decisiones y acciones del estamento militar, y su fachada civil, para permanecer en el control del país.
La gravedad del escenario económico, y la expresión de malestar social, capitalizado por actores políticos o institucionales, es una posibilidad sujeta a la incierta dinámica próxima de la nación, y a la agudización del drama humanitario que el gobierno pretende ignorar.
Mientras tanto, la vida sigue con un cartel colgado en buena parte del ánimo colectivo, en el que una frase se deja ver. La inercia como paréntesis.
@alexeiguerra